Ciudad de México. Nacido en el seno de una familia de campesinos originarios de Michoacán que vivía temporadas en México y Estados Unidos, la vocación de José Hernández quedó definida a los 10 años cuando en su viejo televisor blanco y negro de bulbos se interrumpió la programación para anunciar que la misión Apolo XVII había alunizado.

“Vi a Harrison Schmitt caminar sobre la superficie lunar y luego lo oí hablar. Salí de casa —en California, Estados, Unidos—, era un diciembre frío y vi La Luna, que se veía muy pequeña, por los 400 mil kilómetros que nos separan de ella. Entraba y salía de casa para ver alternadamente la transmisión y hacia el cielo. Dije: ‘eso es lo que quiero ser, un astronauta’”, relató.

Entre ese día que se gestó su sueño y en el que lo logró, transcurrieron 37 años y 11 rechazos de la NASA, contó el ingeniero y empresario estadunidense de origen mexicano, quien este sábado se convirtió en el primer astronauta en participar en la Noche de las Estrellas.

Anunciada como conferencia magistral bajo el título Alcanzado nuevas alturas, fue en realidad una charla informal y amena de poco más de una hora en la que José Hernández se valió de anécdotas y un fino sentido del humor para relatar el largo y en momentos tortuoso camino que recorrió para alcanzar sus objetivos.

Entre otros aspectos, dijo que desde la misma noche que tuvo aquella revelación sobre su futuro, la compartió con su papá, quien no obstante de ser un campesino con estudios hasta el tercer grado de primaria, no sólo lo apoyó desde ese primer momento, sino que incluso le dio una receta de cinco puntos para conseguirlo.

El primero, enlistó, es definir de manera clara la meta; luego, reconocer que tan lejos está uno de ella; otro más, crear una ruta para llegar; reconocer que la clave está en la educación; y el quinto, desarrollar una sólida ética de trabajo, consejos a los que él sumó la importancia de la perseverancia y nunca rendirse.

“¡Ojo, padres, tomen en serio lo que les dicen sus hijos y alimenten sus sueños!”, recomendó el astronauta a la multitudinaria audiencia que se congregó en las Islas de Ciudad Universitaria, para luego referir el severo entrenamiento al que fue sometido dos años para poder viajar al espacio, en 2009, luego de ser seleccionado por la NASA en su decimosegundo intento.

Contó que, entre otras situaciones, debió superar entrenamientos de sobrevivencia en frío extremo, bajo el agua y en la naturaleza, en esta última sin agua ni comida, y sólo con un mapa, un compás y un teléfono satelital para emergencias. “Ahí me di cuenta que la ardilla sabe a pollo”, confesó ante las risas de la audiencia.

La charla de José Hernández fue el punto central del programa de la Noche de las Estrellas de este año, en su 16 edición. Organizada por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), es considerada la fiesta de divulgación científica más grande de Iberoamérica.

Tuvo como sede principal el campus central de esa institución de educación superior, además de 120 más a lo largo y ancho del país.

El encuentro reunió desde las 3 de la tarde hasta las 10 de la noche a una pléyade de astrónomos, investigadores, profesores estudiantes y divulgadores de la ciencia, así como aficionados y público en general, para celebrar a nuestro universo y adentrarse en sus misterios.

Fueron siete horas ininterrumpidas en las que las miles de personas que de forma paulatina fueron colmado las Islas de Ciudad Universitaria se dieron la oportunidad de mirar más allá del horizonte y conocer diversos tópicos relacionados con el espacio exterior y los elementos que lo conforman, mediante charlas, conferencias, experimentos, talleres y la observación con telescopios, además de presentaciones de música, danza y teatro.

El programa de este año tuvo como eje la conmemoración del 90 aniversario del fallecimiento de Maria Salomea Sklodowska, mejor conocida por su nombre de casada, Marie Curie (1867-1934), la primera mujer en obtener el Nobel de Física y Química.

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