En el deporte de Estados Unidos hay refranes que aplican para to-dos los tiempos. Los Yanquis de Nueva York regresaron ayer a la Serie Mundial con aquella respuesta que en 1995 el coach de los Rockets de Houston, Rudy Tomjano-vich, dejó como pista para ganar un trofeo pese a cualquier circunstancia: Nunca subestimes el corazón de un campeón. Con los Dodgers a punto de completar la barrida en el Yankee Stadium, la novena neoyorquina volvió a ser lo que miles de sus aficionados esperan y se llevó el crédito de la victoria (11-4) en el cuarto partido de la final en las Grandes Ligas. La cuenta está ahora 3-1 en favor de Los Ángeles.

El momento más importante de Yanquis llegó con Anthony Volpe, jugador que participó en el desfile de campeones de 2009 y cumplió el anhelo de pegar un grand slam para darle vuelta a la historia en la tercera entrada. Volpe conectó tan lejos la pelota del bate que el pitcher Daniel Hudson, relevo del abridor Ben Casparius, ni siquiera miró hacia el jardín central al conocer de memoria el desenlace. En menos de dos minutos de acción, el campocorto cambió un drama de tres días consecutivos para el público de casa en un estallido multitudinario que hizo cimbrar el Bronx.

Apenas en su primer turno al bate, Freddie Freeman volvió a pulverizar los libros de la Serie Mundial. El toletero empalmó una línea por el jardín derecho para remolcar dos carreras por segundo juego consecutivo, convirtiéndose en el segundo en la historia que desaparece la pelota en los cuatro primeros capítulos de un duelo por el campeonato. El ocho veces All-Star de la liga también entró en un lugar exclusivo al ser el único elemento que se vuela la barda en seis duelos seguidos de la serie, una racha que se remonta a 2021 en el título que ganó con Atlanta ante Houston.

Sacudida de batazos

Después del doble de Mookie Betts con un out, Freeman sacudió un batazo que viajó 433 pies an-te un slider en cuenta de 1-2 del novato dominicano Luis Gil. Cuando alzó la vista, no pudo contener el orgullo de quien cumple su tarea. Fue como si tuviera la teoría de que cada lanzador de los Yanquis sentía más miedo al enfrentarlo. Tras el 2-0 del primer rollo, los neoyorquinos dieron un paso atrás y recordaron que el beisbol es también un juego de póker: nadie quiere irse cuando está perdiendo. Fue en ese momento en que Volpe, fanático del legendario Derek Jeter, hizo valer aquella máxima que advierte sobre subestimar el corazón de un campeón.

Como en una montaña rusa, Nueva York pasó del 2-0 al 5-2 con un chispazo. Luego sufrió otro par de carreras de Dodgers en el quinto rollo, pero entonces el receptor Austin Wells, decidido a no morder el polvo, envió un nuevo regalito para los aficionados en el jardín izquierdo con un cuadrangular que aumentó la ventaja 6-4 en la sexta. El mexicano Álex Verdugo produjo una rayita, con un sólido imparable al igual que Aaron Judge, y el venezolano Gleyber Torres puso la puntilla con un vuelacercas.

Cumplida su tarea en la caja de bateo, los Yanquis movieron el bullpen con mayor tranquilidad. Luis Gil trabajó cuatro completas, con cinco hits y dos bases por bola, mientras Clay Holmes, Tim Hill, Mark Leiter Jr, Luke Weaver y un dominante Tim Mayza coronaron su labor.

En tanto, un fanático fue expulsado del Yankee Stadium, después de arrebatar del guante una pelota a Mookie Betts, jardinero derecho de Dodgers. El jugador saltó junto al muro en territorio de foul e inicialmente atrapó el elevado del venezolano Gleyber Torres en la primera entrada, pero el espectador, en la primera fila y vestido con un jersey gris de visitante de los Yanquis, se aferró a la manopla con ambas manos y sacó la bola.

Torres fue inmediatamente ponchado por interferencia del aficionado. Esta fue la segunda vez que un turno al bate del venezolano es afectado por la irrupción de una persona en las gradas en esta Serie Mundial. Los angelinos tenían una ventaja de 2-0 en la pizarra. La sa-ga entre ambos conjuntos continuará este miércoles por la noche en el Bronx neoyorquino.

(Con información de Ap)

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