Naipyidó. Al menos 700 personas murieron y se registran mil 670 heridos después de que un poderoso terremoto de magnitud 7.7 sacudió ayer el centro de Myanmar, y redujo a escombros varios edificios de la región. Los efectos del sismo se sintieron en Tailandia, donde hubo al menos 10 muertos, decenas de desaparecidos y grandes daños materiales en la capital, Bangkok. La junta de gobierno de Myanmar pidió ayuda a la comunidad internacional, mientras el gobierno tailandés calificó el evento como “desastre a gran escala”.

El sismo de magnitud 7.7 ocurrió al mediodía, a una profundidad de 10 kilómetros y a 17 kilómetros de Mandalay, la segunda ciudad más grande de Myanmar, con 1.5 millones de habitantes, donde edificios, puentes y carreteras quedaron destruidos.

En las calles de Naipyidó decenas de personas ensangrentadas se retorcían de dolor, recostadas en el suelo por falta de espacio en los hospitales; un centro médico con más de mil camas fue uno de los edificios más dañados.

“Todos en mi ciudad están en la calle y nadie se atreve a volver a los edificios”, declaró un vecino de Mandalay. Un rescatista de la organización benéfica Moe Saydanar aseguró que había recuperado “60 cadáveres en la ciudad de Pyinmanar”, puntualizó.

El hospital general de Naipyidó recibió a cientos de víctimas. “Nunca vi nada parecido. Estamos intentando manejar la situación”, indicó un médico, que admitió estar “agotado”. Un funcionario describió el centro como una “zona de víctimas en masa”.

El terremoto tuvo lugar en momentos en que la junta militar que gobierna Myanmar está enfrascada en una lucha contra los insurgentes del Gobierno de Unidad Nacional. El general Min Aung Hlaing, líder de la junta, llamó “a cualquier país, a cualquier organización o a cualquier persona a brindar ayuda y donaciones”. Zin Mar Aung, portavoz de la oposición, aseguró que combatientes de las milicias antijunta brindarían ayuda humanitaria.

Amnistía Internacional afirmó que el terremoto no podría haber llegado en peor momento para Myanmar, dada la cantidad de personas desplazadas, la necesidad de ayuda humanitaria y los recortes a la ayuda estadunidense por parte del presidente Donald Trump.

En tanto, en Bangkok, a mil kilómetros del epicentro y donde rara vez tiembla la tierra y menos con tanta fuerza, la gente salió corriendo a la calle presa del pánico, muchos de ellos huéspedes de hoteles salieron en batas y trajes de baño, mientras el agua caía en cascada desde una piscina elevada.

Además, una torre de oficinas del centro de la capital se balanceó durante al menos dos minutos, “con fuertes crujidos de puertas y ventanas”, narraron los testigos.

Imágenes difundidas en redes sociales mostraron una nube de polvo y escombros formándose donde segundos antes se erguía un edificio en construcción de 30 plantas que colapsó dejando al menos 10 muertos y más de cien obreros desaparecidos, de acuerdo con un balance provisional.

Un científico del centro sismológico francés de Estrasburgo señaló que es “anormal” que se produzcan daños tan lejos del epicentro del sismo, pero que “sin duda” están relacionados con la fragilidad de algunos edificios.

El terremoto se sintió en toda la región y se registraron temblores en lugares tan lejanos como China, Camboya, Bangladés e India.

Rusia envió a Myanmar dos aviones con 120 rescatistas, equipos caninos, anestesiólogos y sicólogos para apoyar a las víctimas, mientras el presidente Donald Trump aseguró que su administración brindará asistencia.

A su vez, la Organización de Naciones Unidas desplegó recursos desde su oficina en Dubái, Emiratos Árabes, y la Organización Mundial de la Salud activó su sistema de gestión de emergencias.

La Unión Europea, Francia, India y China, en tanto, también expresaron su disposición para en viar a Myanmar la ayuda necesaria, mientras el papa Francisco declaró estar “triste por la pérdida de vidas y la devastación causada por el terremoto en el sudeste asiático”.

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