El acto de soñar y la memoria fueron temas latentes en el conversatorio sostenido en portugués entre el escritor mozambiqueño Mia Couto (1955, Beira) y alumnos de la Facultad de Filosofía y Letras (FFyL), de la Universidad Nacional Autónoma de México. Hace unos días el autor de cuentos y novelas recibió el premio de Literatura en Lenguas Romances por parte de la Feria Internacional del Libro en Guadalajara. El acto se realizó en conjunto con la Cátedra Nelson Mandela y la Cátedra Extraordinaria José Saramago.

Para Couto un sueño no se puede contar, “se necesita un lenguaje distinto para traducir los sueños. Reconstruimos y reinventamos la memoria. Hay fronteras entre el pasado y el presente, eso lo noté en la obra de Juan Rulfo. Tenemos que inventar nuestro lenguaje. Uno acaba siendo autor de sí mismo”.

Preguntado acerca de la realidad africana, contestó que es ser “un traductor entre mundos diferentes donde lo distinto es el lenguaje”. La historia con minúscula, siguió, es como negarse ser capturado por el lenguaje dominante. Hay que preservar la oralidad para mantener la propia identidad y no ser disueltos por el discurso de la historia con ´h’ mayúscula”.

Conocer la historia es importante, pero “difícil porque hay muchas historias”, apuntó Couto. “Hay pueblos que son incluidos en una sola nación. Cuando era niño se acabó la guerra civil en Mozambique, que fue horrible y duró 16 años. Perdí amigos y colegas. El país no quería tener una sola identidad. Mozambique copió el modelo de la nación europea y descalificó las narrativas más tradicionales. Quiero registrar la forma en que esas personas vivieron el momento y no querían ser simplificadas en una única narrativa”.

Según el autor hay otras formas de escribir que no son alfabéticas: “En Mozambique a través de códigos visuales había una frontera entre oralidad y escritura”.

En cuanto a su proceso de escribir expresó: “Empiezo a escribir, sin embargo no sé cuáles serán los personajes. Van surgiendo como sombras, como voces sin cuerpo. Sé quienes son los personajes cuando empiezan a hablar conmigo y me revelan su identidad. Escucho y al oír esa voz, el acento, empiezo a imaginar el cuerpo como es. Esa frontera entre oralidad y escritura tiene mucho que ver y no solo con un registro formal. Somos ordalidad escrita, porque la oralidad nos formó. Empezamos a oír como niños y de allí nos formamos.

Nos fuimos creando durante cientos de años. Tenemos una memoria antigua que desconocemos. La invención del lenguaje y la comunicación nos definen. Somos muchas historias y una especie de memoria que está escrita. Nos cazaban más de lo que cazábamos. Seguramente era muy importante en ese momento contar la historia de la caza. Por eso está escrita en las pinturas rupestres”.

La poeta Blanca Luz Pulido, quien apoyó en la traducción, quiso saber la función del silencio en la obra de Couto. “El silencio en el mundo occidental es algo incómodo, a las personas no les gusta. En Mozambique el silencio es importante, es otro paisaje. Está lleno de cosas. Está el silencio de la ciudad, de oír los pájaros. El mundo occidental se entrampa al pensar que todo es singular. Tendemos a simplificar. La concepción del silencio en Mozambique tiene que ver con esta manera más plural de ver el mundo”, contestó el escritor.

Además, “los jóvenes en Mozambique no viven en ese mundo de lo instantáneo, lo rápido, lo digital. Tienen una consciencia diferente y quieren revelarse contra este mundo rápido”.

Respecto de la “escritura militante”, Couto aseguró que ésta “ha sido una necesidad en mi país. En los años 60 del siglo pasado era importante, sin embargo después se pensó que ya no. Comenzó el periodo más rico literariamente hablando, porque la literatura quiere ser universal. La literatura africana actual se liberó de la necesidad de ser militante”.

El conversatorio fue encabezado por Mary Frances Rodríguez Van Gort, directora de la FFyL, quien dio la bienvenida. También Luisa Fernandes, agregada cultural de la Embajada de Portugal en México, y Bruno Velázquez, por parte de la Cátedra Nelson Mandela, quien recordó que en fechas recientes Couto dijo “lo que menos quiero son admiradores y fans, sino lectores y amigos”.

Emiliano Becerril, de Elefanta Editorial, manifestó su interés por publicar literatura africana porque “creemos que África, igual que América Latina son regiones que escriben en la lengua del colonializador”. Alma Delia Aguilar recordó que la Cátedra Extraordinaria José Saramago, que fue inaugurado por el escritor portugués, cumplió ya 20 años.

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