El ilustrador chileno Claudio Romo (Talcahuano, 1968) dice que ilustrar un libro es convertirlo en una obra de arte visual, como construir exposiciones, pues las páginas se transforman en museos y colecciones de objetos fantásticos, es una forma de maravillar a las personas si se entiende su fuerza y capacidad de atracción.

El también narrador gráfico se encargó de ilustrar Los procesos contra las brujas, de Walter Benjamin, publicado por Akal, por invitación de la editora Miriam Martínez. Se trata de un texto que habla sobre “la justicia como una herramienta de fuerza y todo lo que se construye a través de la mecánica jurídica y eclesiástica para aplastar a un poder naciente, como el de las mujeres y sus conocimientos de herbolaria, de química.

“Una mujer que tuviera el poder de las plantas o cierta fuerza de conocimiento debía ser exterminada. El relato aborda el Malleus Maleficarum, uno de los libros que nacieron para descubrir y encontrar brujas, y creó un sistema de interrogatorio. El lenguaje contra las hechiceras era un discurso de odio basado en falacias. Después, Benjamin terminó siendo víctima del antisemitismo. Se suicidó por la persecución de los nazis. Era un enemigo marxista, judío y filósofo que terminó siendo el personaje de ese mismo relato”, detalla Claudio Romo en entrevista con La Jornada.

El ilustrador explica que la editorial Akal le propuso tomar los relatos radiofónicos de Benjamin, “que emitía durante la República de Weimar, régimen político de Alemania. Me pareció maravilloso que un filósofo de esa altura hiciera radioteatro.

Eran cápsulas infantiles de 30 minutos en la radio de Berlín y Fráncfort, en las que hablaba de juguetes berlineses, historia y personajes importantes. Transmitía una pequeña idea, sobre temas como la justicia o las mentiras. Benjamin fue uno de los primeros en establecer una visión de las brujas no como seres siniestros o epítomes de la maldad femenina, sino que lo plantea desde el poder, aquel que construye un argumento para la aniquilación de un grupo.

Símbolos

El también animador mencionó que las ilustraciones de esa publicación son un “símbolo. Tomé al sacerdote de una foto de la propaganda de Hitler; sólo le quité el bigotito. La imagen del jurisprudente que creó esa nueva legislación para la persecución de mujeres es un rostro del político alemán Joseph Goebbels, que saqué de la foto de un discurso que dio durante la quema de libros, y lo disfracé de un persecutor de brujas del siglo XVII, XVIII.

Ahora estoy haciendo en Chile un grupo de trabajo formado por periodistas, historiadores gráficos, dibujantes y guionistas para crear novelas gráficas en torno a la identidad e historia de mi país. Es un lenguaje muy potente, atractivo y puede tener un flujo hacia la comunidad para la divulgación de ideas.

Romo, quien visitó México para impartir un taller de ilustración, dijo que este proyecto aborda las movilizaciones de la lucha obrera. “En mi zona hay un pueblo costero, donde se ha extraído carbón desde el siglo XIX. Durante los años 60 hubo manifestaciones muy fuertes por el trato cruel de la patronal hacia los trabajadores. En la historia oficial de Chile no se cuenta mucho. Por eso hice esta novela para los derrotados, los que perdieron, que, por lo general, son los trabajadores. Se tituló Lota, 1960: La huelga del carbón (LOM Ediciones).

No son ejemplares para investigadores, sino para un público mayor. El arte se vuelve una buena forma de aproximar el pensamiento crítico a la población, a la sociedad, a la gente y a las comunidades. Ayer persiguieron a las brujas; mañana será a otros. El arte, como dice en el prólogo, es una alarma, un indicador de ver lo que puede llegar a pasar.

Romo detalló que “el texto tiene vida propia, pero todo el contexto del objeto que vas armando lo transforma en obra de arte. Cada publicación que ilustro es un mundo nuevo al cual me meto. Es un proceso de lectura y de construcción de ideas.

Empleo un cuaderno de bocetos cotidianamente. Elaboro colecciones de imágenes que puedan servirme; no utilizo las búsquedas de Google, más bien recolecto fotografías, texturas o cualquier objeto que me sirva y estimule mi trabajo. Desarrollo un panóptico de palabras para hacer una imagen, explicó.

Se trata de imaginar, puntualizó, pues, “cuando uno lee, construye imágenes en el cerebro, los fenómenos que acontecen en un libro también lo hacen en la cabeza. El problema hoy no es acceder a la información, sino que ésta es genérica, que carece de identidad propia y autenticidad.

Mis referencias son de la literatura fantástica, la ciencia ficción, los cómics, esencialmente, y últimamente, la manga. Desde niño, me gustó mucho el dibujo, era una forma de expresión; intuitivamente lo tomaba como lenguaje. Al ser profesor, es lo que transmito en mis clases. El dibujo está detrás de todo y la transmisión digna.

Ilustrar, concluyó, “es vincularte a través de una traducción literal de lo que está diciendo el autor en imágenes. Es interpretar sus palabras y generar un correlato visual, que dé una fuga, que enriquezca el texto.

Al sumar un conocimiento con otro, no son cuatro, son 10. Es una colaboración entre mentes que piensan en imágenes y mentes que piensan en palabras. Se logra más cuando los conocimientos se comparten.

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