Para celebrar los 70 años del nacimiento del periodista y columnista Jaime Avilés (1954-2017), que se cumplieron en marzo, ayer se le rindió un homenaje en el Complejo Cultural Los Pinos, en donde amigos y colegas recordaron sus crónicas hoy memorables, así como el ácido y certero sentido del humor en sus narraciones.

En el salón Venustiano Carranza, la escritora Elena Poniatowska recordó lo importante que fue la columna Desfiladero de Avilés en La JornadaJaime, te queremos y todos te admiramos, nos haces falta en el periódico al que casi todos pertenecemos.

La premio Cervantes 2013 agregó que después de este reconocimiento fraternal a su colega, “lo único que queda es irnos; irme pensando en Jaime, recordarlo, reírme, sonreírle y verlo a él también sonreír, recordar, verlo llegar siempre muy tarde a La Jornada, desesperando a todos al entregar su artículo, que fue durante años absolutamente indispensable para la grandeza de este periódico que todos amamos”.

Julio Avilés, hijo del periodista, leyó el texto que envió su hermana Juncia, quien no pudo asistir: “Anaïs Nin escribió que no vemos a las personas como eran, sino por cómo somos. Esta tarde tenemos el privilegio de dedicar no sólo unas horas a pensar en Jaime, sino a verlo a través de los ojos y el corazón de las ilustrísimas mentes con quien primero compartió trabajos e ideales, y que posteriormente también se contaron entre sus más cercanos amigos.

Julio y yo tuvimos la fortuna de conocerlos como parte de la familia por elección de mi papá. Sin duda esta tarde escucharemos anécdotas sobre Jaime el periodista, escritor, dramaturgo, cabaretero, narrador y cronista; también marinero, actor de carpa y de calle. Con él, el día iniciaba con varias tazas de café y una lectura de tapa a tapa de su periódico, porque aunque en el fondo siempre hubiera deseado dedicar parte de su vida a la literatura, su corazón latía al ritmo de las rotativas y tenía un humor finísimo. A veces educado y juguetón con las palabras y en otras ocasiones negro cáustico o sarcástico. Se dejaba amar y fue muy bien amado, se le extraña.

Posteriormente, Julio confirmó que planea hacer rediciones de libros y compilaciones de las crónicas de su padre. Esperamos también que algunos textos que están sin publicar puedan ver la luz próximamente, pero sobre todo en este evento queríamos recordarlo como la persona que fue a través de la voz de sus amigos.

Una carta de amor

Al recordar al periodista, la dramaturga y activista Jesusa Rodríguez compartió que el humor la unió a Jaime y lo extraña tanto que decidió escribirle una carta de amor para ver si me vuelve a hacer reír o simplemente la recibe en Elmasallá y me devuelve una mirada, con su risa inolvidable.

En la misiva, Rodríguez habla de cómo el humor ha cambiado la realidad de millones de personas en México, Jaime, Rius, Chaneca, Monsiváis, Pitol o Luis Prieto dejaron como herencia grandes carcajadas, ahora nos hace reír el conservadurismo y eso pone a México a la vanguardia del humor internacional.

Recordó que Avilés colaboró con ella en su primera antipastorela, El reino de interpelandia, que nació de la primera vez que alguien –en este caso Muñoz Ledo– le alzó la voz al presidente en turno y el país lo tomó como si le hubieran levantado la mano a su papá.

“La indignación ante semejante afrenta a ti te daba risa e imaginaste un pesebre tamaño natural donde el Rey Cejafrita, que no era otro que aquel ex presidente anodino que nos dio en toda la Madrid instaurando el neoliberalismo y su esposa, la reina menonita, daba a luz a dos niños dioses, Cuauhtémoc y Salinas, y en la que al final tiraban a uno al río y el otro se convertía en un energúmeno que giraba instrucciones como loco a diestra y siniestra.

“La escribiste en una semana, tú por las noches arrastrando el lápiz y nosotras (Jesusa y Liliana Felipe) montando durante el día. Entonces nos reíamos amargamente de una realidad avasallante: la inflación galopante, las devaluaciones, el crecimiento del narco, en fin, la ruina de un país al que los gobiernos del PRI ayudaban a devastar. A pesar de todo, se imponía tu optimismo y la obra terminaba con este esperanzador estribillo que nos lanzaba de lleno a la depresión: Se acabó la miseria, el dolor/ Nunca más volveremos a ser/ Infelices lo fuimos ayer/ Se acabó, se acabó.

Entre los espectáculos que Jesusa y Avilés presentaron en el Teatro La Capilla se encuentra In vitro y En directo, continuó Jesusa. “Eran los años del VIH-sida. La obra que escribiste es una farsa donde los protagonistas eran la célula y el virus, a pesar de tratarse de humor científico no dejaba de ser desolador. Por aquel entonces, además de los asesinatos de cientos de perredistas, Salinas dio el tiro de gracia a Mesoamérica con la reforma al artículo 27 constitucional, que posibilitaba la venta del ejido, y como aquello nomás no daba risa, hicimos el segundo espectáculo con Cachirulo, El ejido en Navidad –también escrita por Malú Huacuja–, protagonizado por dos campesinos famélicos en una milpa escuálida, un espectáculo tan triste que parecía que el público lloraba de risa o simplemente lloraba con tal de no desperdiciar el cover.

“Así pasaban aquellos amargos años, en los que literalmente ya no hallábamos de qué reírnos, hasta que llegó tu mayor éxito, basado en el pleito entre la cúpula intelectual de México que, en busca del apapacho, se agolpaban unos en Vuelta y los otros en Nexos, y tú hiciste Paz en el Olimpo, aquella farsa memorable donde nos mostraste de qué estaban hechos los intelectuales orgánicos que, paradójicamente, entre más orgánicos resultaban menos saludables. Inolvidable fue tu aparición en escena en aquel espectáculo en el papel de Carlos Fuentes, resultaste un gran improvisador y por supuesto brilló tu inteligencia nada artificial.”

En su turno, Hermann Bellinghausen afirmó que Jaime fue un cronista increíble, una persona divertida, pero que tenía una particularidad: era muy conflictivo, muy controversial, creaba situaciones, tenía un genio, era un ángel y un diablo.

Añadió que Avilés veía al buen periodismo como una oportunidad de aventura. Todos somos aventureros porque es lo que nos gusta, pero Jaime se pasaba, cubría el golpe de Estado en Paraguay y le daba miedo, pero ahí estaba.

A su vez, Blanche Petrich mencionó que Josetxo Zaldua, quien fue coordinador general de La Jornada, “decía de Jaime Avilés ‘es el mejor de nosotros’ y por supuesto que lo era en términos de la calidad de la crónica”.

Al recordar al homenajeado, el historietista Rafael Barajas El Fisgón concluyó que Avilés fue parte de la generación de periodistas que se formó políticamente en 1968, en un momento atípico de la historia de México, donde todos tenían la idea de cambiar el periodismo, la cultura de la prensa de esa época.

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