Había signos preocupantes por la repentina salida de Fernando El Toro Valenzuela de las transmisiones de radio en español con los Dodgers. Tras días de especulaciones, la propia organización publicó un breve comunicado en el cual se confirmaba un adiós al mejor lanzador mexicano en la historial del beisbol.
Los Dodgers de Los Ángeles lamentan el fallecimiento del legendario lanzador Fernando Valenzuela
, fue el mensaje histórico que sacudió al deporte internacional.
Valenzuela se va a alejar de la cabina de transmisión de radio de los Dodgers por el resto de la temporada para enfocarse en su salud
, había escrito la franquicia angelina días atrás.
Él y su familia verdaderamente aprecian el amor y el apoyo de los aficionados. Hará todo lo posible para regresar en la temporada del 2025. Su familia ha pedido privacidad durante este tiempo
, añadió.
Sin embargo, el aspecto desmejorado de El Toro y los rumores de que se encontraba muy delicado previnieron sobre este desenlace.
Valenzuela, quien falleció a los 63 años, dio el gran salto cuando firmó en 1979 con los Dodgers de Los Ángeles para debutar en 1980 y ahí empezó a fraguar una carrera legendaria que duró una década con esa casaca. Fue premio Cy Young y Novato del Año de manera simultánea. Ganó dos Series Mundiales, en 1981 y 1988; fue seleccionado en seis ocasiones para el Juego de Estrellas. En la Liga Nacional lideró en número de ponches con 180, 11 juegos completos, ocho blanqueadas y 192 entradas en las que trabajó en el montículo.
Inolvidable
Fernando Valenzuela será inolvidable por diversas razones más. No sólo por las hazañas deportivas que permanecen intactas y aún una multitud de fanáticos puede revivir en la imaginación aquel juego magistral de Dodgers contra Cardenales en 1990, cuando El Toro lanzó un juego sin hit ni carrera. Nueve entradas en las que el serpentinero mexicano empleó al máximo su brazo, ponchó a siete y dejó una de las salidas más memorables en el rey de los deportes. También su impacto es incomparable, pues detonó un fenómeno que se conoció como la Fernandomanía y cuyos efectos tuvieron influjo en la identidad de muchos mexicanos en Estados Unidos.
El furor que provocó Valenzuela en su época de jugador rompió barreras impensables para un mexicano en las Grandes Ligas de Beisbol hace 40 años. Para comprender la magnitud de lo que representa El Toro Valenzuela en los Dodgers de Los Ángeles y para el beisbol mexicano, hay que remontar cuatro décadas. Poner los sentidos en el comienzo de los años 80, en su ambiente social y sus formas de consumo. Detenerse sólo en las valiosas estadísticas de un deporte que registra todo en cifras, sería olvidar el impacto inédito que tuvo ese pelotero nacido en Etchohuaquila, una ranchería de Navojoa, en Sonora.
Valenzuela ni siquiera tenía el aspecto de un atleta como los que hoy dominan en las Grandes Ligas. El Toro era un joven moreno, robusto y melenudo que bien pudiera ser el primo de un mexicano promedio.
El escritor mexicano-estadunidense Michael Jaime-Becerra publicó para Los Ángeles Times que el impacto que tuvo en la comunidad migrante, o en sus descendientes en aquel país, fue decisivo en la construcción de una identidad positiva.
El también profesor universitario cuenta que de niño sentía una cálida familiaridad al ver a un beisbolista que se parecía más a su tío que a los peloteros que solía seguir en el campo de juego de aquel entonces.
Como lanzador tuvo la mejor estadística de 1981 a 1986, lapso en el que fue integrante infaltable en el Juego de Estrellas por la Liga Nacional y en dos ocasiones (1981 y 1988) ganó la Serie Mundial. Pero la contratación de Valenzuela por los Dodgers fue estratégica no sólo en términos estrictos de beisbol, donde como se ve fue notable, sino también porque en la ciudad de Los Ángeles sirvió como un poderoso emblema que interpeló a la creciente migración mexicana.
