Guadalajara, Jal. La escritora y filósofa brasileña Djamila Ribeiro presentó en la Feria Internacional del Libro de Guadalajra, su texto Cartas para mi abuela, en el que aborda cuestiones como la infancia de las niñas negras en su país, el sistema de cosas que empuja a las mujeres a convertirse en seres duros y las diversas violencias que vivió durante su educación universitaria.
El volumen en español, editado por Mandacaru Editorial, tuvo un efecto sanador para la también periodista sobre su crecimiento en un entorno de enorme desigualdad y atravésado por la herencia de siglos de esclavitud.
Riberio recordó que si bien su papá no hizo distinción en general entre sus hermanos varones y las hijas de la familia, su madre fue tan fundamental como él. “Ella me enseñó para caminar con la cabeza erguida” y la inició en el Candomblé, una tradición religiosa afrobrasileña.
Contó que fue muy importante darle la vuelta a lo vivido y “escribir y dirigir estas cartas a mi abuela Antonia, que como madre fue muy enojona, pero como abuela muy dócil. Con ella era un momento en que podía ser niña, nieta, amada, mimada”.
Así, consignó en el volumen un diálogo entre cuatro mujeres: su abuela, su madre, ella misma y su hija, para evidenciar “lo que tenemos que quebrar en nuestro linaje y qué conservar”, por ejemplo, una conducta de su mamá, quien le decía “es mejor que te pegue yo a que te pegue la policía”.
Entonces narra situación compartida en que las infancias de color tenían que ser brutalizadas para prevenir lo que después podría vivir y madres, como la suya. “Aquí hago este ejercicio de entender cómo estas madres muchas veces eran tan duras, que luego ni siquiera pueden amar a partir de este lugar, esta cosa tan autoritaria, tan brutal y tan fuerte”.
Su madre, cuenta en el título: “podía hasta pegarnos si no teníamos los uniformes limpios y planchados y las piernas relucientes”, lo cual se vinculaba conque “cada vez que había un mal olor en el aula, los otros niños decían que debían ser los negros apestosos. Por lo tanto debíamos estar impecables”.
Leyó un par de las cartas en las que explora la relación de sus padres, para entender cómo el luchó para que viviéramos mejor pero como esposo tuvo prácticas criticables.
Refirió que en Brasil, donde existe una población negra de 56 por ciento y donde se abolió la esclavitud más tarde en la historia. “Esta abolición no vino con políticas de reparación. Esa población sale de la esclavitud a lugares favelizados. Las mujeres salen para trabajar en el trabajo doméstica. Mi mamá lo fue, mi abuela también mi bisabuela y su ascendencia fueron esclavas”.
Concluyó: “este libro fue una forma de liberarme de estas prisiones, de estas imposiciones, de lo que esperan de nosotros cuando somos académicas en ese mundo patriarcal. Mi mama tuvo que hacer todo el tiempo, no tenía opción y murió a los 53 años de cáncer. En su certificado de defunción también debieron poner como causa de muerte los efectos del racismo, al igual que en el de mi padre”.
Crear esta narración, comentó, le permitió sanar y honrar a las mujeres de su familia que no pudieron salir de su situación dolorosa ni romper estos patrones que repiten sin darse cuenta.