Desentrañar el sentido social del arte y ponerlo al servicio de las mejores causas fue uno de los derroteros fundamentales en la existencia y el quehacer del pintor y activista Antonio Ortiz, mejor conocido como Gritón, quien falleció ayer en la Ciudad de México, a los 71 años.

Su deceso ocurrió en casa, tranquilo, rodeado del amor de su familia; tenía cáncer y enfermedad pulmonar obstructiva crónica, informaron sus hijos, Esmeralda y Silvestre Ortiz Unceta, quienes indicaron que las exequias serán hoy, a partir de las 10 horas, en la Funeraria Inhumaciones de México (Miguel E. Schultz 86, colonia San Rafael).

Hace unas semanas mi papá me dijo que había disfrutado el viaje, que se había divertido y que estaba contento con su vida. Hoy se fue dejando un legado humano sin igual, apuntó Silvestre. En tanto, Esmeralda asentó: La vida de mi papá estuvo igual de llena de color que todos sus cuadros. Me enseñó a luchar, a tener mis propias ideas y a siempre intentar ser feliz en la vida. Él fue un grandísimo ejemplo de rebeldía, y hoy el cielo ha ganado una gran persona.

Autogestión y activismo

Nacido el 24 de agosto de 1953 en la capital del país, la trayectoria de Antonio Ortiz Gritón abarca tanto la producción como el activismo artístico, a lo que se aúna su profundo compromiso social e infatigable trabajo en la promoción y gestión cultural, por medio del cual apoyó, promovió y difundió a artistas de varias disciplinas y generaciones.

“Desde su obra, o desde proyectos colectivos autogestivos –apunta una semblanza del Museo Amparo–, ha logrado reflexionar en torno a temas de relevancia e interés comunitario, y articular acciones ciudadanas encaminadas a construir infraestructura artística y social más allá de la oficial. Su producción artística se ve manifestada en diferentes medios y técnicas; en pintura y escultura utiliza o inserta elementos y objetos de la estética popular y del mercado de consumo masivo”.

Físico de profesión, determinó hacerse artista en 1976, inspirado por el libro de Jerzy Andrzejewsky Helo aquí que viene saltando por las montañas, no sólo porque el protagonista, un pintor octogenario, era su homónino, sino porque la novela bien podía ser su biografía, narró el periodista Luis Hernández Navarro en un artículo publicado el martes pasado en este diario, así como en su libro Sentido contrario (La Jornada Ediciones), en el que dedica un capítulo al artista mexicano:

“Decidió que lo que allí estaba escrito bien podía ser su vida. Compró lienzos, pinceles, paleta y pinturas de marca Politec. Y como no quería que le sucedieran la tragedia y farsa, el esnobismo y mercantilismo al que el escritor polaco lo condenó en su obra, decidió firmar sus cuadros como Gritón y no como Antonio Ortiz”, escribió el coordinador de Opinión de La Jornada.

Siempre inquieto y entusiasta, el creador expondría a partir del 15 de enero en la librería Rosario Castellanos del Fondo de Cultura Económica, pero, ante los acontecimientos, se desconoce si se mantendrá en pie, indicó Aleida Pardo, de la galería Banda Municipal y curadora de esa muestra.

Se trata de una selección de las 47 imágenes que conforman la serie Acerca de la emancipación humana. Son retratos fotográficos, intervenidos por el artista, de personajes centrales del pensamiento político de izquierda, entre ellos Darwin, Marx, Engels, Bakunin, John Reed, Ricardo Flores Magón, Rosa Luxemburgo, Freud, Alexandra Kollontall, Adolfo Sánchez Vázquez, José Revueltas, Fidel Castro, Noam Chomsky, John Berger y Pablo González Casanova.

Ingenio y quehacer inabarcables

Gritón –sobrenombre que se le confirió desde su época en la Facultad de Ciencias por su inconfundible tono de voz– fue un hombre comprometido con el arte, su sociedad y su tiempo. Su ingenio y quehacer eran inabarcables, lo mismo que su solidaridad.

De ello dan cuenta varios hechos: apoyó desde diversos frentes el levantamiento zapatista en Chiapas; sobrevoló en avioneta la Ciudad de México para repartir desde al aire 40 mil volantes con obra artística; tiñó de rojo la fuente de Petróleos para emular sangre a manera de protesta por la invasión estadunidense a Irak; emprendió junto con Gabriel Macotela y más de un centenar de artistas la Toma de Reforma (con obra de gran formato), con el fin de manifestar su desacuerdo ante la falta de infraestructura cultural adecuada, recaudó y distribuyó víveres y recursos para los artistas en condiciones precarias por la pandemia, y organizó los tianguis de gráfica y de música independiente La Zurda para ayudar a dichos sectores.

Según cita Hernández Navarro en el libro referido, Gritón estaba convencido de que el papel del arte en la sociedad es un acto de afirmación, un referente, de la identidad colectiva. Asimismo, sostenía, el arte en ocasiones puede colocar en la mesa de la discusión los grandes problemas de la propia sociedad, así como desempeñar un papel preponderante en los procesos de afirmación identitaria de una sociedad.

El deceso causó pesar en el medio artístico, como expresó el pintor, grabador y director del Museo Nacional de la Estampa, Emilio Payán: “Hoy vivimos en una nostalgia que gotea sobre la vida y recordando su rebeldía, su empatía y su lucha por las mejores causas de las comunidades vulnerables, que son los indígenas, los trabajadores y los campesinos. Gritón trabajó mucho por la sobrevivencia del pueblo Palestino. Siempre tuvo principios muy claros para defender a la comunidad artística. Deja un legado muy importante en su obra, de lucha, empatía y rebeldía. Fue valiente y comprometido”.

El pintor Gustavo Monroy subrayó que su colega era una persona que siempre estaba ahí, sobre todo en las cuestiones sociales desde el movimiento zapatista. Un elemento muy importante ahora que se habla tanto de colectividad: supo generar comunidad en el sentido profundo y a través del arte. Siempre estaba a contracorriente o en la contracultura, palabras que con él cobraban vigencia.

Fernando Gálvez, curador, crítico de arte y director del Centro Vlady, destacó que “la obra de Gritón estaba siempre asociada con sus posiciones políticas. Interpreto que esta libertad con que cambiaba de estilos y formatos se ligaba a un posicionamiento libertario.

Él tenía desde hace años varias obras que dedicó a los movimientos guerrilleros. Era una obsesión para él, no sólo en el arte, sino en su posicionamiento ante la vida. Muchas de sus actividades eran una extensión de su obra. Él veía como parte de su creación impulsar a los artistas contemporáneos.

Entre los organismos que lamentaron la muerte del pintor, se encuentra el Colectivo Llegó la Hora de los Pueblos, de apoyo al EZLN y al CNI-CIG, del cual él formaba parte, al lado de personalidades como Pablo González Casanova: “Siempre comprometido, entusiasta y dispuesto al trabajo solidario, Gritón, como lo llamábamos cariñosamente, puso su arte y creatividad al lado de las causas más justas, siempre desde abajo y a la izquierda. Bromista, solidario, empático, creativo y con un corazón tierno. Ejemplo de lucha y coherencia en el mundo”.

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