Ciudad de México. La víspera de la celebración en la Basílica de Guadalupe millares de personas llegaron desde comunidades lejanas llegado para dormir en los alrededores. Tras el duro trasiego familias comparten lecho en el concreto y soportaron el frío de la madrugada.
Los peregrinos cuentan con tiendas de campaña, cobijas y materiales diversos, como la espuma de embalaje o cajas de cartón abiertas. Llevan cobertores, bolsas de dormir, colchonetas y colchas de distintos tipos como cama y abrigo.
En hileras, las personas descansan en grupos. Se les nota el cansancio en el rostro dormido. En los márgenes del improvisado dormitorio común reposa el calzado de los viajeros. Es variado, pero dominan los tenis. Muchos se ven recientes pero están cubiertos de polvo.
Daniel Pérez García informó a este diario que el costo para llegar que tuvo que desembolsar su grupo de unas 70 personas se acercó a los 30 mil pesos. El organizador de 25 años contó que llevaba tres días sin dormir y para el regreso probablemente sean cinco jornadas con apenas algunas siestas.
El ambiente huele a sudor y polvo; a comida asoleada, a plásticos o telas resistentes pero requemadas o antiguas. Hay quienes se levantan en la madrugada lo hacen con lentitud y cierto sufrimiento. El cansancio les trasmina en el gesto. Los insomnes atisban hacia el atrio. Ya quisieran que se abrieran esos portones.