El manga Los samuráis de México: La verdadera historia de los primeros inmigrantes japoneses en Latinoamérica, escrito por el diplomático Hisashi Ueno, con la colaboración del investigador Sergio Hernández Galindo y de la Asociación México Japonesa, es una revisión histórica de los sufrimientos, lucha y pasión que estos primeros visitantes asiáticos tuvieron para establecerse en México cuando era éste ya una nación independiente.

En entrevista con La Jornada, el ministro de la embajada de ese país, Tsukasa Hirota, y el maestro Hernández Galindo hablaron sobre esta complicada, pero fructífera travesía que se narra en este libro.

Cuando nos presentaron la historia quedamos maravillados al saber de estos primeros inmigrantes que no la pasaron nada bien a su llegada: fueron abandonados por el proyecto por el que venían, no habían hecho investigaciones sobre el terreno en Chiapas y, para colmo, no tenían muchos recursos, refirió el diplomático japonés.

La edición fue realizada por la Universidad de Kyoto Seika, ilustrada por Konohana Sakuya y publicada por el Kyoto International Manga Museum. Los creadores pensaron en darle formato del manga al ser una de las lecturas más populares entre los jóvenes. Además, está escrito en español y japonés, y será repartido en universidades niponas.

El libro narra el arribo del grupo Enomoto, conformado por 36 jóvenes migrantes, que llegaron en barco a México como parte de un programa para plantar café en la zona cercana al Soconusco. El proyecto fue organizado por el vizconde Takeaki Enomoto, durante el periodo Meiji (1868-1912).

La travesía, que se inició en marzo de 1897, duró más de dos meses; cuando llegaron a Chiapas, ya había pasado la temporada para sembrar. Con el fuerte calor, enfrentándose a la fauna y posteriormente a la falta de recursos, decidieron dispersarse para sobrevivir. Tras adaptarse y habitar en comunidades de esa entidad, se dio un evento que complicaría todo a escala nacional: la Revolución Mexicana.

Mientras los japoneses sobrellevaban las condiciones de este conflicto interno, sin tomar partido comenzaron a ayudar a reconstruir los poblados cercanos, lo que los volvió pilares de esas comunidades. Cuando por fin llegó la paz, los japoneses informaron al gobierno mexicano que decidían rechazar la compensación que se les ofreció por la destrucción de sus bienes materiales como fábricas, tiendas y empresas.

Civilizaciones similares

El ministro Hirota aseguró que, a pesar de tener una estancia muy breve en México, pues llegó hace poco menos de un año, supo que era una historia que hermanaría más a los pueblos de México y Japón, porque ambas sociedades son luchadoras y perseverantes.

Comentó que es muy importante la similitud entre ambas culturas y su relación histórica, pues “cuando abrimos las puertas al resto del mundo en el siglo XIX, Japón y México realizaron el tratado de Amistad y Comercio; esto fue un parteguas, debido a que fue el primero que tuvieron ustedes con un país asiático, y para nosotros fue el primero que tuvimos con una nación no asiática.

Los japoneses y los mexicanos siempre nos hemos apoyado en tiempos difíciles. Acá, con la Revolución Mexicana, y en nuestro caso con las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial. México nunca nos ha cerrado las puertas y nos ha apoyado al grado de que ayudaron mucho cuando comenzamos a formar parte de la Organización de Naciones Unidas, evocó Tsukasa Hirota.

Por su parte, Sergio Hernández Galindo, investigador de la Dirección de Estudios Históricos del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), y académico experto en la migración japonesa a México, aseguró que esta historia es un claro reflejo de la gran hermandad de ambos pueblos.

“La relación entre ambas culturas no tendría alma si no contamos la historia de estos primeros migrantes que llegaron a nuestro país. Decidimos que el libro tuviera la palabra ‘samuráis’ porque remite al espíritu que no se rinde fácilmente. Lo vemos en las farmacias, tiendas de abarrotes, maquilas y demás que crearon estos extranjeros y que posteriormente serían un apoyo importante y útil para la población local.”

Durante la Segunda Guerra Mundial, en 1941, Estados Unidos pidió al presidente Manuel Ávila Camacho que reuniera a los ciudadanos de origen japonés que estaban en su territorio y los reubicara en campos de concentración para vigilarlos. México se negó, y lo más que permitió fue instalarlos en las grandes ciudades.

Los nipones en Estados Unidos fueron internados en 16 campos de concentración, donde fueron retenidos más de 100 mil personas. La mayoría ya eran ciudadanos, pero se vieron atrapados en una lucha racial antinmigrante.

En México, los japoneses sólo tuvieron que reportarse con las autoridades sobre sus actividades; estos registros están resguardados en el Archivo General de la Nación. Ya no es historia de ese país asiático, sino nuestra, porque ya eran nuestros connacionales, aseguró el experto.

Crearon escuelas, plantas eléctricas, tiendas, farmacias-boticarias y fueron hasta doctores de los pueblos, eso los hizo ser muy queridos; incluso, les crearon un monumento. Llama mucho la atención ver una efigie con kanjis en medio de un pueblo chiapaneco, agregó alegre Hernández Galindo.

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