San Juan Parangaricutiro, Mich., José de Jesús León Reyes es un hombre rollizo de risa fácil que hace tiempo pinta canas. Lleva 20 años en el negocio y habla en una huerta de aguacate con el volcán Paricutín de fondo. Es jefe de una cuadrilla de 14 cortadores en la que, dice, hay revuelto
, es decir, la mayoría son jóvenes, pero ahí traigo unos de 55 años, hasta de 60
.
Contra lo que el citadino pudiera pensar, los accidentes más comunes en la industria aguacatera no ocurren en el corte, sino en el transporte. En veces se duermen los cuadrilleros y se voltean, hay muchas muertes ahí
.
–¿Y en las huertas?
–Pues las caídas y con los cables de luz.
–¿Y si no tienen seguro, quién se hace cargo?
–Pues la bronca es para uno, el chofer o el jefe de cuadrilla. Hay que dialogar con el patrón, curarlos o pagar los gastos.
Los empaques son propiedad de grandes consorcios estadunidenses (Calavo Growers, Fresh Del Monte, Mission Produce Inc, West Pak Avocado, entre otros), en ocasiones con socios minoritarios locales, y muy celosos de lo que ocurre en sus instalaciones. Pese a los buenos oficios de autoridades michoacanas, no fue posible obtener autorización para visitar un empaque.
Los jornaleros, claro, no trabajan para las grandes empresas, sino para una multitud de empresas de corte
. Las intermediarias –de outsourcing, les decían antes de la ley que en teoría puso fin a la subcontratación– tampoco ofrecen seguro social a sus empleados.
Lo explica así León Reyes: “Tienen muchos problemas en los accidentes o si hay un muerto ellos tienen que pagar y pues no les conviene. El seguro sale caro… El empaque se deslinda de todo”.
Así, cuando ocurre un accidente, todo depende de la buena voluntad del patrón
.
Se me han caído y golpeado muy feo. Un día se me cayó uno y se quebró seis costillas. Nada más. Gracias a Dios no he tenido accidentes de cables de luz ni en el camino.
–¿Ese accidentado estaba inscrito en el IMSS?
–No. Acudí con el patrón y gracias a Dios sí lo curó. De todas maneras, si no lo cura él lo tengo que curar yo, porque es mi obligación.
–¿Y volvió a trabajar?
–Sí… pero ya no es lo mismo. Algunos quedan hasta inválidos, ya no pueden caminar y esos son los que hay que mantenerlos de por vida, porque ya no pueden trabajar.
La ley contra la realidad
Los jornaleros trabajan seis días a la semana y cuando el corte está entero
(es decir, huertas bien cargadas) pueden ganar de 3 a 4 mil pesos a la semana. Cuando hay poco trabajo, los ingresos de los jornaleros son de 2 mil 500 pesos semanales.
Y cuando los llegan a asegurar, ¿es con el salario real?, se pregunta al jefe de cuadrilla.
La respuesta es una risotada que completa una frase: ¡no! Con el mínimo, nunca con lo que ganamos
.
Cada tanto, los gobiernos estatal y federal anuncian campañas de afiliación, reforzamiento de las inspecciones, multas. La poderosa Asociación de Productores y Empacadores Exportadores de Aguacate de México (APEAM), que presume su adhesión a objetivos globales como el trabajo decente
y realiza una tesonera labor de greenwashing, asiste a reuniones con funcionarios y declara cotidianamente tener toda la voluntad
de formalizar a los trabajadores del sector.
Los discursos y las leyes van por un camino y la realidad por otro.
Los aguacates calibre 210 (los de mayor tamaño y calidad) no deben tocar el piso, de lo contrario se separan y no son seleccionados para la exportación. Foto Luis Castillo
Y la realidad es, como escribió ayer en estas páginas el titular de la Secretaría de Agricultura y Desarrollo Rural, Julio Berdegué, que muchos jornaleros no acceden a sus derechos sociales y trabajan para empresarios que no cumplen con las leyes laborales
.
