Bogotá. El incesante ronroneo de los helicópteros que surcan el cielo bogotano cargados de enormes recipientes de agua para intentar apaciguar las llamas instaladas desde hace cinco días en los cerros orientales, ya forma parte del paisaje urbano de esta ciudad de casi ocho millones habitantes.

Desde las primeras horas del día, las aeronaves desafían las columnas de humo y las altísimas llamas que se elevan desde las laderas de cuatro montañas, donde los bomberos intentan poner fin a los incendios que -según ha denunciado la policía- parecen haber sido originados en su mayoría por manos criminales.

Desde cualquier lugar de esta capital, se puede observar la dimensión de este desastre ambiental, evidencia contundente de los estragos causados por el cambio climático, a lo que se suma, en el caso colombiano, la llegada desde diciembre del llamado fenómeno de El Niño.

Organismos oficiales de la ciudad informaron que las temperaturas están superando las cifras récord de 25 grados registradas en 2017, hoy situadas en 25.2 grados, lo cual resulta toda una desproporcionada novedad para los habitantes de una ciudad acostumbrados a vivir con una temperatura promedio de entre 13 y 15 grados.

Este fenómeno, que según los especialistas se extenderá a lo largo de todo el mes de febrero, ha hecho que los adustos habitantes de Bogotá cambien sus tradicionales atuendos, útiles para resguardarse del frío, por prendas ligeras como si vivieran en cualquiera de las siempre hirvientes ciudades de las costas.

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