“Tenemos que buscar de dónde sacar pa’ los frijoles”, dice Eloísa Juárez Cruz, rarámuri originaria de Creel, Chihuahua, quien desde hace 30 años se dedica a la costura, principalmente a la confección del traje típico tarahumara. Ella es una de las cientos de participantes en la cuarta edición de Original: Encuentro de Arte Textil Mexicano, en el Complejo Cultural Los Pinos.

Mientras borda un pajarito amarillo en la pechera de una blusa con mangas abullonadas, cuenta a La Jornada que se involucró en la confección de prendas de vestir desde los 13 años, y las primeras piezas que elaboró fueron chales. No sé por qué, pero a mí me gustaba mucho traerlos así, bien bordados con flores, con animales del campo.

Al principio, hacía todas las prendas a mano, bien apurada terminaba un traje completo en 15 días; ahora, con la máquina es más rápido, pero siempre lleva su tiempo. Antes, tampoco usaba cinta métrica, con la misma tela medía a la persona, le ponía una marca con un hilo, y cortaba.

Tres décadas después de que su madre le enseñó a coser, Juárez Cruz trabaja ahora con 18 mujeres de Palanachi, Chihuahua, a quienes transmite sus conocimientos en torno a la aguja y el hilo. Allá no hay trabajo, lo único es la pisca de manzana.

Este año ha sido el segundo con la mayor sequía en la región. Las cosechas de maíz, papa, frijol, chícharo y haba se perdieron. Está muy seca la tierra, unos levantaron un poco, pero yo nada, puro rastrojo. A los que mejor les fue, sacaron cuatro costales, y eso no alcanza para nada.

En ese contexto, Juárez Cruz asegura que la costura es una alternativa para las familias de la sierra de Chihuahua: Con lo poquito que sacamos, compramos frijol, maíz o jabón.

La artesana celebra que Original: Encuentro de Arte Textil Mexicano se vaya a realizar cuatro veces al año, como propuso la presidenta Claudia Sheinbaum en la reunión que tuvieron con ella el miércoles. “Eso es muy bueno, porque en nuestro pueblo no vendemos nada. No tenemos local ni tienda, ni hay turismo. Pero si se repite, podremos vender más y ayudar a las mujeres del grupo.

Ahorita estamos esperando los días 12, 24, 31 de diciembre, y el 6 de enero; si nos va bien, con las ventas nos vamos a poner contentas, porque con eso ya tenemos qué comer.

Muñecas de Chilapa

Otra de las participantes en Original, Primitiva Celestino Santiago, nahua de 50 años y originaria de Tepozonalco, en Chilapa de Álvarez, Guerrero, divide su tiempo entre el cultivo de la milpa y la elaboración de muñecas de tela que retratan fielmente la vestimenta tradicional de la localidad donde vive.

Trajimos 80 piezas para vender, cada una en 600 pesos. Llevan listones, encajes, hilo de algodón, estambre y tela. Queremos que nos apoyen comprándolas para que podamos conseguir algo de dinero, indicó la artesana.

Lo que más destaca de las piezas es el plisado milimétrico en la blusa y la falda, que se realiza manualmente. Celestino Santiago considera que organizar encuentros para la venta de sus artículos es bueno, pero refirió que las cinco mujeres con las que trabaja necesitan que nos apoyen con las máquinas de coser, porque no tenemos; nos las rentan, y nos cobran 100 pesos por cada muñeca.

Trajes tehuanos

La artesana Marbella Sánchez Jiménez, de 24 años, es originaria de Santa María Xadani, Oaxaca. Se inició en el bordado del traje tradicional tehuano a los 12 años, cuando su madre le enseñó sus primeros remiendos.

Para la joven, lo más difícil del arte textil es quitarse el miedo, porque una vez que te lo propones, todo es posible. Se trata de manejar la aguja y sacar la puntada, luego es sólo cuestión de práctica, y lo que en un inicio te tomaba horas, se hace en cuestión de minutos.

Mientras da forma a una flor en tonos lilas, cuenta que un traje de tehuana, con dos lienzos con ocho flores, podría tomar hasta seis meses para confeccionarse.

Marbella Sánchez cursó la licenciatura en química farmacéutica biológica en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM); la venta de textiles permitió a su familia costear sus estudios. Así que cuando tengo tiempo libre, vengo a trabajar con ellos.

La joven está consciente de que no a muchas personas de su edad les interesa involucrarse en esta actividad; sus dos hermanas menores no practican la costura. De sus seis primas, sólo dos muestran interés.

Antes, las familias enseñaban esto a sus hijos, pero ahora el alcance es muy poco.

El taller de Diseños Marbella está improvisado en la casa de su abuela, no tienen tienda, y sólo levantan algunos pedidos por Facebook. Agradecemos que se nos brinde este espacio en Los Pinos para colocar nuestras piezas.

La joven costurera contó que cuando su familia se reúne en torno a los bastidores de más de un metro, cada puntada va acompañada de una charla donde se expone lo que pasa en el pueblo y lo que pasa con la familia; es un momento de cohesión social.

Punto de cruz

Margarita González Flores, de 49 años, y originaria de Chicontepec, Veracruz, aprendió la puntada de cruz de la mano de su suegra, Bagelia Martínez Bautista. Con el tiempo, se dedicó a perfeccionar el bordado: cuando yo llegué con ella, a los 15 años, todavía cruzaba el hilo en la parte posterior, ahora ya no.

En el bordado de las blusas de esta región del norte de Veracruz abundan figuras como los copaleros, el Tepeyóllotl (deidad prehispánica), los gallos, la flor de la calabaza, las palomas, águilas y caballos. Los colores de los hilos son brillantes y están organizados en combinaciones contrastantes.

Para esta mujer, bordar es como una terapia, te olvidas de todo y te concentras en tus figuras. Cuando termino una prenda me siento feliz, porque pienso que con eso me voy a ganar unos pesos y no voy a depender tanto de mi esposo.

Las blusas de González Flores se confeccionan a primera hora de la mañana, desde el patio de su casa, en una ladera del cerro Ixcacuatitla, a 745 metros de altitud, lo que deja a la vista los campos de naranja que copan la huasteca veracruzana.

Hago mi ropa en el corredor, de espaldas al cerro, muy bonito, porque ves todo verde, sientes el aire, y ves las aves volando.

Esta costurera ha transmitido sus conocimientos a sus hijas, Etna Jazmín, Nilda Janet y Linda Abigail, pero acepta que a las nuevas generaciones no les interesa como antes.

Las niñas ya no quieren hacer esta actividad, se entretienen mucho en el teléfono y en otras cosas. Por eso estamos tratando de transmitirles el valor de nuestro trabajo, para que se interesen.

Margarita González Flores y su suegra, Bagelia Martínez Bautista, fueron incluidas en el libro Grandes maestros del arte popular mexicano; 20 años, de la colección de Fomento Cultural de Citibanamex.

En el primer día de actividades de Original: Encuentro de Arte Textil Mexicano, en la plaza que se encuentra en el helipuerto del Complejo Cultural Los Pinos, se observa a familias, grupos de mujeres de edad avanzada y algunas jóvenes, charlar con las maestras artesanas y adquirir las prendas, las cuales también son muy apreciadas por los turistas que recorren los puntos de venta.

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