En diciembre de 2021, el gobernador Alfredo Ramírez Bedolla anunció que trabajaría para lograr la afiliación de 340 mil jornaleros agrícolas –la mayoría en el aguacate, seguidos por limón y berries– al Seguro Social.
Claudio Méndez Fernández, secretario de Desarrollo Económico del gobierno estatal, ofrece una cifra conservadora
: son 120 mil los trabajadores en toda la cadena productiva
. Algunos de sus compañeros de gabinete doblan ese número, quizá porque consideran la cifra negra
de las huertas irregulares.
–¿Cuántos empleos se han formalizado para que los trabajadores reciban reparto de utilidades y seguridad social?
–Solamente tenemos registrados… híjole, si me estoy yendo a 22 mil son muchos –dice el secretario Méndez Fernández.
En otras declaraciones recientes, el mismo funcionario ha lamentado que 90 por ciento de los jornaleros del aguacate carezcan de seguridad social.
Calibre 210
Óscar Santiago Chávez es dueño de una pequeña huerta en Caltzontzin –tres cuartos de hectárea, en la familia desde hace 50 años
–, una comunidad de Uruapan que el general Lázaro Cárdenas ayudó a fundar para los desplazados del Paricutín.
Dicho de otro modo, Santiago posee una finca aguacatera que existía antes de que Estados Unidos abriera su frontera al aguacate mexicano (1997).
Explica, no sin cierto orgullo, el proceso de corte: primero se cortan los frutos más grandes (calibre 210
, precisa un jornalero, por los gramos que pesan). Los cortadores suelen cargar una pequeña báscula y pesan uno que sirve de modelo. Luego, cortan a ojo de buen cubero. En la siguiente jornada de corte van por los de 180 gramos y así sucesivamente.
Los cortadores de aguacate (del náhuatl testículo) van armados de palos que parecen lanzas de guerreros, coronadas con una pequeña navaja y una bolsa. Cortan con precisión y el verde fruto cae para comenzar su camino a los mercados.
Cada cortador tiene su modo, aunque generalmente van cortando primero los aguacates de las ramas más bajas. Con un solo movimiento, el fruto cae a la bolsa y luego es depositado en las cajas de plástico que irán a la empacadora.
José Luis, un cortador treintañero, avienta el lazo, con la habilidad de un vaquero, hasta que logra engancharlo en una rama que considera con la fuerza necesaria para aguantar su peso. Trepa por la misma cuerda y luego sigue escalando, en busca del calibre 210
.
Trepado en una grúa, Arturo Olmos, quien tiene 35 años y lleva siete en el aguacate, explica su trabajo: hay que tener todas las medidas de seguridad y de inocuidad, nuestro gancho desinfectado, lavado, que esté bien, para poder tener una buena técnica de cosecha
.
Sigue cortando mientras resume la situación laboral de miles: “no tenemos utilidades, ni vacaciones, no manejan nada de eso… trabajamos para comercializadoras. Los empaques ya pusieron muchos intermediarios para evitar todo ese tipo de gastos”.
–¿Has tenido accidentes?
–Sí, uno –dice con la calma de quien acepta los gajes del oficio. –Me disloqué el hombro. Traía la bolsa colgada y se quebró la rama.
Los jornaleros coinciden en que se gana bien
y valoran la ventaja de salir temprano. Las empresas de corte fijan la salida a las 2 o 3 de la tarde. A veces, la cuadrilla termina antes con el área asignada. A veces, a las 12 nos podemos ir
.
Las víctimas
Una búsqueda simple en Internet da cuenta de los accidentes frecuentes en la industria aguacatera. La mayoría de las muertes, como dice el jefe de cuadrilla León Reyes, ocurre en accidentes de los vehículos de transporte.
Pero también abundan casos como uno que la prensa local registró el pasado 18 de octubre: la muerte de Bernabé C. en el municipio de Peribán. Murió electrocutado cuando su lanza de cortador pegó con un cable de luz. Era de Chilapa, Guerrero, y trabajaba en una cuadrilla con sus familiares. Tenía 14 años.