Londres. Fue una escena que debería volverse infame, más absurda que lo ocurrido el 2 de diciembre de 2010, cuando Qatar fue designada sede de la Copa del Mundo 2022 (suceso relacionado con el escándalo de corrupción conocido como FIFAgate).
Catorce años después, el jueves 11 de diciembre de 2024, el Congreso de la FIFA –realizado en línea– aplaudió a distancia dos decisiones
que aclamaban a los anfitriones de los Mundiales de 2030 y 2034: Marruecos-Portugal-España con tres partidos en Argentina-Paraguay-Uruguay para el primero, y cuatro años después Arabia Saudita. Y eso fue sólo la mitad. El aplauso provino de un muro de pantallas al estilo Gran hermano, frente a las cuales se encontraba el pre-sidente de la FIFA, Gianni Infantino, de pie y orgulloso. Fue una imagen que de alguna manera revivió la sorpresa en el rostro de Joseph Blatter cuando leyó Qatar
en diciembre de 2010.
Dado que la reunión fue en línea, Infantino pidió a los integran-tes del Congreso que levantaran las manos cerca de sus cabezas
para que él también pudiera verlas (en las pantallas), antes de referirse a los escrutadores
que estaban observando. Hubo bromas privadas de algunos involucrados sobre si esto implicaría escrutar el entusias-mo con el que aplaudían los votantes. No sonaban entusiasmados. Algunos votantes presenciaban el acto desde sus coches. Otros parecían estar hablando por teléfono.
El juego actual
¡Maravilloso, maravilloso!
, declaró Infantino.
Es increíble que una federación de tal poder haya dado este espectáculo y, sobre todo, con una decisión de tal importancia, pero aquí estamos. Así se juega en la actualidad.
Si no fuera claro que se trataba de una votación, parecería que era una vulgar dictadura
, expresión que se utiliza en el mundo del futbol para describir en qué se han convertido entidades como la FIFA y la UEFA. Incluso el hecho de que esto ocurriera en línea impidió que se pudieran mantener charlas en los pasillos. Algunos de los integran-tes del Consejo de la FIFA, má-ximo órgano del rector del balompié mundial, ni siquiera asistieron.
Esto es algo que vale la pena reconocer. La centralidad de Infantino en el acto reflejó que él es un presidente de la FIFA, pero en realidad es un dirigente ejecutivo, en la cima de una estructura políti-ca que es inexplicable dado el poder
que, según él, tiene el futbol. Eso se puede observar en actos como éste.
Sin embargo, no hubo nada de la sorpresa de 2010, porque esto se vio venir con más de un año de antelación. Cada paso dado durante 14 meses aseguró que sólo hubiera una candidatura posible para 2030 y 2034. Esto ha ocurrido al mismo tiempo que en casi todas las elecciones presidenciales de las confederaciones de futbol, desde la reforma de la FIFA en 2015, en las que ha participado un solo candidato. Hubo un declive de la democracia.
Esta estructura permitió que más de 200 de las 211 asociaciones nacionales ofrecieran su apoyo a ambas candidaturas, que se agruparon de forma llamativa, de modo que las federaciones tuvieron que aplaudir a ambas al mismo tiempo. La Asociación Inglesa de Futbol consideró que no podía oponerse a la candidatura de 2034, por ejemplo, porque eso habría significado también oponerse a la candidatura de la UEFA para 2030.
Al menos en tres de las imágenes que se muestran detrás de Infantino había sillas vacías. La federación noruega fue la única asociación que mostró algo de dignidad al exigir que se leyeran sus quejas sobre el proceso. Esto ocurrió de manera superficial, por lo que Mattias Grafström, de la FIFA, se limitó a decir que volverían
al caso más tarde.
Todo lo demás relacionado con este proceso ya estaba resuelto mucho antes. Lo mismo que los aplausos que remplazaron cualquier tipo de proceso de votación adecuado; incluso hubo una simulación de presentaciones, con ambas ofertas (de ser sedes mundialistas) que exhibieron sus métodos de hospedaje como si realmente hubiera alguien a quien convencer.
Pese a todo lo que se dijo sobre la celebración del centenario de la Copa Mundial de Uruguay 1930, sorprende que Sudamérica estuviera dispuesta a aceptar sólo tres partidos y no ser candidata para recibir un torneo en su totalidad.
La presentación de la candidatura saudita para 2034 estuvo inevitablemente precedida por niños pequeños, algunos de ellos con caras demasiado tiernas, como se ha vuelto habitual en este tipo de espectáculos. La presentación en sí misma enfatizó el programa Visión 2030
del Estado, así como constantes recordatorios de que es una nación de futbol
(y lo es) y se habló de bailes y canciones.
Entre ruido y advertencias
Pero todo esto no es más que ruido, uno más fuerte que los aplausos. Lo realmente significativo ahora es lo que anticipa sobre el futuro del futbol; lo que dice de su presente y de su pasado reciente.
El Mundial de 2030 se celebrará en un momento en que las advertencias sobre el cambio climático no hacen más que aumentar, y sin embargo se celebrará en tres continentes. Algunos de los partidos en España y Marruecos se disputarán casi con toda seguridad en temperaturas cercanas a los 40 grados, lo que debería replantear parte del debate sobre otro Mundial de invierno. También habrá un mayor enfoque en Marruecos por cuestiones de derechos humanos, por no hablar de su relación con los migrantes en España, pero en particular por la ilegalidad de las relaciones sexuales entre perso-nas del mismo sexo en ese país.
La FIFA ha elegido otro anfitrión que excluye a una parte de la afición al futbol. Se trata de una cues-tión que alcanzará un nivel totalmente nuevo en 2034. Se da-rán muchas de las mismas discusiones que con Qatar, pero a una escala mucho mayor por ser Arabia Saudita.
Vamos a vivir una década en la que los grupos de derechos humanos plantearán sus preocupaciones sobre la opresión, los derechos civiles, los de las mujeres, los de los trabajadores migrantes. Sin lugar a dudas, los trabajadores morirán
, ya ha dicho Amnistía Internacional. Ya hemos oído eso aquí.
Sin embargo, no veremos ninguna resistencia real, porque, en cierto modo, se han aprendido las lecciones de 2010 y de Qatar. Todo esto se ha normalizado. No había necesidad de que se produjeran los problemas de trastienda de 2018-22 (relacionados con el FIFAgate), porque todo es muy descarado yestá a la vista de todos. Los aficionados al deporte están acostumbrados a apoyar los acontecimientos que se producen en Arabia Saudita y otras autocracias. Ese dinero inunda el futbol y sirve para cooptar muchos pilares del deporte. Eso ayuda a que esto se vuelva inevitable y así es el balompié moderno destilado.
La presentación saudita hizo referencia a un momento histórico
. Lo es, aunque quizá no en el mejor sentido.