La pintora estadunidense Helen Bickham (Harbin, Manchuria, 1935), radicada en México desde 1962, falleció el pasado 30 de septiembre a los 89 años. Era miembro del Salón de la Plástica Mexicana a partir de 1997 y parte del programa Pago en Especie de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público.
Hija de madre ucraniana y padre estadunidense, Bickham, cuyo nombre de pila era Helen Montgomery Rachoak, empezó a dibujar desde temprana edad, sin embargo nunca tomó clases formales de arte. Graduada de la Universidad de California en Berkeley, llegó a México, en primera instancia, invitada por su amiga la escritora y activista Margaret Randall, sin embargo, decidió establecerse aquí para que sus dos hijos tuvieran una educación más amplia.
Su primera exposición fue en 1963, sin embargo consideraba 1975 como el inicio de su carrera como profesional porque fue en cuando pudo dedicarse a partir tiempo completo. Su obra ha sido objeto de 60 exposiciones individuales. En cierto momento pasó un año en Gran Bretaña, incluso expuso en Londres como una artista mexicana, hecho que siempre le dio un gran orgullo.
El ser humano, y su cuerpo, son una constante en su obra. Atribuía su interés “al potencial inherente en el ser humano para crear un mundo mejor” (16-V-2007 La Jornada). Reconocía ser idealista, pero “pero me gustaría tener un mejor mundo”. Entrevistada con motivo de su exposición Al filo de la memoria, en la Galería Hecaro, a Bickham se le llenaron los ojos de lágrimas, y se le hizo un nudo en la garganta, al hablar de su serie Cacería en el norte.
Comentó: “Encuentro difícil creer que las autoridades no puedan averiguar quién está asesinando todas esas mujeres. A pesar el progreso logrado, los asesinatos son simbólicos de la posición que se les da a las mujeres, que uno las puede matar. Son jóvenes, pobres y sin influencias. Pero, mi obra no sólo tiene que ver con Juárez. En los campos de refugiados alrededor del mundo las mujeres reciben muy mal trato. Las violan si las encuentran solas. Existe la idea de que la mujer es susceptible a ser violada o maltratada, por el solo hecho de no gozar de la protección de los hombres”.
Para Bickham sus series Aquellos que caminan y sueñan en el desierto y Campo abierto tienen sus orígenes en su amor por el cuerpo humano y por la naturaleza, aunque ahora se hayan unido en algo devastadora. Los constantes traslados sufridos de niña, hicieron que se sintiera como “visitante”. También siempre ha profesado una gran curiosidad hacia los demás: “Siempre tuve que saber en dónde estaba”. Desde joven sintió una inclinación natural para “el de abajo”.
Doña Helen era una gran contadora de historias –aparte de una viajera consumada– , habilidad que trasladaba a sus telas y papeles. Los personajes vinculados a sus relatos habitan los cuadros, en una especie de alegre danza.
La obra, además, proyecta una buena relación con sus retratados que más bien son imágenes salidas de su cabeza: “Lo que me interesa es la universalidad de la humanidad. Soy muy anti-guerra y anti-discriminación de cualquier tipo. Pienso que podemos caminar por calles donde desconocemos el idioma, sin embargo si en realidad miramos a las personas nos damos cuenta de su estado mental aun si está en blanco, es decir, que no prestan caso”.