Jerusalén. En Jerusalén, el ataque iraní con misiles contra Israel se vivió de formas muy distintas en función del lugar: con oraciones judías en un aparcamiento, personas consolándose en los refugios y gritos de alegría en un barrio palestino.

Cuando las sirenas se pusieron a sonar, cientos de personas que se encontraban en la estación central de autobuses, en la parte occidental de la ciudad, se refugiaron en el aparcamiento subterráneo, obedeciendo las instrucciones del ejército.

Algunos empezaron a leer los salmos. Otros consultaban sus celulares, tranquilamente, mientras afuera retumbaban las explosiones provocadas por la intercepción de los proyectiles por parte de la defensa antiaérea israelí.

En la superficie, la oscuridad del cielo quedaba iluminada por las estelas luminosas que avanzaban de este a oeste, puntuadas por unos estallidos que resonaban en toda la Ciudad Santa.

En un refugio de Musrara, un barrio del oeste de la ciudad, unos vecinos llaman a amigos y allegados israelíes para preguntarles cómo están y darles noticias.

Un hombre, que prefirió no dar su nombre, dijo a una periodista de AFP: “Nosotros podemos relativizar pero los niños no lo entienden bien”. Él les dio golosinas, “para que no [tuvieran] malos recuerdos”.

Unos niños lloraban mientras las familias seguían llegando, algunas con aspecto sorprendido: no habían oído hablar de la amenaza pese a los reiterados mensajes de las autoridades, divulgados por los medios desde hacía más de una hora.

Un ambiente completamente distinto al que se respiraba en Silwan, un barrio palestino de Jerusalén Este, sector ocupado por Israel desde 1967.

Aplausos y pitidos

“En cuanto los palestinos [del barrio] escucharon las primeras sirenas, empezaron a silbar y luego a aplaudir y a gritar ‘Alahu Akbar’ [“Dios es el más grande”]”, cuando las estelas luminosas de los cohetes iluminaban el cielo negro, contó una habitante de la zona. Aquí, la gente no está en refugios, que tampoco tienen, sino en la calle o en los tejados, añade.

En Jerusalén Oeste, una vez pasó la alarma, Alon, de 17 años, volvió a su pequeña tienda de bricolaje. “Hacía seis meses que no había oído alarmas en Jerusalén”, se limitó a señalar, aludiendo al primer ataque directo de misiles iraníes contra territorio israelí, en la madrugada del 14 de abril. “No tuve miedo”, aseguró.

En Ramala, en Cisjordania, un territorio palestino ocupado por Israel desde 1967, la visión de los cohetes cruzando el cielo, a solo una decena de kilómetros al norte de Jerusalén, fue celebrada con cánticos de alegría, silbidos y un concierto de kláxones, según un periodista de AFP en esta ciudad, que alberga la sede de la Autoridad Palestina.

Según el ejército israelí, Irán disparó “unos 180 misiles” hacia Israel. El ataque dejó un muerto, en Jericó. Según el gobernador de esa ciudad de Cisjordania, se trata de un palestino de Gaza que se había quedado bloqueado en esa localidad desde que empezó la guerra en la Franja, a raíz del ataque de combatientes de Hamas en el sur de Israel el 7 de octubre.

En Israel, dos personas resultaron levemente heridas por el ataque iraní, en Tel Aviv, según el Magen David Adom, el equivalente israelí de la Cruz Roja.

 

 

 

 

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