La presencia de aficionados radicales en los estadios de futbol ha dejado durante años imágenes de violencia y desorden. En Honduras, autoridades policiales advierten la facilidad de ciertas estructuras criminales para reclutar miembros en las barras deportivas y cometer actos vandálicos. El incidente que sufrió el seleccionador nacional Javier Aguirre –ensangrentado tras recibir un golpe en la cabeza con una lata–, el viernes en San Pedro Sula, escaló ayer hasta la FIFA sin reporte de algún detenido o responsable directo, debido a la falta de medidas de vigilancia en el estadio hondureño Francisco Morazán.

De acuerdo con un informe del Observatorio Nacional de Violencia local, la cifra de actos violentos relacionados con el futbol en Honduras ha crecido desde 2017. La Concacaf remitió el sábado a la Comisión Disciplinaria el caso para su investigación y emitirá las sanciones correspondientes, a partir de las pruebas recabadas. Los videos no sólo muestran a Aguirre con el dedo medio de ambas manos en señal de reto hacia la tribuna, sino también una serie de objetos lanzados al terreno de juego contra jugadores y elementos del cuerpo técnico mexicano.

Este tipo de incidentes no tiene cabida en nuestro deporte ni en nuestra sociedad, escribió en un comunicado el presidente de la FIFA, el suizo Gianni Infantino, con especial énfasis en las garantías que jugadores, entrenador y árbitros, además del público asistente a un recinto, deben tener de parte de los organizadores para acudir a un partido. Me sentí conmocionado y triste al ver el horrible hecho en el que un objeto golpeó al seleccionador de México, Javier Aguirre, al final de su partido contra Honduras. Hago un llamado a las autoridades pertinentes para que garanticen que esto se respete en todos los niveles.

Antecedente casi letal en 1993

No se trata del primer caso de acciones violentas contra México en el país centroamericano. En mayo de 1993, cuando la selección entonces dirigida por Miguel Mejía Barón goleó 4-1 a la H en las eliminatorias rumbo al Mundial, en Tegucigalpa, varios hondureños amagaron con golpearnos en el vestidor después del partido, hubo gases lacrimógenos y, de milagro, no alcanzaron a romper algunas puertas, porque, si no habrían muerto personas. Nosotros salimos corriendo hasta media cancha, recuerda el ex futbolista Alberto García Aspe, uno de los anotadores de aquel partido en el estadio Tiburcio Carias Andino.

El Tricolor se jugaba el pase a la Copa de Estados Unidos 1994. Como el viernes en San Pedro Sula, los aficionados hondureños hablaron de ese partido como un campo de guerra. La gente llegó enardecida. Había hasta soldados que amedrentaban a los jugadores en la cancha. Esperamos más de tres horas para poder regresar, relata García Aspe, y encuentra más de un punto de coincidencia con la agresión en contra de Javier Aguirre. Honduras estaba casi fuera del Mundial, pero en ese tiempo un periodista decía que los jóvenes no debían salir a marchar, sino ir directo al estadio, a la guerra, porque tenían que matar al equipo mexicano.

Mientras los federativos insisten en que se aplique el reglamento disciplinario de Concacaf, con lo que Honduras podría jugar uno o varios encuentros a puerta cerrada al ser la asociación responsable del comportamiento del público en el Francisco Morazán, el plantel mexicano trabajó ayer en la casa de los Diablos Rojos del Toluca y cerrará este lunes su preparación de cara al duelo de vuelta de los cuartos de final en la Liga de Naciones. Para avanzar al Final Four, necesita remontar el 2-0 en contra o emparejar el marcador para forzar el alargue. Un gol de los centroamericanos obligará al Tri a convertir cuatro anotaciones, dado que el primer criterio de desempate es el tanto de visita.

Seremos ejemplares en conducta

Desde que llegamos al estadio, nuestra delegación nunca se sintió segura, señala el director de selecciones nacionales, Duilio Davino. Ahora se van a tomar medidas y nos toca ser ejemplares en ese aspecto, demostrar cómo es nuestra afición en Toluca. Las derrotas duelen, pero es una serie de 180 minutos. Imagino que vamos a definirla antes.

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