Ciudad de México. La exposición Enrique Echeverría: El umbral de lo abstracto, que se presentó en el Museo de Arte Moderno (MAM) reavivó el interés por este pintor, relacionado con la generación de La Ruptura, muerto prematuramente en 1972, a los 49 años. Tanto es así que se proyectan nuevas muestras tanto en México como el extranjero.

Por lo pronto, la primera será en el Museo Casa Grande, en Real del Monte, Hidalgo, mientras para finales de 2025 se prevé que la exposición del MAM viaje al Museo de Arte Contemporáneo de Monterrey, informó Ester Echeverría, gestora cultural y viuda del artista. Otras sedes serían el Museo de Arte de Querétaro y, posiblemente, el Museo de Arte Mexicano, en Chicago.

El libro Enrique Echeverría: Libertad pictórica, editado en 2022, en vísperas del centenario natal del pintor, que se cumplirá el 14 de julio de 2023, será presentado en agosto dentro de la Feria Universitaria del Libro, en Pachuca, Hidalgo.

Para cerrar la exhibición del MAM se efectuó el conversatorio Pintar lo esencial, relativo al lenguaje pictórico de Enrique Echeverría. El crítico y curador Guillermo Santamarina habló de la vigencia del artista en el arte, algo “que no es fácil, pues el ejercicio de la pintura actualmente es sumamente distinto al de hace unos años. Hoy se hace arte contemporáneo, pero no se hace pintura. Se pinta, y es uno de los lenguajes que se inscriben dentro de la creación.

Hoy se trabaja con ruido, que es la constante. El ruido es la gran diferencia de trabajar con murmullos que pueden ser sumamente hostiles, duros, y que significaban luchas en aquellos tiempos. Ahora hay, sobre todo, signos de apropiación, un afán por ver hacia lo que es esa fascinación por el exotismo del pasado. También hay una constante traslación, desde hace unos 20 años, de todos estos elementos de un trabajo que se generaba de manera distinta, con otros modelos.

Santamarina agregó que si antes las columnas del quehacer artístico eran los modelos, ahora son las estrategias. En eso está la relevancia estética que vivimos hoy: desarrollar distintas estrategias para generar nuestra emancipación. En los tiempos de Echeverría eran enunciaciones, sobre todo una intención de llegar a algo completamente original, concepto que ahora se ve un poco inútil, incluso levanta preguntas. Ya no hay origen.

Dichas relevancias estéticas, además, están cargadas por las contradicciones, algo que no está, por supuesto, en el trabajo de Echeverría. Entonces había esa relevancia en las señales del existir. Ahora son las identidades que reivindican, más que esas que hayan estado agazapadas, guardadas. En fin, pintar hoy no es lo mismo que sucedía entonces, como examen de madurez, algo que sin duda ratifica el trabajo de Echeverría.

En su turno, el promotor cultural Gregorio Luke recordó que Echeverría fue novio de su madre, la bailarina y coreógrafa Gloria Contreras (1934-2015), e influyó en su vida artística. Si las obras de Contreras son tan diferentes a las de sus contemporáneos, fue porque “Enrique le decía que la danza no sólo son pasos y saltos. La danza debe ser una escultura, una pintura en movimiento. Le recomendó leer las cartas de Van Gogh, por ejemplo.

“En ese entonces, mi madre padecía un ambiente hostil en México, porque había sido parte del movimiento de madame Dambre. Enrique captó esto y pintó el óleo La joven y las brujas (1955), en el que la figura de Contreras se rodea de un ambiente de intrigas y odios que, por desgracia, florecen en México.”

El crítico Luis Ignacio Sáinz hizo hincapié en la capacidad de Echeverría de sacudir la realidad de los objetos y transformarlos en una suerte de descomposición plástica, en que los componentes parecen flotar.

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