Ciudad de México. Y de repente, en el Palacio de los Deportes comenzó a sonar la voz de Chavela Vargas cantando La Llorona como preámbulo a la aparición de René Pérez Joglar, nombre real del rapero puertorriqueño Residente, para dar inicio a su concierto en el domo de cobre ante unos 20 mil asistentes.

Quizá el cantante quiso preparar a sus seguidores ya que, de golpe y porrazo, los acordes de René comenzaron a sonar y estremecieron al recinto. En la canción, el boricua narra pasajes de su vida que van de su infancia a la edad adulta, las dificultades que enfrentó desde niño por el trastorno de déficit de atención y el papel que su madre jugó para que pudiera salir adelante. La emoción expresada en las letras se hizo palpable en los asistentes, ya fuera coreando la melodía y otros más no pudieron sino dar rienda suelta a lo que sentían a través del llanto.

En un escenario dividido en dos partes y dispuesto con un par de atriles, como si fuera más un debate político que un concierto, Residente comenzó a soltar sus rimas y versos más duros con Pecador y Music Session 49, grabada con Bizarrap, en la que suelta una tiradera donde los dardos de sus versos se ceban contra la industria musical y los artistas más comerciales, a los cuales acusa de falsedad y ser sólo caras bonitas. El concierto empezaba así con una mezcla de tristeza, rudeza y rabia en sus rimas que, sin embargo, dieron paso a Ron en el piso, canción de su disco más reciente donde, con botella en mano, cantó a la vida y llamó a los asistentes a vivir el momento a momento.

Recordando a Calle 13

No podía faltar que el boricua recordara sus orígenes artísticos con Calle 13 y con un violonchelo marcando los acordes, cantó Baile de los pobres, que levantó de sus asientos y puso a bailar por vez primera al público y luego llegó No hay nadie como tú. Sonó después La cumbia de los aburridos y así dar paso a Atrévete-te-te y El aguante.

La calma musical llegó con Muerte en Hawaii, con ritmos más cercanos al reggae acompañados por los cantos del público. Comenzó a sonar La vuelta al mundo y en la pantalla aparecía una pintura relacionada con la pieza interpretada.

Que acaben las guerras en el mundo

Tras este bloque, el cantante clamó por el fin de los conflictos armados en el mundo, haciendo énfasis en la invasión israelí en la franja de Gaza, la guerra en Ucrania y los conflictos en Myanmar y diversos países de África, saliendo a relucir entre el público las banderas palestinas, de Puerto Rico y México para pasar entonces a interpretar Guerra, un tema que dio la tónica para su siguiente bloque musical, donde se hizo reivindicación de la identidad de América Latina con This Is Not America, cuyas poderosas percusiones lograron cimbrar al domo de cobre y después, precedida de un arreglo de guitarra bastante virtuoso, dar paso a Latinoamérica, sin duda, uno de los himnos de su repertorio.

Un nuevo apartado musical comenzó con Ojos color sol, compuesta con Silvio Rodríguez, un tema en el cual la corista Kianí Medina, tuvo un destacado desempeño, al hacer suyas las estrofas que en la versión de estudio son cantadas por el trovador cubano. También cedió el protagonismo a su corista en Desencuentro.

René agradeció al público y levantó la energía con Fiesta de locos y Vamo’ a portarnos mal, donde la emoción del respetable fue tal que los vasos con líquido que arrojaron cayeron en la consola de audio, dejando sin sonido a los músicos.

Después de una amistosa reprimenda por la situación anterior, el show entró en su etapa final con Problema cabrón y El futuro es nuestro, que con sus ritmos de música balcánica producto de la colaboración con el legendario músico bosnio Goran Bregovic, llevó al público al último baile de la velada.

René y sus músicos salieron del escenario por un breve momento para regresar poco después y rubricar su presentación con 313, en donde la actriz española Penélope Cruz leyó el texto de apertura de dicho tema y en la interpretación de la canción se veía la última acuarela de la noche, dedicada a una amiga fallecida del cantante que inspiró dicha composición.

De esta manera Residente-René cerró un concierto donde hizo un repaso de su trayectoria musical, pero también un viaje personal, del rapero con las rimas más provocadoras y afiladas, pasando por el mensaje político, a un lado más personal, donde las emociones y composiciones mostraron su lado más vulnerable y humano y reafirmaron su lugar dentro de la música latina.

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