Un día después de las tumultuosas mañanitas a la Virgen de Guadalupe, este jueves los alrededores de la Basílica amanecieron convertidos en un mercado improvisado, donde la fe, el consumo y las quejas se entrelazaron.

Inundados de música y oraciones, los puestos de venta se multiplicaron como por arte de magia: desde ropa con estampas religiosas hasta antojitos mexicanos y recuerdos de la Virgen. En un corte preliminar, a las 18:30 horas, la plaza Mariana había recibido a 12.1 millones de peregrinos.

Los comerciantes, en su mayoría provenientes de diversas partes del país, montaron sus puestos con gran rapidez. La oferta fue variada: escapularios, pulseras y novenarios por 10 pesos, veladoras y chicharrones a 15, camisetas con la imagen de la Virgen por 120 pesos, y sombreros, rosarios y figuras de cerámica, entre otros artículos, con precios que oscilaban entre 250 y 500 pesos. Además, sobresalían cuadros con hoja de oro que alcanzaban hasta 7 mil 500 pesos.

Las prendas de vestir, especialmente las de colores vivos y con detalles bordados, fueron las más solicitadas, y los compradores no dudaron en aprovechar la ocasión para llevarse algún recuerdo de este día de fiesta.

La joven Isabel Carrasco aseguró que lo que realmente aumentaba el valor de su adquisición (una playera estampada) no era el diseño o la emoción del momento, sino que pensaba llevarla al altar para bendecirla. Así no sólo se vuelve un recuerdo, sino un símbolo tangible de fe y protección divina que me acompañará siempre, aseguró.

Sin embargo, entre el bullicio y las compras, las quejas de algunos visitantes no tardaron en surgir. El aumento en los precios de los productos fue uno de los temas recurrentes entre los peregrinos. Muchos se quejaron de que los costos de la comida eran excesivos.

Esto no es lo que esperaba; todo está carísimo y la comida deja mucho que desear, comentó un adulto mayor mientras apartaba con desdén un plato de tacos que costaba 120 pesos.

Otros se quejaron de la falta de higiene de algunos puestos de comida, especialmente los que vendían antojitos tradicionales, como quesadillas y tlacoyos. La saturación de puestos y la falta de organización crearon una sensación de incomodidad para quienes sólo querían acceder al templo sin ser interrumpidos por los vendedores.

El caos comercial alcanzó su punto máximo cerca de las 2 de la tarde, cuando las calles que rodean la Basílica parecían un laberinto de vendedores y compradores.

Algunos comerciantes se sentían frustrados porque el flujo de compradores no era suficiente para cubrir sus expectativas. Un vendedor de artesanías comentó con desánimo: Este año está un poquito más flojo que otros, pero hay que seguir. La gente ya no compra como antes.

Dilemas más terrenales

El paisaje urbano también dejó al descubierto otro aspecto: la basura. Plásticos, envoltorios de comida y restos de bebidas desechadas se acumulaban en la plaza, una escena que no pasó desapercibida para los barrenderos, quienes, con esfuerzo y rapidez, trabajaban para mantener el lugar limpio.

Con escobas en mano, bolsas y recogedores, personal de aseo se apresuró para levantar los residuos que los asistentes dejaban atrás.

En entrevista, un trabajador de limpieza explicó que durante la jornada festiva en honor a la Virgen, la cantidad de desechos generados por los asistentes es abrumadora. En un sólo día llegamos a llenar más de 20 camiones de basura con restos de envoltorios, botellas y residuos de comida.

Se recolectaron 536 toneladas de basura a lo largo de 279 kilómetros de barrido manual, en el que participaron mil 800 trabajadores de limpieza.

El operativo de seguridad y apoyo social, del gobierno capitalino, resultó fundamental para garantizar la tranquilidad de los asistentes. Desde el martes 6 de diciembre, más de 18 mil servidores públicos se desplegaron por la zona, organizando la seguridad y la atención a las necesidades de los peregrinos.

Los elementos de Protección Civil, que se encontraban en puntos estratégicos, atendían emergencias menores, como caídas o mareos por el calor, y proporcionaban hidratación a quienes lo solicitaban.

Hoy debemos estar muy atentos; nunca se sabe cuándo alguien puede desmayarse por el cansancio o debido a la temperatura, que oscila los 24 grados, señaló uno de los paramédicos desde un puesto de atención.

Además de las escenas de devoción, un momento que cautivó a los feligreses fue cuando varios perritos se desvanecían por el calor extremo, lo que provocó que muchas personas les colocaran platos con agua y rogaban para que pudieran encontrar a sus dueños.

En un reporte preliminar, las autoridades de la alcaldía Gustavo A. Madero informaron que se atendieron médicamente a 2 mil 401 personas, se registraron 43 extraviados; además, se brindó alimento a 68 perros de compañía, mientras otros 12 canes serán trasladados a la veterinaria de la alcaldía.

También se dispuso un equipo de intérpretes de lenguas originarias, como náhuatl y mixteco, para facilitar la comunicación de los peregrinos originarios de diversas partes del país.

Entre las plegarias, los cánticos y las ceremonias religiosas, hubo personas que, como muestra de devoción y agradecimiento, ofrecieron alimentos y bebidas a los más necesitados.

Paola Carrillo, originaria de Tlalnepantla, llegó caminando desde su casa para agradecer que toda su familia se encuentra bien.

A las 11 de la mañana comenzó a regalar 2 mil 200 tortas y tamales, muestra de generosidad que conmovió a muchos. La vida es un regalo divino, pero hasta en ocasiones de fiesta siempre hay gente que hace negocio, comentó Carrillo mientras repartía comida.

“Desde hace cuatro años vengo con mis primas para ofrecer alimentos, y atesoro cuando la gente me da las gracias. Verlos sonreír vale más que cualquier dinero.

“La virgencita nos enseña a ser dadivosos y a sacar con los demás la mejor versión de nosotros mismos.

Ayudar es mi forma de rendir homenaje a la Virgen, dándole gracias por todo lo que tenemos y por la oportunidad de estar juntos en este día tan especial, concluyó.

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