Buenos Aires. Famosos por sus extensos campos de ganado y sus asados, los argentinos están consumiendo la menor cantidad de carne bovina jamás registrada, debido a una inflación de tres dígitos y una recesión que ha obligado a los comensales a apretarse el cinturón.

El consumo de carne vacuna ha bajado casi 16 por ciento en lo que va del año, en una nación donde los cortes bovinos son una parte esencial del tejido social junto al fútbol y el mate.

Muchos hogares argentinos tienen parrillas incorporadas donde se reúnen las familias e incluso en las obras en construcción y en las protestas se puede ver a la gente acurrucarse alrededor de una parrilla improvisada para probar la carne.

“La carne forma parte de la dieta argentina, es como si suprimieran las pastas para los italianos”, dijo Claudia San Martín, jubilada de 66 años, y agregó que estaba dispuesta a reducir el consumo de otras compras como en productos de limpieza, pero que la carne era sagrada.

“El argentino puede suprimir cualquier cosa, creo yo, en tiempos así de difíciles, pero la carne no”, dijo a Reuters mientras esperaba en la fila de la carnicería.

Sin embargo, los últimos datos muestran que este año los argentinos comen carne de res a un ritmo de alrededor de 44 kilogramos per cápita por año, lo que representa una brusca caída frente a los 52 kilos del año pasado y los cien kilos de la década de 1950.

Una causa del declive obedece a un desplazamiento a largo plazo en las dietas hacia otras carnes como el cerdo y el pollo. Pero la caída de este año es diferente, impulsada por una inflación cercana a 300 por ciento y una economía estancada en medio de duras medidas de austeridad adoptadas por el presidente ultraliberal Javier Milei.

La pobreza ha aumentado, cada vez más personas se quedan sin hogar en las principales ciudades y las colas en los comedores populares rebalsan. Muchas familias han reducido el consumo de alimentos básicos como carne, leche y verduras para volcarse a productos más baratos como la pasta.

“En este momento la situación es tan crítica que el consumidor decide por el bolsillo”, dijo Miguel Schiariti, presidente de la cámara local de la industria de carne CICCRA, y señaló que es probable que el consumo siga deprimido.

“El poder adquisitivo de los ingresos viene deteriorándose mes a mes”, agregó.

Menos carne, más pasta

En las tierras agropecuarias, los ganaderos están sintiendo la presión.

“La baja del consumo es preocupante”, dijo Luis Marchi, de 48 años, ingeniero agrónomo y tercera generación al frente de una empresa agraria familiar que produce granos y ganado.

“El consumo de carne viene bajando bastante fuerte este último tiempo”, añadió, culpando a la inflación y a la situación económica general en Argentina. “El consumidor trata de reemplazar la carne por alimentos más baratos, otro tipo de carnes o pastas”.

Otro ganadero, Guillermo Tramontini, de 53 años, dijo que los costos de los insumos habían aumentado y que los rodeos se habían visto afectados por la sequía el año pasado.

“La carne no es cara, pero el poder adquisitivo de la gente se ha reducido terriblemente”, afirmó, añadiendo que los agricultores tienen que tener cuidado con los gastos en inversiones para mantenerse a flote y evitar los despidos de sus trabajadores.

A medida que el consumo local caía, las exportaciones han aumentado, pero los bajos precios globales no han servido como impulso a los agricultores. El principal comprador de carne vacuna argentina es China, aunque importa cortes más baratos que no se consumen en el país austral.

“El sector exportador está atravesando un momento muy complicado a pesar de que sigue exportando. Los precios en el mercado internacional realmente han caído mucho”, dijo Schiariti.

Cortes más baratos”

En su carnicería de Buenos Aires, donde ha trabajado durante 40 años, Gerardo Tomsin dijo que la gente todavía se acercaba a comprar carne, pero siempre en busca de ofertas.

“La gente viene, sigue viniendo, el tema es que consume menos. Hay gente que se vuelca a otros productos, y es una búsqueda permanente de precios”, afirmó el carnicero de 61 años.

La misma complicación sufre Darío Barrandeguy, un carnicero de 76 años, para quien los clientes compran “cortes más baratos” de carne bovina u otras menos caras.

“Ha aumentado muchísimo el consumo de carne de pollo y de carne de cerdo”, afirmó.

Milei, un economista que se autodenomina anarcocapitalista, puso fin al congelamiento de los precios de la carne vacuna impuesto por el anterior gobierno peronista de centroizquierda.

“Las cosas están muy caras y nosotros particularmente, cuando algo es muy caro, no lo compramos”, dijo Facundo Reinal, un profesor de 41 años, quien agregó que la coyuntura económica estaba afectando los rituales alrededor de la parrilla.

“Vemos que en líneas generales la gente hace menos asados, que era una costumbre argentina muy habitual”.

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