Y empezó la Fernandomanía en Estados Unidos y México en 1981, apenas un año después de su debut en Grandes Ligas. Un fenómeno hasta ahora irrepetible donde un jugador de beisbol se convierte en una estrella rutilante. La comercialización de la imagen de El Toro no tuvo límites. Aparecía en un comercial de la época de Corn Flakes. ¿Existía en aquella era un ritual más asociado a la cultura estadunidense que desayunar hojuelas de maíz? Y ahí estaba Valenzuela para darles los buenos días a una familia mexicana en Estados Unidos. El mismo Jaime-Becerra evoca a Fernando enfundado en chamarra de gamuza con flecos en las mangas y encabezando el desfile navideño, ¿en dónde más?, pues en el lado Este de Los Ángeles, el histórico sec-tor de la migración mexicana en aquella ciudad.
En México, era una estrella que lo mismo aparecía en entrevista el noticiero más visto en aquellos años, que como personaje del comediante Charly Valentino, quien imitaba al Toro de Etchohuaquila. Trataba de replicar su peculiar manera de hablar, un tanto parca y de monosílabos. Y como en este país nada parece cobrar verdadera dimensión de épica si no tiene un relato musical, hubo melodías guapachosas y sones que cantaron las hazañas del sonorense en los montículos de las Grandes Ligas.
Tiberio y sus Gatos Negros grabaron una sabrosa cumbia que seguramente amenizó infinidad de bailes callejeros o sirvió en las sagradas pistas de alguno de los populares salones de baile ochenteros.
Fernando, Fernando /grita la gente /Fernando, Fernando /con emoción, canta un coro guapachoso. Orgullo para nosotros porque somos mexicanos / Para seguir el ejemplo que de esta gente necesitamos /a Fernando Valenzuela mi cumbia le canto yo /y que Diosito lo cuide para que llegue a ser el mejor
, remata la orquesta.
Desde luego que también hubo corridos, la crónica popular más efectiva. Un son del zacatecano Rafael Buendía también honra la historia del serpentinero sonorense. Los violines veloces acompañan un contrabajo muy ameno que invita al zapateo.
Mi canto va por Sonora y el yaqui privilegiado es Fernando Valenzuela, el pítcher más afamado /en las Ligas del beisbol los Dodgers marchan al frente /cuando picha Valenzuela no deja juego pendiente, dice una estrofa y remata: La raza con emoción le grita vive paisano /ya se ganó el corazón del mexicoamericano
.
El seis veces All-Star logró ganar al menos 10 juegos y realizar al menos 25 aperturas en nueve campañas con los Dodgers. Redondeó una foja de 21-11 con efectividad de 3.14 en 1986, con 20 juegos completos para quedar segundo detrás de Mike Scott en el voto por el Cy Young.
Deuda saldada
La última actuación de Valenzuela en las mayores fue con San Luis en julio de 1997. Finalizó su carrera con marca de 173-153 y efectividad de 3.54 en 453 juegos, incluyendo 424 aperturas.
A pesar de ser un referente con Dodgers, el dorsal 34 de Valenzuela no fue retirado de manera oficial hasta apenas en agosto 2023. Algo que resultaba increíble por el peso que tiene su figura en el equipo. Era una deuda que fue saldada por el incuestionable peso de El Toro para la organización angelina.
En noviembre de 2020, Valenzuela charló con La Jornada y se le preguntó si le parecía injusto que su dorsal no fuera retirado de los Dodgers. Disimuló su sentimiento verdadero y sólo respondió que se debía a una tradición en el equipo. En esa novena sólo se habían cancelado los números de los pelo-teros que forman parte del Salón de la Fama. El sonorense no goza de ese privilegio por cuestiones de fría estadística, es decir –dijo El Toro– que al parecer las cifras que tuvo no les parecían suficientes para incorporarlo.
Nadie lo ha usado después de mí en el equipo
, respondió a este diario en aquel entonces. Para Dodgers había una política muy rígida y era necesario ingresar en el Salón de la Fama para que se haga ese homenaje. Ya han pasado muchos años para ser elegible y sin embargo no me han votado. Eso no es importante, no tanto como ser recordado por la gente, porque ahí sí tengo un premio que pocos gozamos
, agregó satisfecho en aquella entrevista.
Y cuando parecía descartada la posibilidad de que el número que portó en una década con Dodgers fuera retirado, la organización decidió retirar el mítico 34.
En febrero de este año, el equipo de Los Ángeles reconoció que la aportación de Valenzuela era mayúscula para merecer la distinción y recibió por fin el reconocimiento al pelotero mexicano más importante en las Grandes Ligas.