Madrid. Centenares de lectores hacen fila desde hace varios días en la puerta de la librería Sant Jordi, de Barcelona, una de las pocas que sobreviven en el centro de la ciudad ante el vasallaje de los locales comerciales dedicados en exclusiva al turismo.

De ahí que los vecinos del barrio y de la ciudad acudieran al llamado del propio local para comprar los paquetes especiales de cara a su inminente cierre, provocado por el desorbitado incremento de la renta impuesto por los propietarios ante el vencimiento del contrato en febrero.

A partir de que se conoció la noticia, los lectores, a través del boca a boca, iniciaron una revuelta espontánea que consiste en comprar libros para expresar su defensa de la cultura frente a la degradación de la ciudad provocada por la industria del turismo.

La librería Sant Jordi de Barcelona no es de las más antiguas de la ciudad, se fundó en 1983, pero sí es, sin duda, una de las más queridas, al estar ubicada en el corazón del barrio Gótico y por estar especializada en literatura, fotografía, arte y arquitectura, así como por la labor de su fundador, Josep Morales Monroig, quien murió el pasado 12 de diciembre, de defender la cultura frente a la deshumanización de las ciudades. Pero la gentrificación del barrio, uno de los más turísticos de Barcelona, que es a su vez una de las ciudades más turísticas del mundo, amenazan el futuro de la librería y de otros muchos sectores y de la forma de vida de los nativos de la ciudad.

Uno de los epicentros de la protesta popular contra el turismo, llamada popularmente turismofobia, nació en Barcelona, en concreto en el barrio Gótico, donde ya no quedan apenas residentes habituales de la ciudad, que han sido expulsados poco a poco por la industria avasallante del turismo, ya sea por los pisos de alquiler temporal, por los comercios dedicados en exclusiva a los recuerdos o a que los hoteles y los restaurantes han copado todo el lugar, sin dejar espacio a la vida tradicional de un barrio popular, como era éste hace menos de medio siglo.

La lucha por resistir de la librería Sant Jordi tiene ya cerca de una década, cuando se iniciaron las advertencias de los propietarios del local del incremento de la renta para obtener más réditos ante el auge del barrio. El librero Josep Morales Monroig no sólo inició una campaña pública de defensa de la cultura, sino que además creó una red ciudadana de debate y solidaridad en la que pretendía no sólo defender la necesidad de una librería en pleno corazón de la ciudad, sino también resistirse a que la cultura fuera tragada por la industria turística.

La esposa del librero, Cristina Riera, reconoció su emoción al ver las largas filas de lectores que acudieron al llamado de la librería al conocer de su inminente cierre por el incremento de la renta: Estas filas, que se han convocado por el boca-oreja, es el mejor homenaje que se podía hacer a Josep; es la manera que tiene la gente de mostrar su cariño, su solidaridad y su amor por la librería. Sobre todo porque estamos en una situación delicada, ya que hay un contrato de alquiler que terminará en febrero, y es la forma que tienen de expresar su deseo de que continúe en la ciudad, en un establecimiento tan mágico y en una calle tan emblemática que está desapareciendo y en la que ya sólo quedan la librería y una tienda de bellas artes.

Desde su apertura, en 1983, el local se ha mantenido como un refugio cultural único, con una cuidada selección de libros sobre arte, fotografía, diseño, filosofía y arquitectura; sin embargo, la inesperada muerte de su fundador ha dejado un vacío que ha obligado a la familia a tomar medidas para dar salida a la gran cantidad de productos que hay en el interior del establecimiento. Para ello crearon “packs de Navidad”, mismos que están comprando los lectores para evitar su cierre, que logró superar en 2019, también por el incremento de la renta.

En el lejano enero de 2015, cuando ya estaba amenazado el proyecto, Josep Morales explicó la situación y su estrategia para resistir: Empezamos un año lleno de incertidumbre sobre el futuro de la librería, pero con el convencimiento de que seguiremos luchando todo lo posible por preservar este pequeño rincón de la ciudad gracias a todo el cariño y apoyo que nos regalan.

A partir de ahí no han dejado de llegar los mensajes de apoyo y de defensa de la cultura frente al vasallaje del turismo, en una ciudad cada vez más degradada, como el de Elena Laseca, que señaló: “librerías como ésta no deberían desaparecer jamás. Un país sin cultura, sin la cultura cercana, sin calles para pasear acompañados por pequeñas tiendas llenas de sueños al alcance de la mano, sin escaparates repletos de libros esperando que alguien los adopte y les dé un hogar donde hacer felices a los niños, a los solitarios, a los jóvenes a los mayores… un país así morirá. Morirá de pena y de tristeza y se acabarán los motivos y las razones para luchar. Los libros están preñados de palabras, y sin las palabras nada somos”.

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