La tensión entre la violencia y la belleza en el mundo fue la senda que tomó Han Kang en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura 2024, acto celebrado ayer en la Academia Sueca en Börshuset, en el casco antiguo de Estocolmo, transmitido en vivo a escala global por streaming.

Precedida por Chrichan Larson, quien interpretó algunos movimientos de la Suite para chelo número 5 de Bach, la escritora sudcoreana –la primera autora de esa nacionalidad en obtener tal galardón y la mujer número 18 en hacerlo– hizo un recorrido de 30 minutos por su obra, desde un poema de su infancia escrito a los ocho años a la novela más reciente, para aclarar que hace poco encontró que el amor es el motor de su literatura.

Frases constantes

“Hasta el otoño de 2021, cuando se publicó Imposible decir adiós, había considerado estos dos problemas como mis principales: ¿por qué el mundo es tan violento y doloroso? Y, sin embargo, ¿cómo puede ser tan hermoso? Durante mucho tiempo creí que la tensión y la lucha interna entre estas frases eran la fuerza impulsora de mi escritura. Desde mi primera novela hasta la más reciente, las preguntas que había tenido continuaron cambiando y desarrollándose, pero estas dos fueron las únicas que permanecieron constantes. Aunque hace dos o tres años empecé a tener dudas”, explicó.

“¿Realmente había empezado a preguntarme sobre el amor –sobre el dolor que nos une– después de la publicación sudcoreana de Actos humanos en la primavera de 2014? Desde mi primera novela hasta la última, ¿no había estado siempre dirigida la capa más profunda de mis investigaciones hacia el amor? ¿Podría ser que el amor fuera, de hecho, el trasfondo más antiguo y fundamental de mi vida?”

En su discurso La luz y el hilo, Han Kang destacó que cuando escribe usa su cuerpo: “Utilizo todos los detalles sensoriales de ver, escuchar, oler, saborear; de experimentar ternura, calidez, frío y dolor; de notar que mi corazón se acelera y que mi cuerpo necesita comida y agua; de caminar y correr; de sentir el viento, la lluvia y la nieve en mi piel; de tomarme de la mano. Intento infundir en mis frases esas sensaciones vívidas que siento como un ser mortal con la sangre corriendo por su cuerpo. Como si estuviera enviando una corriente eléctrica.

Y cuando siento que esta corriente se transmite al lector, quedo asombrada y conmovida. En esos momentos vuelvo a experimentar el hilo del lenguaje que nos conecta, cómo mis preguntas se relacionan con los lectores a través de ese ser eléctrico y vivo. Me gustaría expresar mi más profundo agradecimiento a todos aquellos que han conectado conmigo por medio de ese hilo, así como a todos los que puedan llegar a hacerlo.

Con voz serena y tersa, la escritora nacida en Gwangju en 1970 refirió que en enero, durante una mudanza, se encontró un cuadernillo de poemas escritos por ella a los ocho años y que al leerlos uno llamó su atención, al empezar: ¿Dónde está el amor?/ Está dentro de mi pecho palpitante y palpitando /¿Qué es el amor? Es el hilo dorado que conecta nuestros corazones. Antes de guardar de nuevo el cuaderno, le tomó fotos, agregó, ante la sensación de que había una continuidad entre algunas de las palabras que había escrito entonces y quién era yo ahora.

Tras señalar que desde sus comienzos se ha visto intrigada por el proceso de escribir poesía y cuentos, destacó que hacer novelas tiene para ella una atracción muy especial, por la forma en que puede profundizar y reflexionar sobre preguntas que siente son imperativas y urgentes.

“Cada vez que trabajo en una novela, soporto las preguntas, vivo dentro de ellas. Cuando llego al final de esas preguntas –que no es lo mismo que cuando encuentro respuestas a ellas– es cuando finalizo el proceso de escritura. Para entonces, ya no soy como cuando comencé, y desde ese estado cambiado, empiezo de nuevo. Continúan las siguientes preguntas, como eslabones de una cadena o como fichas de dominó, superponiéndose, uniéndose y continuando, y me siento impulsada a escribir algo nuevo.”

Ejemplificó que mientras escribía La vegetariana, su tercera y más conocida novela, se quedó con algunas preguntas dolorosas, entre ellas si una persona puede llegar a ser completamente inocente, ¿hasta qué punto se puede rechazar la violencia? y ¿qué le ocurre a quien se niega a pertenecer a la especie humana?

La escritora pausó su lectura varios segundos durante los que se sirvió un vaso de agua de la jarra situada en el podio, del cual nunca bebió. Fue un momento introspectivo que antecedió a su explicación de las razones detrás de las novelas que narran episodios traumáticos de la historia de su país: Actos humanos, por la cual fue incluida en una lista negra por el gobierno derechista de Park Geun-hye, que trata sobre la masacre cometida por el ejército en Gwangju en 1980, así como Imposible decir adiós, de 2024, que aborda un pasaje similar en la ciudad de Jeju en 1940.

En 2012, mientras intentaba escribir una novela radiante y revitalizante, afirmó que se enfrentó una vez más al problema no resuelto de haber perdido el sentido de confianza profundamente arraigada en los humanos, por lo cual le sería imposible abrazar el mundo. Me di cuenta de que tenía que afrontar ese enigma imposible si quería seguir adelante. Entendí que escribir era mi único medio para superarlo. De allí nació Actos humanos, sobre la cual señaló que en ciertos momentos sintió que el pasado ayudaba al presente y que los muertos salvaban a los vivos.

Contó que a los 12 años vio un libro de fotografías sobre la represión en Gwangju, publicado y distribuido en secreto por los supervivientes y familias de los asesinados. Eran imágenes de barbarie y represión, pero también de filas de donadores afuera de un hospital universitario, cuestiones que parecían irreconciliables.

Las preguntas que permanecieron conmigo mucho después de ver ese libro fueron: ¿cómo es que los humanos son tan violentos? Y sin embargo, ¿cómo es posible que puedan oponerse simultáneamente a una violencia tan abrumadora? ¿Qué significa pertenecer a la especie llamada humana? Para negociar un camino imposible a través del espacio vacío entre estos dos precipicios de los horrores humanos y la dignidad humana, necesitaba la ayuda de los muertos.

La ceremonia, en la cual la escritora sudcoreana fue presentada por el secretario permanente de la Academia Sueca, Mats Malm –quien recordó que el Nobel le fue conferido por su intensa prosa poética que confronta traumas históricos y expone la fragilidad de la vida humana–, concluyó con la lectura de fragmentos de la novela Imposible decir adiós.

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