Washington. En el oeste de Norteamérica, durante el ocaso de la era de los dinosaurios, el dominador indiscutible era el Tyrannosaurus rex, uno de los mayores depredadores terrestres de la historia de la Tierra.

Pero había muchos otros depredadores que se buscaban la vida de diversas formas, incluidas -como muestran nuevos fósiles- las aves rapaces más antiguas que se conocen.

Los investigadores han descubierto en Montana los restos de dos especies aviares del Cretácico recientemente identificadas que datan de hace unos 67 millones de años y presentan rasgos anatómicos parecidos a los de las rapaces actuales. En concreto, tienen un hueso del pie construido de tal manera que les permitía capturar, someter y llevarse a sus presas tal y como hacen hoy en día los halcones, los búhos y las águilas.

Los fósiles se descubrieron en la misma extensión rocosa de la Formación Hell Creek, que se extiende por cuatro estados de Estados Unidos, donde a lo largo de los años se han desenterrado muchos dinosaurios, como el T. rex, el Triceratops y el Edmontosaurus.

Ambos se conocen únicamente por el tarsometatarso, el hueso del pie situado entre el tobillo y los dedos. Basándose en sus dimensiones, el mayor de los dos, llamado Avisaurus darwini, podría haber tenido el tamaño de un gran halcón, con una envergadura de quizás 1.3 metros. El otro, ligeramente más pequeño, también es del género Avisaurus, pero no se ha acuñado el nombre de su especie.

Las similitudes del tarsometatarso con las aves rapaces modernas “sugieren que pueden haber funcionado de manera similar y tal vez ocupado una ecología no muy diferente de lo que vemos hoy en día”, dijo Alex Clark, estudiante de doctorado en biología evolutiva en la Universidad de Chicago y el Museo Field de Chicago y autor principal del estudio publicado este miércoles en la revista PLOS ONE.

“Al referirnos a un ave de presa, hablamos específicamente de aves existentes que utilizan principalmente sus patas y pies para someter o incapacitar a sus presas”, añadió Clark.

Las dos especies podrían haber cazado pequeños mamíferos, lagartos y otras aves, como lo haría un halcón en la actualidad.

Las primeras aves aparecieron hace unos 150 millones de años, durante el Jurásico, y evolucionaron a partir de pequeños dinosaurios emplumados. Las dos especies recién identificadas pertenecían a los enantiornitinos, uno de los cuatro principales grupos de aves que vivieron durante la era de los dinosaurios.

Este grupo desapareció en la extinción masiva de hace 66 millones de años causada por el impacto de un asteroide que acabó con los dinosaurios, salvo algunos de sus descendientes aviares.

Estas aves rapaces recién identificadas no son ancestrales de ninguna de las que viven en la actualidad, sino que evolucionaron con los mismos rasgos anatómicos. “Es probable que la morfología que equipa a un animal para comportarse como una rapaz haya evolucionado varias veces”, afirma Clark.

Hasta ahora, las aves rapaces más antiguas que se conocían databan de millones de años después del comienzo del Periodo Cenozoico, que siguió a la desaparición de los dinosaurios y fue testigo del surgimiento de los mamíferos.

El carácter incompleto de los hallazgos fósiles de Avisaurus deja un misterio sobre el aspecto de estas aves. “¿Tendrían dientes estos enantiornitinos o picos ganchudos, como muchas rapaces actuales? Ambas cosas son posibles y sólo los descubrimientos futuros lo dirán”, afirma Jingmai O’Connor, paleontólogo del Museo Field y coautor del estudio.

Uno de los rasgos observados en su tarsometatarso era un robusto punto de fijación muscular similar al de halcones y búhos. “Esto indica que los músculos de las patas y los pies eran potentes y podían agarrar y transportar presas proporcionalmente grandes”, explica Clark.

Otro rasgo -las estrías en el tarsometatarso, llamadas trócleas, que indican dedos potencialmente poderosos- es una característica presente en las rapaces modernas que resulta útil para someter a las presas que se llevan en vuelo.

Los investigadores también descubrieron restos de una tercera nueva especie de ave de la misma época, llamada Magnusavis ekalakaensis, pero su estilo de vida sigue sin estar claro.

El descubrimiento de estas nuevas especies profundiza en el conocimiento de los ecosistemas del final de la era de los dinosaurios y llena algunas lagunas en el conocimiento de la evolución de las aves durante esta época crucial para la vida en la Tierra.

“Tenemos un ecosistema capaz de albergar a un tirano como el Tyrannosaurus rex, pero con suficiente diversidad de pequeños vertebrados como para albergar múltiples especies de aves rapaces”, explica Clark.

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