En 2023, México exportó 21 mil 809 millones de dólares en productos agropecuarios; de ellos el aguacate aportó 3 mil 400 millones y las berries o moras, que incluyen arándanos, fresas, frambuesas y zarzamoras,3 mil millones de dólares más.

Aunque el crecimiento de estas exportaciones es visto con optimismo, como un éxito del país, detrás de ellas hay un modelo de producción altamente depredador de los bienes naturales y de destrucción de la agricultura campesina.

Michoacán es el rey del oro verde y de los frutos rojos. Para 2023 en el estado se produjeron 2.3 millones de toneladas de aguacate de las casi 3 millones que se cosechan y más de 600 mil toneladas de moras, del millón que se produce en total.

Desde 1997 las exportaciones de aguacate empezaron a crecer al certificarse zonas libres de gusano barrenador. La producción en los últimos 20 años ha crecido más de tres veces. El auge de las moras empezó hace alrededor de siete años. Los dos tipos de cultivo fueron alentados por la demanda del mercado en Estados Unidos.

La fuerte sequía que azotó al campo michoacano en los últimos años, arreció las protestas campesinas y de los pueblos en contra de las huertas de aguacate y las plantaciones de moras, acaparadoras de agua.

La expansión de las moras en el corredor Morelia-Pátzcuaro documentado en la investigación Frutos rojos, puntos rojos, muestra los impactos sociales y ambientales que le acompañan (bit.ly/3UAYQwX).

El aguacate situado en la parte alta de la cuenca ha sustituido al bosque natural, arrasado por incendios, muchas veces provocados intencionalmente. Las moras han transformado el campo verde en blanco, al levantar invernaderos y macrotúneles en grandes extensiones de la parte baja. Estos cultivos de exportación son la punta de lanza de una reconversión productiva que también desplaza a campesinos temporaleros por dueños privados ajenos a las comunidades.

Los propietarios de las huertas e invernaderos consiguen permisos para perforar pozos profundos que Conagua niega a los campesinos; además, construyen ollas de agua para acumularla para uso privado. La Comisión Forestal de Michoacán registró la existencia de 6 mil 872 ollas en la región, que acaparan 12.4 millones de litros. También levantan retranques en las barrancas y detienen el líquido de las escorrentías que recargaban el lago de Pátzcuaro, o desvían las corrientes hacia sus plantaciones. Practican, además, el huachicol a las redes de agua potable y utilizan cañones antigranizo para disipar las nubes e impedir que llueva. Recrudecen la sequía y dejan sin alternativa a los campesinos de temporal.

De ahí que algunas asambleas comunitarias han prohibido el establecimiento de huertas e invernaderos, y que los campesinos, desesperados por la escasez de agua, se movilicen para destruir las ollas, desconectar las tomas clandestinas y regresar el líquido a sus cauces, como ocurrió en Madero, el pasado abril.

En la producción de estos frutos se utilizan decenas de plaguicidas, algunos altamente tóxicos, como el Paraquat y el Malatión, prohibidos en Europa, que son arrastrados al lago y que han provocado la muerte de peces, aves y abejas.

Pero estos cultivos no funcionan como emprendimientos privados individuales, sino que son organizados bajo un modelo de agricultura por contrato en los que quienes los dirigen, supervisan y controlan son las empresas exportadoras, que tienen el monopsonio del mercado.

La Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate de México es el único agente cooperador del Departamento de Agricultura de Estados Unidos y tiene el permiso de exportación desde 1997. Las empacadoras ahí asociadas exigen que las huertas estén certificadas y que los productores lleven una bitácora que permita la trazabilidad o control de todas las labores culturales e insumos aplicados. Son más de 300 compañías exportadoras, de las que cuatro –Mission, West Pak, Del Monte y Aztecavo– absorben 30 por ciento del mercado.

En el caso de las moras, 28 empresas agrupadas en la Asociación Nacional de Exportadores de Berries establecen contratos con los productores y les proporcionan todos los insumos: las plántulas, los agrotóxicos, las especificaciones de siembra y normas de calidad necesarias para la exportación. No obstante, el mercado de exportación de las moras mexicanas está indiscutiblemente en manos de Driscoll’s, la empresa de Estados Unidos tristemente célebre por su trato a los jornaleros agrícolas. Driscoll’s controla 70 por ciento de la exportación de frambuesas y zarzamoras, 64 por ciento de las exportaciones de fresa y 53 por ciento de las de arándano.

Los costos laborales y sociales de los cultivos de exportación han sido ampliamente documentados por este diario (bit.ly/4f7aO9L). A éstos se suma el despojo a los campesinos y a muchas otras especies de animales y plantas de su hábitat y formas de vida.

*Directora del Centro de Estudios para el Cambio en el Campo Mexicano

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