La Habana., Hace 146 años, las líneas de cal dibujaron un nuevo horizonte sobre el diamante, marcando el inicio de la Liga Profesional Cubana de Beisbol, el primer campeonato organizado en la isla. Ahí se inició la historia de este deporte en América Latina; poco después, también en el siglo XIX, llegaría a países como México, República Dominicana y Puerto Rico.
Ese primer campeonato en la isla fue el latido inicial de un amor eterno, un romance entre el pueblo cubano y el deporte que llegaba cargado de promesas desde Estados Unidos y los ecos del primer partido resonaron como un canto de libertad y pasión.
Aquel día no sólo nacía una liga, sino un símbolo de identidad nacional. La pelota y el bate se convirtieron en armas culturales para un país que buscaba su lugar en el mundo, y la jornada quedó grabada como una celebración del alma cubana, al punto de ser declarada esa fecha, años después, Día del Beisbol.
La Liga Profesional se reunió con los clubes pioneros: Habana, Matanzas y Almendares, nombres que rápidamente se quedaron en la memoria colectiva, aunque luego se incorporarían otros como Cienfuegos, Marianao y el mítico Santa Clara.
Estos equipos llenaron de historia las gramas de los estadios como el Coloso del Cerro, donde las hazañas se contaban de generación en generación.
Durante sus años de gloria, la liga fue un escaparate de talento y fervor. Los colores más laureados fueron los del Habana, que dominó con 30 títulos, seguido de cerca por su eterno rival, el Almendares, con 25 campeonatos.
Entre la arcilla y el polvo del diamante, surgieron nombres que nunca se apagaron: Adolfo Luque, el brillante lanzador que cruzó las fronteras del Caribe para triunfar en las Grandes Ligas; Martín Dihigo, el Maestro, un fenómeno que dominó tanto el montículo como el bate; y Cristóbal Torriente, un toletero cuyo swing fue un espectáculo de precisión y fuerza.
Ellos, junto a muchos otros, encarnaron la pasión y el talento que hicieron del beisbol no sólo un deporte, sino una religión en Cuba.
El impacto de aquel primer campeonato fue inmenso. A través de este deporte los cubanos encontraron una forma de expresar su creatividad y competitividad, de reforzar sus lazos comunitarios y de desafiar las adversidades.
La liga profesional, con sus dramas y epopeyas, trascendió la categoría de simple entretenimiento para convertirse en un pilar cultural y un legado imborrable.
Hoy, más de un siglo después, se sigue honrando ese primer paso, ese grito inaugural que transformó un juego en el corazón palpitante de una nación.
La eliminación de la liga, dos años después del triunfo de la revolución cubana, respondió a una transformación profunda en la estructura económica, social y cultural del país, donde el deporte comenzó a ser accesible para todos los ciudadanos, eliminando su carácter profesional y privado.
El beisbol cubano tuvo fuertes vínculos con las Grandes Ligas de Estados Unidos, cuyo gobierno impuso un bloqueo económico, comercial y financiero contra la nación antillana.
En este contexto, eliminar la liga fue una forma de reafirmar la soberanía nacional y en su lugar se promovió un sistema amateur, masivo y gratuito, donde el deporte era visto como una herramienta de educación y salud física para todos.
Más allá de la migración de muchas de sus principales figuras y la contratación de otras en ligas profesionales foráneas, que disminuyen la calidad, la temporada cubana mantiene alta la pasión beisbolera en barrios y comunidades.
El Campeonato Cubano de Beisbol de 2024, por ejemplo, volvió una vez más a movilizar a miles de aficionados en toda la isla, para demostrar que, a pesar de los diversos problemas, continúa siendo el mayor espectáculo deportivo nacional.