A 10 años de su muerte, ocurrida un 3 de diciembre, las enseñanzas del periodista y escritor Vicente Leñero (1933-2014), siguen enraizadas de manera profunda en sus decenas de discípulos, como Silvia Molina quien recordó que el autor de Los albañiles solía exigir a los reporteros novatos que se documentaran muy bien antes de ir a entrevistar a alguien y no llegar con la pregunta ‘¿de qué trata su libro?’, pues, añadía Leñero, “un periodista siempre debe llegar a sus coberturas con la solidez del que sabe a dónde va”.
La escritora participó en el homenaje virtual que le rindió este martes la Academia Mexicana de la Lengua (AML) al también dramaturgo y excelente ajedrecista. En un video que se transmitió en las redes sociales de la institución de la que Leñero formó parte, Felipe Garrido recordó los años en los que su colega se inició en las letras en el taller de Juan José Arreola, luego de que ganó los dos primeros lugares en un concurso de cuento universitario.
El propio Leñero, en un texto que leyó Garrido, recordó que su maestro Arreola le dijo un día: “‘¿sabe qué necesita para convertirse en escritor? Quitarse el segundo apellido, no se puede ser escritor firmando Leñero Otero, es una versión horrible.’
”Me fui pensando ‘Arreola está loco’, pero cuando publiqué mi primer libro suprimí para siempre el apellido materno. El libro fue editado por Jus, reunía algunos de los cuentos guardados en aquel folder amarillo y otros que escribí durante el taller de Arreola. No era un buen libro, pero era el primero, el de las ilusiones, el de los entusiasmos, el de las ansias de llegar a ser escritor por encima de todo, cuentista, pensaba yo.
“Treinta años después, ahora, a veces, de pronto, un día, me siento a la máquina para intentar escribir un cuento y las horas se me van frente a las teclas sin lograr concluir la primera cuartilla. La extraigo de golpe, castigando el rodillo, la destruyo empuñando la mano con odio, la olvido para siempre tirándola al cesto de la basura. Ya no sé, ya no puedo, ya olvidé cómo se escribe un cuento”.
En su turno, la escritora Rosa Beltran, también integrante de la AML, dijo que los relatos de Leñero “afincados en lo que se llama dato duro, terminaban con algo fantástico, producto de la pura invención, hechos que gracias a la depurada técnica y a la naturalidad de los diálogos, se volvían más reales que lo real y traicionaban al periodismo por fidelidad a la literatura.
”Cuentos magníficos que me hicieron pensar: ‘que bueno que Leñero decidió escribir esa falsa crónica de nuestros días en sus últimos días’. Celebré que se hubiera seguido de filón escribiendo momentos de su real o falsa autobiografía.
“Ágil, tragicómico y con muy mala leche, consiguió retratos de una sociedad con más de dos caras, donde el gerente del periódico de la vida nacional puede hacerte miembro del Honorable Consejo Editor y robarte unos grabados de tu casa al mismo tiempo; o donde Carmen Balcells, la agente literaria que engordó su cuenta bancaria y su humanidad gracias a la pluma de Gabriel García Márquez y de Marios Vargas Llosa pasa sus días sonriendo a Leñero, siempre cortejándolo, sin promoverlo, en un ejercicio dancístico y perverso digno del mejor Freud.
“Me gusta que un periodista que cree en las diferencias tajantes entre un género y otro haya escrito tantos volúmenes de ambos. Me alegra que un novelista haya acudido a las técnicas periodísticas para hacer de la realidad un mundo audazmente imaginativo y perfectamente posible.
“Porque a través del ocultamiento de métodos urdidos a lo largo de una vida destinada a la literatura, Leñero demuestra no solo que la gente es así, sino que gracias a su pluma prolífica, a su ojo agudísimo y, espero, a la justicia de sus lectores que espero sean más y más, descubre que la gente no solo es así, fue así, sino que sigue siendo así”, concluyó Beltrán.