Hace poco más de 40 años “había más periodismo, por decirlo de alguna manera, pues además de los grandes diarios, estaban otros como El Figaro, Cine Mundial, El Redondel, la segunda de Ovaciones, el Últimas Noticias, el Extra. Hoy es una cochinada, cualquiera es difusor de noticias y de no noticias; están por otros lados. Ante ese panorama, qué importante es que exista La Jornada, porque le da su lugar a los lectores”.

Así lo considera don Ernesto Cortés Nolasco, quien a sus 81 años mantiene una costumbre que inició hace cuatro décadas: acudir muy temprano al puesto de periódicos cercano a su casa para conseguir el ejemplar del día de su Jornada.

Ahora está jubilado de una empresa papelera y tiene tiempo libre para conversar cada mañana con Angélica, la señora que atiende el expendio, porque ella también es asidua lectora jornalera y de que sabe, sabe. Con tan sólo mirar las portadas de los diarios ella identifica qué representa cada medio y qué intereses defiende. Esto también confirma que el pueblo es sabio y los tontos son aquellos que no consideran a esas personas a su nivel porque no son de alcurnia, y no hablo del intelectual, sino del nivel de pipa y guante, que presumen, quienes dicen, por ejemplo, que no importa si la población no entiende sus análisis, pues ellos tienen la razón y punto. No es así. El pueblo lee, está informado.

Más que gran lector, don Ernesto explica que durante toda su vida le ha gustado saber un poquito más de lo que sucede en el mundo, “porque así tenemos la oportunidad de platicar con otras personas, ya sea para compartir intereses mutuos o, como dice el Presidente, para saber qué contestar a los adversarios. Bueno, a veces ya ni les contesto porque son tan, tan necios, y aclaro que no soy seguidor de López Obrador, pues cuando él tenía 7 años yo ya gritaba: ‘¡Cuba sí, yanquis no!’”

Vecino de Coapa, en el sur de la Ciudad de México, narra que tuvo la fortuna de comenzar a trabajar de mensajero cuando tenía 17 o 18 años, en la agencia de noticias Prensa Latina (fundada en 1959, luego del triunfo de la revolución cubana). La sede en México se encontraba en la calle de Atenas 40 y 42, segundo piso, en la colonia Juárez.

“Trabajar en un medio de comunicación, donde hay información, es muy bueno, ya estés del lado de la liberación o de la oposición. En mi caso, en Prensa Latina me gustó que me trataron como a una persona, como a un igual aunque era un jovencito. Ahí conocí al maestro Mario Gill, a Gabriel García Márquez, pero, sobre todo, ese lugar me hizo poco a poco quitarme el velo, aprendí a esclarecer.

“En el 68, por ejemplo, Gustavo Díaz Ordaz en vez de recibir a los jóvenes del Comité de Huelga, como era su responsabilidad por su posición de gran Presidente, a quien recibió fue al torero Manolo Martínez, y esa era la nota que destacaban los periódicos.

“Al otro día del 2 de octubre, mi credencial de trabajador de Prensa Latina me salvó de una golpiza. Salíamos de trabajar a las 11 de la noche, me iba caminando a mi casa en la colonia Prohogar. Iba por el camellón y me alcanzaron corriendo tres o cuatro policías. A cada joven que veían lo pescaban y lo golpeaban antes de subirlo a una julia. Cuando me detuvieron me preguntaron por qué andaba en la calle a esa hora, les dije que salía de trabajar y les mostré mi credencial, de inmediato me soltaron.

En esos tiempos también me di cuenta de que sí es cierto cómo pintan los moneros a los granaderos con su macana: como gorilas, no exageran.

Desde que llegó a mis manos, no lo he dejado

Entre sus recuerdos de juventud, llega a don Ernesto la memoria de los años 80: “Conocí el periódico El Popular, que estaba en Basilio Badillo; El Día, en avenida Insurgentes centro; el Unomásuno, y en 1984 La Jornada. No sé exactamente en qué momento llegó a mis manos un ejemplar, pero desde que eso sucedió, no he dejado de leerlo. De inmediato todos supimos que era un diario concebido por grandes hombres y mujeres, intelectuales y periodistas de buena cepa, conocedores de lo que pasaba en el país, sabían (y saben) de lo que escriben. Los fundadores eran unos maestros; desafortunadamente, muchos se han ido.

“Ustedes tienen una gran biblioteca en el acervo de su periódico para volver a sus maestros, no los olviden, y también echen un ojo a sus mismos escritos. Porque el periodista es el historiador del futuro, el que documenta la historia todos los días en cualquier país, y lo único que como lector les pido a todos, es que digan la verdad, no hay que darle mucha vuelta a la vuelta, no hay que cambiar el contexto a la verdadera noticia, saquen una foto a lo que realmente está pasando.

“Me quedaría muy corto al hablar de lo que significa La Jornada para México, pero los lectores sabemos que es un diario que tiene principios.”

En la actualidad, don Ernesto sólo compra La Jornada, es el que más se vende, lo compruebo todos los días, pero antes le echa un ojo a los otros periódicos y los comenta con su amiga voceadora, y “juntos nos reímos de lo tendenciosos que son algunos, pues la señora tiene cabeza. Por eso considero que AMLO ha hecho una gran lucha por informar con su mañanera; es La Jornada en televisión. Ha dejado un gran camino a Claudia Sheinbaum, con menos piedritas, pues los ricos siguen siendo ricos y muy ricos, y no van a cejar en su batalla por regresar al poder”.

Para concluir, nuestro querido lector manda una felicitación especial a Carmen Lira Saade, directora de este diario, con motivo de los 40 años que cumplió La Jornada el 19 de septiembre, “porque ha sabido llevar muy bien las riendas del gran periódico que todavía mantiene mucha pulcritud en las noticias, lo cual no es fácil, porque seguramente muchas veces se le ha acercado más de uno para proponerle: ‘aquí tienes 100 millones de pesos, te compro el periódico’. También felicito a todos los jornaleros y que vengan más años, no de su periódico, sino de nuestra Jornada”.

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