Washington y Nueva York. Las preocupaciones de votantes por el costo de alimentos y servicios de salud, junto con un efectivo mensaje antimigrante, llevó a la relección de un líder autoritario que ha prometido deportar a millones de inmigrantes con redadas estilo militar, reducir los impuestos a los más ricos, disminuir el tamaño y funciones del gobierno federal, emplear el Departamento de Justicia para perseguir a sus opositores y hasta usar la fuerza militar contra el enemigo interno que identifica como izquierdistas radicales.

Donald Trump fue explícito en ofrecer todas estas propuestas, y 71 millones de personas votaron para que lo hiciera.

Demócratas asombrados y millones de sus simpatizantes –la candidata Kamala Harris recibió más de 66 millones de votos– se quedaron casi sin palabras al tratar de entender y explicar cómo un ex presidente que intentó un golpe de Estado, fue convicto de delitos de fraude y de abuso sexual, que está acusado de decenas de cargos criminales, que habla de manera racista y misógina, y que hasta advirtió que podría ser un dictador por un día, logró ganar la mayoría de los votos de este país.

Comienzan llamados a la resistencia

Para las cúpulas políticas de ambos partidos nacionales, esto es el surgimiento de un fascismo que amenaza al sistema democrático no sólo ahora, sino para los próximos años. Un amplio elenco de líderes republicanos tradicionales, desde el ex vicepresidente Dick Cheney, hasta su hija, la ex diputada Liz Cheney, el Terminator y ex gobernador Arnold Schwarzenegger, cientos de ex altos funcionarios y militares, abiertamente habían alertado que Trump representaba una amenaza fascista. Ellos, junto con toda la cúpula demócrata, también líderes de sectores sociales y organizaciones liberales y progresistas, ya empezaron a enviar mensajes (y pedir donativos) para organizar algo así como la resistencia contra el régimen electo.

Pero con los resultados, ya no es fácil argumentar que esto es anormal. Dejen de pretender que Trump no es lo que somos, escribió Carlos Lozada en el New York Times. Hay tantos intentos para tratar de negar la presencia de Trump en la política de la nación y en la imaginación cultural, de reinterpretarlo como aberrante y temporal. Normalizar a Trump fue una ofensa al buen gusto, a las normas del experimento estadunidense… Ahora ya podemos deshacernos de tales ilusiones, Trump sí es parte de quienes somos. Casi 63 millones de estadunidenses votaron por él en 2016: 74 millones lo hicieron en 2020, y 71 millones en 2024”.

Lo que Trump entendió y que su contrincante demócrata no tanto, es la creciente ira y desencanto con la economía y la inflación después de la pandemia del covid, y las perspectivas económicas inciertas de los estadunidenses comunes. Unos nueve de cada 10 votantes estaban muy o algo preocupados por el costo de comestibles, y unos cuatro de cada cinco estaban preocupados por sus costos de salud, vivienda y gasolina, reportó la agencia Ap al resumir los resultados de su masiva encuesta nacional a boca de casilla.

Una razón mayor por la cual ganó Trump es que dejó claro cómo va a mejorar las vidas de cada estadunidense, y el hecho de que lo puede hacer de inmediato, afirmó Jason Miller, asesor del ganador, en entrevista con NBC News.

 

Efectivo mensaje antimigrante

Con ese mensaje económico, su repudio a cómo funciona el gobierno federal y su mensaje antimigrante, Trump incrementó el nivel de apoyo de casi todos los segmentos de la población. Los sondeos de salida de casillas indicaron que una mayoría de hombres blancos (se esperaba) y mujeres blancas (demócratas apostaron que no) votaron por él, pero tal vez lo más sorprendente para todos fue que el candidato racista y antimigrante logró obtener la mayoría de los hombres latinos. En total, 45 por ciento de los latinos votaron por él, cifra que es la más alta recibida por un candidato presidencial republicano en medio siglo.

El porcentaje de jóvenes que votaron por Trump también se incrementó, relativo a las elecciones anteriores. Un 20 por ciento de hombres afroestadunidenses también votaron por él, el doble del número que en la elección de hace cuatro años. Y amplió el voto para un republicano en varios bastiones demócratas, incluso en la ciudad de Nueva York. Éste ya no es el viejo Partido Republicano, el presidente Trump ha logrado rehacerlo por completo para ser ahora el partido de la clase trabajadora, afirmó Miller.

La elección también es registro de fracasos colosales de los sindicatos nacionales, organizaciones liberales y progresistas, agrupaciones de mujeres, latinos, afroestadunidenses y otras bases de los demócratas en convencer a sus filas de por lo menos votar en contra de un populista derechista que amenazaba todos sus derechos y apoyar a Kamala Harris. Pero todo indica que fracasaron, en parte, porque la vicepresidenta ofrecía más de lo mismo, sobre todo en el ámbito económico.

El genocidio en palestina, factor contra la demócrata

En el estado clave de Michigan, que Harris necesitaba para un posible triunfo nacional, pero que acabó perdiendo, otro factor clave fue la guerra de Israel contra los palestinos apoyada de manera incondicional y con envíos de armas de Harris y su gobierno con Joe Biden. En Dearborn, la ciudad con una de las comunidades árabe-estadunidenses más grandes del país, los votantes rechazaron a la demócrata. No puedo votar por una mujer que apoya el genocidio, comentó un votante en Michigan a La Jornada.

Lo que irritó a muchos simpatizantes de Harris es que, a diferencia de ésta, Trump no ofreció propuestas detalladas ni funcionales. Pero entrevistas de La Jornada con simpatizantes de Trump en dos de sus mítines indican que sus bases no necesariamente creen que él tenga todas las respuestas. Yo no sé si puede lograr todo lo que dice que quiere hacer, pero por lo menos está hablando de nuestros temas y lo está intentando, dijo un simpatizante en un mitin en Virginia la semana pasada.

No todos están sorprendidos con el resultado. El senador socialista democrático Bernie Sanders advirtió que el Partido Demócrata necesitaba proponer una transformación del sistema económico para el beneficio de las mayorías y no sólo para el 1 por ciento más rico; algo que Harris no hizo y que podría explicar en parte su derrota.

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