Moscú. Rusia prometió este miércoles no dejar sin respuesta el nuevo ataque que sufrió en su territorio con misiles estadunidenses de largo alcance (hasta 300 kilómetros), sin precisar cuándo ni con qué tipo de arma piensa hacerlo.

Si se cumple al pie de la letra, reflexionan analistas, la advertencia que hizo el presidente Vladimir Putin, después de que Kiev atacó territorio ruso con ese tipo de arma el 19 de noviembre pasado y Moscú respondió usando por primera vez su nuevo sistema hipersónico de misil balístico Oreshnik (Avellano), cabría esperar que vuelva a emplear ese cohete en fase experimental, por segunda ocasión en condiciones de combate real.

Por ahora, el ministerio ruso de Defensa, mediante un breve comunicado, sólo informó que Ucrania –cuyo mando militar ni confirma ni desmiente este tipo de noticias– lanzó seis cohetes Atacams contra el aeródromo militar en Taganrog, ubicado en la región de Rostov en la costa del mar de Azov.

Y avisó: “Este ataque con armas occidentales de largo alcance no quedará sin respuesta y se están tomando las medidas pertinentes”.

El departamento castrense asegura también que su defensa antiaérea, en este caso concreto, derribó dos misiles y señala que los otros cuatro, a consecuencia de los recursos radioelectrónicos empleados contra ellos, se desviaron de su ruta.

No obstante, reporta que los fragmentos que cayeron causaron víctimas entre el personal de la instalación militar y menciona edificios de viviendas “con daños”, igual que los vehículos estacionados en las calles adyacentes.

Estos son los hechos, en la versión de los militares rusos, y puede anticiparse que no habrá gran diferencia en lo que trascienda desde Kiev, salvo que los ucranios dirán que destruyeron varios cazabombarderos.

Al margen de este intercambio habitual de éxitos o fracasos, según quien lo diga, los expertos de uno y otro lado coinciden, sin ser ese su propósito, en preguntarse para qué Ucrania sigue usando un arma que Rusia señaló claramente que es una línea roja que no debe cruzarse y que puede traer consecuencias desastrosas tanto para Kiev como para aquellos que autoricen el uso de sus armas contra territorio ruso.

Y no hay una explicación convincente. Porque quienes conocen de estos temas sostienen que con la cantidad actual de armas de largo alcance que tiene Ucrania no puede doblegar a Rusia ni el Kremlin, a pesar de sus amenazas de recurrir a su arsenal nuclear, va a provocar una hecatombe que, por definición, no puede tener vencedor, por lo cual ni va lanzar una bomba atómica en Ucrania ni va atacar un país de la Organización del Tratado del Atlántico Norte.

Visto así, afirman, el ataque de Taganrog parece parte de un juego macabro cuyo objetivo es ver hasta dónde llega la paciencia del contrincante o, si se prefiere, quien tira la toalla, apareciendo como perdedor de ese enfrentamiento, que puede durar hasta que alguien pierda el juicio y ya no le importe que la vida en la Tierra acabe en aniquilación recíproca.

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