La agrupación cubana Buena Vista All Stars posee ejecutantes que son unos maestros de la música en el escenario, pero todos son feos.

Señalando a Amanda Gaviria, Demetrio Muñiz, director del combo cubano mencionado, reiteró en tono de broma: Lo único bonito del grupo es esa joven. Se refería a la única integrante del grupo que es corista y cantante, y quien en un momento de su concierto en el Auditorio Nacional tomó el micrófono principal para interpretar Piel canela y Quizás, “que cantaban nuestros abuelos… yo no estoy entre ellos”, rió Muñiz.

Puede que los integrantes de la agrupación –seleccionados por Demetrio como ingredientes gourmet para comensales de alta gama espiritual– no sean del todo guapos, pero de que se entregan no hay duda y hacen sentir que lo gastado en plata por vivirlos se convierta en alimento de oro. Es decir, academia y ras de piso brillan en los cubanos arriba del proscenio.

Fuera de mofa, la agrupación trajo la noche del miércoles un pedacito de Cuba al foro de Reforma, ese fragmento que viene a ser el casi turístico repertorio integrado por clásicos de sones, boleros guaguancoseados y guarachados, así como un poco de jazz latino, que aunque suene a sitio común, hizo que los presentes se sintieran en la isla.

Presentar un espectáculo de calidad top para el Buena Vista All Stars fue sencillo: ser quienes son en su vida cotidiana: gente que ama y se divierte al ejecutar canciones muy reconocidas que, plasmadas con honestidad, llegan al fondo.

Muñiz fue el divertido conductor de un tren tropical que transportó no sólo por La Habana, sino también por Camaguey, Pinar del Río o Marcané.

Buena Vista All Stars se erigió como el depositario de una tradición que se dejó sentir en el concierto, en el que Ibrahim Ferrer hijo, Barbarito Torres, y 11 ejecutantes estelares se entregaron para cerrar su gira Noches de La Habana, que recorrió varias partes del mundo.

¿Cómo fue que nos dejaron estar acá?, se preguntó el director musical, y acto seguido, sonó Cómo fue, bolero arreglado como guaguancó. Sirvió de previo para que unos guajiros echaran pa’lante y a caballo se fueran pa’l monte, y sonaran las cuerdas del laúd de Barbarito Torres, quien llegó a tocar su laúd en su espalda. Claro que tuvo la ayuda de Amanda para sostenerlo mientras él rasgaba las cuerdas.

Ibrahim Ferrer hijo brilló como un gran frontman. Incluso presentó un son de su autoría, Ciao tristeza. Y también interpretó Lágrimas negras, de mi color, de lo que se enorgulleció el cantante.

Uno de los trompetistas, Manuel Machado, fue presentado como el autor de Machado blues, una pieza de latinjazz que el metalero dirigió y con la cual demostró que en el escenario, estos músicos están como en jardín de niños. Pura descarga de música pura cubana.

Ejecutaron otra pieza contenida en el disco Rhythms del Mundo que editó Buena Vista Social Club hace años, la cual, por cierto fue un arreglo del propio Demetrio Muñiz. Hablamos de Clocks, original de la banda inglesa Coldplay.

Y también sonaron Échame a mí la culpa y Chan-Chan, con la voz del otro corista y cantante Ángel Aguiar, track que creó en el recinto un mar de luces.

Luego de estar tras bambalinas, regresó al escenario Ibrahim hijo para cantar El cuarto de Tula, historia de letra trágica cuya energía fue volteada por la música cubana para crear una pieza energetizante. Fue el momento en que Barbarito Torres hizo una de sus locuras. La contorsión mencionada anteriormente. Bárbaro loco se volvió corearon los miembros de la agrupación.

No podía faltar Hay candela, entre otras piezas que transportaron por momentos a aquellos cabarets famosos como el que era conocido como Paraíso bajo las estrellas.

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