Bakú. Los países reunidos en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP29) de Bakú adoptaron un objetivo de financiación global de 300 mil millones de dólares para ayudar a las naciones más pobres a hacer frente a los impactos del cambio climático, un acuerdo criticado por sus destinatarios como deplorablemente insuficiente.

El acuerdo, alcanzado en una jornada extraordinaria de la conferencia de dos semanas en la capital de Azerbaiyán, debía impulsar los esfuerzos internacionales para frenar el calentamiento global en un año destinado a ser el más caluroso en los registros. En su lugar, frustró a los países en desarrollo frustrados.

“Lamento decir que este documento no es más que una ilusión óptica”, dijo Chandni Raina, representante de la delegación india, en la sesión plenaria de clausura de la cumbre, minutos después de que se aprobó el acuerdo. “En nuestra opinión, esto no abordará la enormidad del reto al que todos nos enfrentamos”.

El responsable de Naciones Unidas para el clima, Simon Steill, reconoció las dificultades de dos semanas de agotadoras negociaciones que condujeron al acuerdo, pero saludó el resultado como una póliza de seguro para la humanidad.

“Ha sido un camino difícil, pero hemos llegado a un acuerdo”, dijo Steill. “Este acuerdo mantendrá el auge de las energías limpias y protegerá miles de millones de vidas”.

“Pero como cualquier póliza de seguros -solo funciona- si las primas se pagan en su totalidad, y a tiempo”, agregó.

El nuevo objetivo sustituye al anterior compromiso de los países desarrollados de aportar 100 mil millones de dólares anuales a la financiación de los países más pobres para 2020. Ese objetivo se cumplió con dos años de retraso, en 2022, que y expira en 2025.

La cumbre debía haber concluido el viernes, pero se prolongó más de lo previsto porque los negociadores de casi 200 países tuvieron muchas diferencias para adoptar un consenso sobre el plan mundial de financiación climática para la próxima década.

La cumbre se centró en el debate sobre la responsabilidad financiera de los países industrializados -cuyo uso de combustibles fósiles ha provocado la mayor parte de las emisiones de gases de efecto invernadero- para compensar a los demás por el deterioro causado por el cambio climático.

También puso de manifiesto las divisiones entre los gobiernos ricos, limitados por presupuestos nacionales ajustados, y las naciones en desarrollo, que se tambalean por los costos de tormentas, inundaciones y sequías.

Los países buscan financiación para cumplir el objetivo del Acuerdo de París de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5 grados centígrados por sobre los niveles preindustriales.

Según el informe de la ONU sobre la brecha de emisiones de 2024, el mundo va camino de alcanzar un calentamiento de hasta 3,1 ºC a finales de este siglo, ya que las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero y el uso de combustibles fósiles siguen aumentando.

La lista de países que deben contribuir -unas dos docenas de países industrializados, entre ellos Estados Unidos, naciones europeas y Canadá- se remonta a una decidida durante las conversaciones de la ONU sobre el clima en 1992.

Los Gobiernos europeos han pedido a otros países que se unan a ellos, como China, la segunda mayor economía del mundo, y los países ricos en petróleo del Golfo. El acuerdo anima a los países en desarrollo a contribuir, pero no los obliga.

El acuerdo también incluye el objetivo más amplio de recaudar 1,3 billones de dólares anuales para la financiación de la lucha contra el cambio climático de aquí a 2035, cifra que incluiría fondos de todas las fuentes públicas y privadas y que, según los economistas, se corresponde con la suma necesaria para hacer frente al calentamiento global.

Los países también acordaron normas para un mercado mundial de compra y venta de créditos de carbono que, según sus defensores, podría movilizar miles de millones de dólares más en nuevos proyectos para ayudar a combatir el calentamiento global, desde la reforestación hasta el despliegue de tecnologías de energía limpia.

Garantizar el acuerdo de financiación climática fue un reto desde el principio.

La victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales estadunidenses de este mes ha suscitado dudas entre algunos negociadores sobre si la mayor economía del mundo contribuiría a cualquier objetivo de financiación climática acordado en Bakú.

Trump, un republicano que asumirá el cargo en enero, ha calificado el cambio climático de engaño y ha prometido retirar de nuevo a Estados Unidos de la cooperación internacional en materia climática.

Esperaba “un resultado más ambicioso”: Guterres

El secretario general de la ONU, António Guterres, aplaudió el acuerdo alcanzado este sábado en el marco de la COP29 y lo ha presentado como una “base” sobre la que seguir avanzando, aunque ha reconocido que sus expectativas eran más ambiciosas.

“Había esperado un resultado más ambicioso, tanto en materia financiera como de mitigación, para afrontar el gran desafío que enfrentamos. Pero este acuerdo proporciona una base sobre la cual construir. Es necesario cumplirlo en su totalidad y a tiempo”, ha expresado el secretario.

Guterres ha insistido en la relevancia de este acuerdo “absolutamente esencial” y ha hecho un llamamiento a “todos los países” a “unirse para garantizar que se alcance el límite superior de este nuevo objetivo”.

El representante de Naciones Unidas ha hecho hincapié en dos aspectos fundamentales. Por un lado, la implementación de “nuevos planes nacionales de acción climática que abarquen toda la economía y estén alineados con el objetivo de no superar los 1.5 grados, mucho antes de la COP30”.

A este fin, ha añadido, “los países del G20, los mayores emisores, deben tomar la iniciativa” para “acelerar la eliminación de los combustibles fósiles” y “contribuir a garantizar que se produzca con justicia”.

Por el otro, la necesidad de “actuar con rapidez para cumplir los compromisos asumidos en el Pacto para el Futuro”, sobre todo en lo que respecta a cuestiones en materia de deuda o capacidad de préstamo de los bancos multilaterales de desarrollo, entre otras.

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