Ciudad de México. Nadie lo mencionó por su nombre, pero su presencia se sintió a lo largo de las dos horas que duró el debate, para bien o para mal. Las políticas del presidente Andrés Manuel López Obrador fueron citadas, ya que a partir de ellas se puedan conquistar a potenciales votantes. Y nadie habló de eliminarlas. Eso sí, filias y fobias según el lado que se mirara: Claudia Sheinbaum hizo suya la proclama obradorista del humanismo mexicano, mientras el reproche machacón de Xóchitl Gálvez: Tú no eres AMLO, ni siquiera su carisma tienes.

Fue un duelo verbal que incluyó pancartas y fotografías como apoyo didáctico para apuntalar dichos, pero muy pocas propuestas concretas.

A las 8 de la noche comenzó el debate y se echó a andar la confrontación. Fueron 109 minutos distribuidos rigurosa y equitativamente.

En los procesos electorales el tiempo es aún más relativo. Y para Gálvez se tornó como un insumo vital, como si necesitara oxígeno suplementario. Su rostro endurecido reflejaban tensión y nerviosismo. No pocas veces el temblor de sus manos fue perceptible y evidente su falta de concentración, mientras los segundos corrían y lanzaba dardos a su oponente con un rosario de adjetivos: fría, insensible, la dama de hielo…

Contenida para no usar las incorrecciones verbales que la caracterizan, Xóchitl fue endureciendo los epítetos hasta rubricar: “el Presidente te puso ahí, te llamo corcholata, pero te quiere de tapadera de las corruptelas de su gobierno”.

Vestida del color de su partido, Sheinbaum no se salió de su estrategia. A ratos sonriente, siempre relajada, no depuso una coma a su plan para la ocasión: jamás llamó por su nombre a su principal contrincante, siempre apeló a “la candidata del Prian”, como preámbulo para responder acusaciones y contratacar sin la beligerancia de aquella, salvo cuando la llamó mentirosa y corrupta.

El emecista tiró por igual

Paradojas del destino, el emecista Jorge Álvarez Máynez tuvo en suerte estar en el centro del escenario, desde el cual presenció el cruce de acusaciones entre las candidatas. Ninguna de ellas malgastó un segundo en él, mucho menos en responder acusaciones, aunque al aire él tuvo el prurito de atacarlas por igual.

Con su campaña naufragando en las universidades, dijo estar feliz al final del debate. Fue su noche de estar por primera vez ante las masas para presentarse en sociedad. Para el INE, el tiempo también fue un problema. Acorde con la improvisación que prevalece en el organismo, el reloj se convirtió en otro motivo de discusión y generó el reproche de Sheinbaum hacia los moderadores, alertando en dos o tres ocasiones sobre la incorrecta medición en favor de Gálvez: hasta el tiempo se quiere robar le achacó a la panista los errores.

Es una falla técnica, acotó el moderador Manuel López San Martín.

Gálvez amplió su baraja de acusaciones para recorrer diversos flancos de Sheinbaum: el Colegio Rébsamen, la línea 12 del Metro, su política frente a la pandemia (eres de una negligencia criminal, endureció aún más las imputaciones ) y hasta endilgarle comportamientos de diversos personajes de la Cuarta Transformación y hasta de los hijos del Presidente.

Siempre he estado al lado de las víctimas, lo que es realmente deleznable es lucrar con el dolor de las victimas, respondió Sheinbaum.

La candidata de Sigamos Haciendo Historia fue directa en sus imputaciones de corrupción y mentira hacia Gálvez, recorriendo sus ligerezas en ofrecer la donación de una casa al Colegio Salesiano, en omitir en sus declaraciones patrimoniales una de las empresas y hasta de residir en una vivienda vendida por el cártel inmobiliario.

En medio del fuego cruzado entre ambas, las preguntas ciudadanas incorporadas en el formato se convirtieron en una pausa para el sosiego en la presentación de sus fórmulas mágicas para el futuro del país. Apenas unos minutos para describir su visión sobre los ámbitos que abarcó el debate: educación, salud, corrupción, transparencia.

Un desastre de país, para Gálvez. Un pasado pletórico de corrupción y privilegios que se está en trance de corregir, para Sheinbaum.

Los moderadores López San Martín y Denise Maerker dieron por concluido este ejercicio democrático. Aún con los ánimos encendidos, las candidatas se concedieron una breve tregua para despedirse de forma civilizada: un beso y un abrazo finiquitaron el encuentro.

Era momento para que adeptos y seguidores se lanzarán en busca de posicionar su posverdad en torno a lo ocurrido en la sede del INE.

El preámbulo

En medio del revuelo, dentro del instituto sus consejeros continuaron con su disputa intestina. Sin importar las restricciones técnicas de acceso al escenario central, la presidenta Guadalupe Taddei ejerció su investidura para asegurarse cuatro espacios en el salón central y tener una vista privilegiada desde el mismísimo set.

Empecinada, desdeñó las sugerencias de sus pares de la necesidad de estar en el auditorio alterno para no quedarse incomunicada. Para cumplir su propósito se hizo acompañar de Rita Bell López, Norma Irene de la Cruz y Jorge Montaño, sus afines en las batallas internas.

Fue una decisión personal, acotó la presidenta de la Comisión Temporal de Debates, Carla Humphrey, para dar por saldado este nuevo diferendo, quien junto con otros seis compañeros vieron el debate en el auditorio institucional.

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