La Paz. El presidente Luis Arce salió victorioso del intento de derrocarlo, y de momento tiene la iniciativa política, pero persisten los problemas económicos coyunturales que afectan al país y castigan a su gobierno, causando huelgas y movilizaciones sociales, y todos requieren prontas respuestas, estiman analistas.

La reacción de los bolivianos al enterarse de la asonada es síntoma del nivel de confianza en sus gobernantes: corrieron a los cajeros a sacar su dinero, a las gasolineras y a los supermercados a abastecerse, vaciando los escaparates, ello aunque el golpe fracasó a las tres horas de iniciado.

La economía padece escasez de divisas en moneda extranjera a consecuencia de que las exportaciones de gas natural han caído, y hay escasez de combustibles, especialmente petróleo diésel, lo cual apenas días antes causó un paro de los camioneros.

No es una crisis económica pero hay problemas graves. A mi juicio, el mandatario está obligado a tomar decisiones en el corto plazo para no desaprovechar el impulso que le dio haber derrotado el golpe, dice el ex ministro de Gobernación, economista y catedrático Hugo Moldiz.

Menciona que urge tomar medidas que garanticen el ingreso y la salida de recursos de la agroindustria y del sector cooperativo minero, que muevan sus divisas por el Banco Central; hay que acelerar un acuerdo swap alcanzado con China para el uso de yuanes como moneda de intercambio, que a diferencia de lo que dice la oposición, los empresarios están de acuerdo.

Otro observador, Esteban Morales, especialista en políticas públicas, alude que Arce ganó tiempo, “pero muy poco, sólo en términos de tomar algún control de la narrativa en el debate público, lo cual no es despreciable, pero su mayor problema –que es la economía– y de gobernabilidad en la Asamblea Legislativa, eso se profundiza”.

De acuerdo con Morales, un elemento es que la crisis radica en que los grupos de poder, beneficiados del Estado, ya no están contentos y empiezan a pasar factura.

En tanto, las fuerzas armadas, mientras reciban juguetes nuevos, sean bien tratadas y bien pagadas, evitan meterse mucho en política; sin embargo, si ven que les aprieta el zapato, que hay cierto maltrato en términos de la cantidad de oficiales que están en detención preventiva por los sucesos de 2019 (golpe de Estado a Evo Morales), que no avanzan los procesos judiciales, o que ponderan que se les ha bajado su presupuesto, y que están en duda los privilegios que obtienen al jubilarse, pues como que hay una chispa de malestar e incomodidad.

El factor Evo

El presidente Arce tendrá también que seguir lidiando con su antiguo aliado, hoy convertido en su mayor detractor, el tres veces mandatario Evo Morales, que pone en cuestión los sucesos e insinúa una farsa.

Qué clase de golpe será pues; empieza el golpe, ministros felices paseando en la Plaza Murillo, tocando tanquetas; un golpe de Estado con cero heridos, cero disparos, cero muertos, afirmó antier.

Desafió que hubiese 14 heridos por disparos con balines, realizados por los militares alzados cuando irrumpieron con blindados a la Plaza Murillo, donde está la sede del gobierno. Golpe de Estado, ¿acaso se hace con balines? Que investiguen, tarde o temprano dirá la investigación, lanzó.

Atendidos los acontecimientos, la ruptura entre Morales y Arce se agiganta, cualquier idea de acercamiento se vuelve imposible. Lo veo muy difícil por la posición de Evo –dice Hugo Moldiz, que en 2015, en el tercer gobierno de aquel, fue ministro por cuatro meses–. “Primero dice que hay que defender la democracia y después sale él y todos sus colaboradores con la tesis del autogolpe.

Y lo hace para que el presidente no salga fortalecido de esta situación, porque, a diferencia de lo que ocurrió en 2019 (cuando Morales dimitió y salió del país), Luis Arce decide quedarse y enfrentarse, eso le da una ventaja que está claro que incomoda a Morales, que en vez de responder por el lado positivo utiliza la idea del autogolpe, agrega.

Moldiz afirma que Luis Arce, de quien es muy cercano, mantiene coherencia con su origen socialista y lleva adelante acuerdos más profundos con China, Rusia e Irán, pero tiene las dificultades de no tener la suficiente flexibilidad que se necesita en momentos como estos, su actitud principista es una ventaja pero también una camisa de fuerza. Por otra parte, está Evo, que si bien ha declinado su hegemonía y control de las organizaciones sociales, no significa que deje de ser un factor de poder.

Fragilidad democrática

Podría parecer, a propósito de los sucesos, que la fragilidad de la democracia boliviana es evidente; hace cinco años hubo una experiencia traumática, con decenas de muertos, y ahora ocurrió la intentona.

“Hay cosas a tomar en cuenta –dice Esteban Morales–, puede verse, desde la fragilidad de la democracia, que los criterios de selección del mando del ejército no fueron los correctos: un tipo que era el número 48 de su promoción termina siendo comandante; muestra una fragilidad institucional en el manoseo de las fuerzas armadas. Pero, al mismo tiempo, el hecho de que el golpe fracasó en cinco minutos, da cierta solidez y solvencia para apagar un intento como este. Es el problema de analizar Bolivia, siempre lleno de contradicciones; hay un contrapunto a todo”, agrega.

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