Ciudad de México. Los incrementos al salario mínimo han ayudado a mejorar el sueldo de mujeres trabajadoras, en particular de aquellas que ganan menos, sin embargo, aún persiste la brecha de participación y salario con respecto a los hombres, derivadas de condiciones sociodemográficas como el estado civil, presencia de infancias, grados escolar y flexibilidad de horarios, factores que afectan empleabilidad el ingresos de ellas.
La Comisión Nacional de los Salarios Mínimos (Conasami) presentó el informe mensual sobre el comportamiento de la economía de marzo, Señaló que una de las explicaciones es la manera en que los centros de trabajo de determinadas ocupaciones y/o sectores dan incentivos a personas que trabajan más horas, perjudicando principalmente a las mujeres que demandan mayor flexibilidad en sus horarios de trabajo, o que no pueden hacerlo en horas extra por las labores no remuneradas que realizan en sus hogares.
Bajo ese contexto, la Conasami realizó un ejercicio para estimar la brecha salarial entre hombres y mujeres para diferentes rangos de jornada laboral: para las personas que trabajan más de 48 horas a la semana, de 40 a 48 y de 35 a 40 horas. Indicó que se tomó el salario promedio por hora de la población ocupada, subordinada y remunerada, asalariada, de 25 a 54 años de edad para calcular la brecha salarial.
“Se encontró que la brecha salarial de género para el grupo de las personas que trabaja más de 48 horas a la semana es de a 20.3 por ciento. Para las personas ocupadas de 40 a 48 horas es de 18 por ciento; por último, para las personas ocupadas que trabajan de 35 a 40 horas los resultados son cercanos a cero y son no significativos, por lo que no se puede hacer inferencia de este grupo”.
En el estudio también se agregó una estimación de la probabilidad de las mujeres de participar en el mercado laboral. De los resultados destaca que las mujeres casadas tienen una probabilidad 21.5 por ciento menor de participar respecto a aquellas que no están casadas; la presencia de infancias de hasta 5 años y de infancias de 6 a 12 años reduce la participación en 7.1 y 2.8 por ciento, respectivamente, en comparación con aquellos hogares sin infancias.
En caso contrario, se observó que, a mayor escolaridad mayor es la posibilidad de ser parte de la fuerza de trabajo, con una probabilidad de participar 31 por ciento superior para las mujeres con estudios universitarios y de posgrado respecto a aquellas que no tienen la educación básica terminada.
Dados estos resultados, se evidencia que la brecha salarial de género crece dependiendo las ramas de actividad y de ocupaciones, así como si se tiene una jornada laboral más extendida.