Moscú. En lo que va de año, salvo su sorpresiva incursión a comienzos de agosto pasado en la región rusa de Kursk, donde hasta la fecha se mantiene, el ejército ucranio a grandes rasgos ha logrado mantener sus posiciones a lo largo de los mil 200 kilómetros del frente de combates, al tiempo que en la parte de Donietsk bajo su control –equivalente a dos tercios de su extensión cuando empezó la invasión hace dos años y medio– lleva meses, sobre todo los dos últimos, cediendo territorio ante los embates de las tropas rusas, cuyos avances son lentos pero constantes.
En ese contexto, surge la pregunta inevitable: ¿Está perdiendo Ucrania la guerra? Quienes dan una respuesta afirmativa –en primer término los blogueros-Z, como se ha dado en llamar con el distintivo del ejército ruso, la última letra del alfabeto latino, a los promotores de la campaña militar en Ucrania– enumeran que, desde enero y tomando cuenta las localidades consideradas bastiones de las tropas ucranias, Kiev perdió Marinka, después Avdiivka y más recientemente Vuhledar.
Esto hace que la discusión en las redes sociales, entre los partidarios de la “operación militar especial” que lanzó el Kremlin en febrero de 2022, se centre en acertar cuál será la siguiente plaza ucrania en caer, dando por hecho que es una tendencia irreversible, si bien nadie puede poner fecha a cuándo Pokrovsk, aparentemente el objetivo más preciado de los últimos tiempos, engrosará la lista de conquistas rusas.
Además de Pokrovsk, larga es la lista de sitios de relativa importancia estratégica para Ucrania que sufren asedio en el Donbás (Donietsk y Lugansk), aunque el ejército ruso, con superioridad en efectivos y armamento de al menos 3 por 1, no está en condiciones de empezar una ofensiva simultánea, sino ataca por separado y de forma indistinta Konstiantinovka, Dobropolie, Selidovo, Kurajovo, Velika Novosilka, Chasiv Yar y Toretsk, entre otros, según se desprende de los comunicados oficiales del mando militar ruso.
Las ciudades y poblados mencionados –explican, a partir del seguimiento de los campos de batalla que hacen día a día, expertos como Yuri Fiodorov, Ruslan Leviyev, Yan Matveyev o Valeri Shiriayev– son parte de los distintos escalones de defensa que Rusia tendría que superar, y después exponer a su tropas a recorrer decenas de kilómetros a campo abierto a merced de los drones y la artillería del enemigo, antes de poder aproximarse a la zona más fortificada de Donietsk, la de la gran aglomeración urbana de Kramatorsk y Sloviansk con su ramificada periferia industrial.
Dicho de otra manera, para alcanzar la meta fijada por el presidente Vladimir Putin de “liberar” toda la superficie administrativa que tenían Donietsk y Lugansk como parte de Ucrania en 1991 tras el colapso soviético, el ejército ruso –que en los dos meses recientes ocupó ahí 699 kilómetros cuadrados– necesitaría sacar a las tropas ucranias de otros 10 mil 359 kilómetros cuadrados, de acuerdo con Pasi Paroinen, analista del Black Bird Group finlandés, que se dedica a interpretar datos e imágenes geolocalizadas de fuentes abiertas.
No pocos observadores independientes se preguntan para qué el gobierno de Volodymir Zelensky insiste en mantener sus tropas en Kursk, lo que no tiene ningún sentido militar aparte de sonrojar al Kremlin mientras no pueda expulsarlas, al tiempo que se aferra a defender bastiones hasta quedar reducidos a ruinas por el fuego de la artillería y las bombas guiadas de la aviación rusa.
La respuesta la dio Kiev hace poco a través de un reportaje del New York Times desde la capital de Ucrania, que cita a militares de ese país que participaron en la defensa de Vuhledar: es, aseguran éstos, parte de una estrategia que pretende desgastar el ejército ruso, causándole el máximo posible de pérdidas en efectivos y armamento. Por ese motivo, dicen, aguantan todo lo que pueden y abandonan un sitio sólo cuando es inminente el riesgo de quedar rodeados.
Un miembro del Instituto de Estudios Estratégicos adjunto al gobierno ucranio, Mykola Bielieskov, da a entender que se trata de “cambiar territorio por pérdidas rusas”. Kiev confía en que, más adelante, se podrá recuperar el espacio cedido y también en que la temporada de lluvias otoñales va a convertir el terreno en fango intransitable y ralentizar los ataques rusos, mientras llegan las nuevas porciones del prometido armamento de Estados Unidos y sus aliados.