Recostada en una hamaca, rodeada por plantas que parecen custodiar sus memorias más preciadas, la poeta Natalia Toledo comparte los detalles de su creación más reciente: Carapace Dancer, poemario trilingüe en zapoteco, español e inglés que trasciende la palabra escrita.

Más que un libro, se trata de un mosaico cultural donde las raíces de la autora se fusionan con los paisajes marinos y las tradiciones del Istmo de Tehuantepec.

El título tiene un origen muy íntimo, explicó Toledo con una sonrisa que evidencia nostalgia. La inspiración nació en la playa de Chipehua, cuando, junto con su padre, el pintor Francisco Toledo (1940-2019), observó un caparazón de cangrejo que parecía ocultar la figura de una mujer danzante.

Esa imagen quedó grabada en su memoria como símbolo de movimiento, misterio y vida. El título, al igual que la obra, se presenta como una traducción de experiencias personales convertidas en lenguaje poético.

El libro también lleva por nombre Deche bitoope, en zapoteco, y El dorso del cangrejo, en español. Cada versión dialoga con un universo diferente, pero se entrelazan en un tejido que conecta lo ancestral con lo contemporáneo.

Escribir en zapoteco es como un papalote atado a su mecate; siempre regresa a sus orígenes, añadió Toledo (Juchitán de Zaragoza, Oaxaca, 1967), quien subrayó la relevancia de su lengua natal como vehículo esencial de identidad y pertenencia.

Entre los poemas que articulan la obra, destaca uno que comparte el título del libro en zapoteco. Es largo, como un inventario de mi vida que escribí de manera casi compulsiva, como si cada palabra hubiera estado esperando el momento de ser liberada, comentó la poeta en entrevista con La Jornada.

Los versos combinan sonidos onomatopéyicos, referencias a curaciones tradicionales y una visión del amor que, en palabras de Natalia Toledo, es solitario, pero profundo.

El poemario también aborda temas complejos como el dolor, la traición y la vulnerabilidad. Uno de los textos más desafiantes es La dote, que cuestiona la tradición del pañuelo blanco, imposición colonial que marcó la vida de muchas mujeres en su comunidad.

Escribí esos versos como una deuda con las mujeres que vivieron ese ritual, pero también para cuestionar esa herencia violenta, afirmó Toledo, dejando claro que su poesía es, además, un acto de resistencia.

Las mujeres y el matriarcado son temas recurrentes en su obra. En el poema El matriarcado según San Vicente, Toledo analiza la figura de las mujeres zapotecas y su relación con la fe. San Vicente, el santo patrono de Juchitán, se erige como símbolo de resiliencia en una región de pescadores donde las tempestades no sólo son meteorológicas, sino también sociales.

El mar, omnipresente en su creación literaria, es un personaje más. La poeta lo describió como testigo de su infancia y refugio emocional. Aunque ahora vive lejos de las costas, asegura que el sonido de las olas y el olor a salitre siempre la acompañan.

El mar es como los brazos de mi madre o de mi abuela; siempre está ahí, aunque no lo vea, admitió. Este elemento natural, junto con los camarones secándose al sol y las historias de pescadores, alimentan su imaginario poético.

La portada de Carapace Dancer tiene un detalle profundamente personal: la imagen es una ilustración de la espalda de Natalia Toledo cuando era joven.

La colaboración con su hermano Jerónimo, conocido como Dr. Lakra, es otro de los pilares de este trabajo editorial. Los dibujos que acompañan los poemas capturan la esencia irreverente y vital de las tradiciones del Istmo.

Para Natalia Toledo, “trabajar con él fue como regresar a nuestra infancia, a esos días de cómics y aventuras en Juchitán. Las ilustraciones embellecen el libro, pero también dialogan con los textos y crean una experiencia sensorial completa.

“En cierto sentido, Carapace Dancer es una carta de amor a mi gente, pero también una advertencia sobre lo que está en juego: la pérdida de nuestra lengua zapoteca, el olvido de nuestros rituales y la constante amenaza de la violencia que ha marcado la vida de las mujeres y de los pueblos indígenas.

Mi mirada crítica no se detiene ante las contradicciones ni las injusticias, pero también celebro la resistencia y la capacidad que tenemos de reconstruir nuestra identidad desde lo más profundo de nuestras raíces, concluyó la poeta.

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