Moscú. Aunque son aliados formales, los nexos de Armenia con Rusia se asemejan a una delgada cuerda que, cada vez que se tensa, parece estar ya a punto de romperse, toda vez que Ereván no desaprovecha ocasión para distanciarse de Moscú.

El desencuentro más reciente se produjo la víspera cuando el canciller armenio, Ararat Mirzoyán, anunció sin explicar sus motivos que no asistirá a la reunión de ministros de Relaciones Exteriores de los países miembros de la CEI (Comunidad de Estados Independientes, organización creada, a instancias de Rusia, por algunas repúblicas tras el colapso de la Unión Soviética) que tiene previsto celebrarse en Minsk, Bielorrusia, el viernes siguiente.

Poco antes la cancillería rusa exhortó al gobierno del primer ministro armenio, Nikol Pashinián, “a no permitir que Occidente lo engañe y conduzca el país por el camino equivocado, que está plagado de la aparición de un vacío en el ámbito de seguridad, graves problemas en la economía y un éxodo de la población”. 

Y en ese contexto Pashinián echó más leña al fuego al declarar este miércoles que “las relaciones entre Armenia y Rusia no pasan por su mejor momento y no está en duda su importancia para nuestra condición de Estado, soberanía, seguridad y economía, pero nosotros no hemos cometido ningún error en nuestra política hacia Rusia ni nuestros colegas pueden acusarnos de incumplir nuestras obligaciones”, dando a entender que Moscú sí lo hizo al no defender Armenia ante la embestida bélica de Azerbaiyán.

De inmediato el vocero del Kremlin, Dimitri Peskov, retomó una parte de las declaraciones de Pashinián sobre la importancia de la relación bilateral y dijo que “Armenia es nuestro socio cercano, nuestro aliado. Un país con el que compartimos muchos formatos de integración, como la Comunidad de Estados Independientes, la Unión Económica Euroasiática y otros, y con el que, por supuesto, tenemos relaciones bilaterales históricas, vínculos humanitarios que nadie pone en duda”.

Peskov expresó la esperanza de que “los líderes (el presidente Vladimir Putin y el premier Nikol Pashinián) tengan la oportunidad de discutir todo. También se sostienen diálogos a nivel de trabajo. Y, por supuesto, partimos de que todos los momentos difíciles de nuestra relación bilateral, que han surgido recientemente, encontrarán una solución en el marco de dicho diálogo”.

Y es que no cayó nada bien en Moscú la reunión trilateral que mantuvieron en Bruselas, el viernes pasado, Estados Unidos, representado por el secretario de Estado, Antony Blinken, la Unión Europea, por la presidenta de la Comisión Europea, Úrsula von der Leyen y el encargado de la política exterior y seguridad, Josep Borrell, y Armenia, por Pashinián.

Los interlocutores quisieron subrayar que no hablaron de abrir las puertas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte a Armenia, sino de cómo impulsar la cooperación económica y comercial con la Unión Europa, al tiempo que Estados Unidos, en palabras de Blinken, “tiene la intención de seguir ayudando a Armenia a desarrollar su capacidad de recuperación democrática y económica”, para lo cual ofreció donarle 65 millones de dólares.

Rusia, a través de una declaración de su cancillería, arremetió contra la reunión trilateral al calificarla de “otro intento del Occidente colectivo de arrastrar al Cáucaso del sur hacia una confrontación geopolítica”.

Advirtió: “La interferencia irresponsable y destructiva de fuerzas extrarregionales en los asuntos del Cáucaso del sur, el deseo de abrir una brecha entre los países de la región y sus vecinos puede tener consecuencias muy negativas para la estabilidad, la seguridad y el desarrollo económico de la región, provocar la aparición de nuevas líneas divisorias, así como un aumento incontrolable de la tensión”.

 

 

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