Ciudad de México. Desde las primeras luces del alba, la explanada del Palacio de Bellas Artes comenzó a llenarse de fieles admiradores. Entre ellos, doña Margarita Rangel Rodríguez, quien viajó desde San Juan Teotihuacán y llegó puntual a las 6 de la mañana, decidida a ser parte del homenaje póstumo a la leyenda del cine mexicano, Silvia Pinal.

A medida que avanzaba la mañana, el emblemático recinto se convirtió en un espacio de encuentro y memoria. Media hora antes del inicio, a las 11 en punto, el movimiento de cámaras y periodistas anunciaba la magnitud del evento. La fila, extensa y llena de emoción, ya daba la vuelta a la mitad del edificio. Vallas metálicas y un operativo de seguridad especial resguardaban el acceso principal y los costados, protegiendo el espacio donde la diva sería despedida.

Cartulinas y pancartas decoraban el entorno, más que mensajes, eran declaraciones de afecto y reconocimiento. “En México la amamos”, expresó uno de los seguidores. En un cartel, otro mensaje destacaba la grandeza de la homenajeada: “Hasta siempre, Silvia Pinal, gran mujer; dejas un legado con 70 años de trayectoria. ¡Gracias!”.

Bellas Artes se convirtió en un escenario de amor colectivo, donde cada aplauso y cada lágrima honrarán a la estrella inmortal que iluminó la Época de Oro del cine mexicano.

 

 

 

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