Ramón Hernández, fino segunda base de los Diablos Rojos del México en los años 60 y 70, llegó puntual ayer a su oficina en la calle Jesús Carranza, en la colonia Morelos, cuando una persona que trabaja en el mismo edificio le dijo que Fernando se había ido. Yo pensaba que me estaba hablando del director general, porque tiene el mismo nombre, dice a La Jornada el legendario Abulón, ex compañero de El Toro en los Mayos de Navojoa entre 1979 y 1980. “Y ¿adónde se fue?, le pregunté. ‘Pues ya se fue. Falleció Fernando Valenzuela’. ¡Ah, cabrón! Ya no pude decir nada”.

El fallecimiento del mítico jugador de los Dodgers de Los Ángeles, a los 63 años, ha generado esa cla-se de vacío en el entorno beisbolero de México y Estados Unidos. “Todos querían ir a ver quién era ese pitcher tan joven que cautivaba al mundo. Va a ser muy difícil que volvamos a ver otro fenómeno como él”, asegura el ex pelotero de los Pingos con la imagen aún de un Valenzuela robusto, moreno y melenudo, que inclinaba el cuerpo hacia atrás, levantaba la pierna derecha y miraba al cielo antes de que la pelota saliera de su mano haciendo giros extraños en el aire.

Las expresiones de duelo y admiración por El Toro se han replicado en los canales oficiales de Grandes Ligas. Durante su década más dominante en los 80, los partidos de los Dodgers que eran transmitidos en México paralizaban a millo-nes de personas en el país, un fenómeno parecido al de otros dos grandes íconos en el deporte como el ex futbolista Hugo Sánchez, figura en el Real Madrid, y el boxeador Julio César Chávez. Ahora Fernando nos ha estremecido a todos, reconoce el Pentapichichi, miembro del Salón de la Fama del Futbol. Fue un símbolo deportivo, una leyenda.

Valenzuela –ganador del premio Cy Young, la Serie Mundial y Novato del Año en 1981– jugó en el beisbol mexicano para Mayos de Navojoa, Tuzos de Guanajuato, Leones de Yucatán, Naranjeros de Hermosillo, Charros de Jalisco, Venados de Mazatlán y Águilas de Mexicali.

En los partidos de ayer en la Liga Mexicana del Pacífico hubo minutos de aplausos para él y se honró a su emblemático número 34, retirado en los Dodgers para comprender la magnitud de lo que representa.

Sólo él puede repetir lo que hizo en este deporte, expresa Abulón Hernández, no sólo por las hazañas deportivas que permanecen intactas, como vencer a los Yanquis de Nueva York en el tercer juego de la Serie Mundial de 1981, sino porque irrumpió en un universo que parecía imposible para otros mexicanos. “Pocos recuerdan que tenía muy buena curva. Cuando aprendió el screwball en Estados Unidos con (Roberto) Babo Castillo, se olvidó de ella. En muy contadas ocasiones la utilizaba. Podía lanzar a dos velocidades diferentes y con la cuenta en 3 (bolas) y 2 (strikes), pero era un garbanzo de a libra, de esos que ya no hay”.

La muerte de El Toro ocurre mientras los Dodgers se preparan para inaugurar la Serie Mundial este viernes ante los Yanquis, precisamente el equipo al que derrotaron en aquel 1981, cuando la Fernandomanía arrasó en el beisbol como un fenómeno cultural y deportivo. Lo ganaremos para ti, escribió el mánager de la novena angelina, Dave Roberts, en una publicación en memoria del mítico lanzador sonorense. En 2020 perdimos a Kobe Bryant. Luego, Anthony Davis llevó a los Lakers a un campeonato. El martes perdimos a Valenzuela. Todos los jugadores de Dodgers nos llevarán al título. Pueden dejarlo en el registro.

A las afueras del Dodger Stadium, decenas de personas acudieron ayer a dejar coronas de flores, veladoras y carteles con el número 34 para despedir al Toro de Etchohuaquila. Más tarde, en las pantallas del inmueble, la franquicia de Los Ángeles proyectó una imagen con la leyenda “Fernandomanía por siempre” en español y en inglés. El comisionado de Grandes Ligas, Robert Manfred, anunció que los equipos de la Serie Mundial y la liga honraremos la memoria de Fernando con un homenaje el viernes en el comienzo de la serie.

La vicepresidenta de Estados Unidos, Kamala Harris, expresó en un comunicado que ver lanzar a Valenzuela desde el montículo era como ver trabajar a un maestro. Dejó una marca indeleble en nuestra nación, refirió el documento, firmado también por su esposo Douglas Emhoff.

Etchohuaquila, la cuna

En Etchohuaquila, un pequeño ejido al sur de Sonora, el legado de Fernando Valenzuela no solo está tallado en los recuerdos de su pueblo, sino también en el hogar que construyó para su madre. Ellos me enseñaron el respeto a lo que uno quiere. Lo primero que quería hacer cuando comencé a jugar era construirles una casa, expresó alguna vez con la humildad que siempre lo caracterizó.

El Toro no soñaba desde niño con los escenarios internacionales del beisbol. Fue a los 12 años cuando decidió que este deporte sería su camino. Y esos primeros pasos los dio en los campos polvorientos de su natal Etchohuaquila, jugando con sus hermanos mayores. Fue esa experiencia lo que, según él, le dio las bases para destacar cuando comenzó a lanzar profesionalmente en la Liga Mexicana de Verano a los 16.

En el pequeño diamante local aún se habla de los primeros screwball de Valenzuela. Laura Elena Anguamea, quien compartió con él los años de primaria en la escuela Miguel Hidalgo y Costilla, lo recuerda como un joven serio y reservado, pero apasionado por el deporte. Jugaba con las otras escuelas y siempre destacaba.

Así como ella, Delfina Valenzuela, esposa de su primer entrenador, guarda con cariño los recuerdos de aquellos días en que Fernando comenzaba a destacar, sin imaginar lo lejos que llegaría. Ellos vivían en una casa chiquita de adobe, muy humilde. Después, vino a hacerle la casa más grande del pueblo a su madre.

El martes por la noche, el estadio Fernando Valenzuela, hogar de los Naranjeros de Hermosillo, fue escenario de un emotivo minuto de aplausos durante el duelo contra Mayos de Navojoa, equipo donde jugó sus primeros años de profesional. El homenaje marcó un momento de profunda emoción para jugadores y aficionados.

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