La jornada sabatina de Original: Encuentro de Arte Textil Mexicano, que concluye este domingo en el Complejo Cultural Los Pinos, estuvo dedicada a los niños y niñas, a quienes se ofrecieron actividades, como ocurrirá también hoy, de 10 a 20 horas.

Si bien la mayoría de los pequeños visitantes se maravilla por la destreza de los artesanos y la magia que logran con su trabajo, algunos consideran que es un oficio aburrido y, sobre todo, mal pagado, además de poco reconocido socialmente.

Santiago Emilio Vázquez Ramírez, de ocho años, pidió a sus papás que lo trajeran a la ex residencia presidencial a ver las artesanías, porque le parecen muy bonitas, sobre todo por los colores y las formas.

Los artesanos son muy importantes, porque gracias a ellos seguimos siendo muy mexicanos, dijo, pero negó que sea una actividad que le gustaría ejercer cuando crezca, ya que me parece muy aburrido y les pagan muy mal.

Opinión similar es la de Leonardo Ríos, de 12 años, a quien el quehacer de los artesanos le parece muy padre e interesante, en especial por lo cuidadosos y lo detallistas que son, y porque hacen cosas sorprendentes.

Afirmó que es un trabajo muy importante, debido a que no deja que se extinga la diversidad cultural en el país. Aunque, la verdad, no me gustaría ser artesano, porque poca gente valora su trabajo y ganan muy poquito, señaló el adolescente, quien acudió a Los Pinos con sus papás y su hermano.

A sus nueve años, Ximena Quetzali se dice fan de las artesanías y es de los pocos niños consultados por este diario que dijo que de grande le gustaría ser artesana, porque son parte muy importante de la cultura y además hacen cosas muy lindas. Lo que más le gusta son los bordados y las figuritas tejidas, porque sé que cuesta mucho trabajo hacerlas. También me gustan las pulseras, por bonitas y llamativas .

La infancia tiene un papel central en la cuarta edición de Original, organizado por la Secretaría de Cultura federal. Incluso, cuenta con un programa especial, denominado Original Escuincles, conformado por exposiciones, instalaciones, actividades artísticas y talleres, entre ellos de bordado, tintes naturales, joyería en arte plumario y jicaritas laqueadas.

Lo que falta es la expoventa de juguetes artesanales. A excepción de algunos módulos con animales de fieltro, como el de Yolanda López Juárez, de San Cristóbal de las Casas, Chiapas, y de las famosas muñecas Lele, disponibles en el estand de Juana Pérez Pascual, de Amealco de Bonfil, Querétaro, el grueso de la oferta está conformada por vestimentas, textiles, bordados y accesorios para mujer, como collares, aretes y pulseras.

De acuerdo con algunos de los creadores participantes en Original, como Rosario Batista, de Mogotavo, Chihuahua; Zayra Palacios, de Tlacotalpan, Veracruz, y María Eugenia Cruz Moreno, de Saltillo, Coahuila, el interés de los niños y jóvenes es determinante para la preservación, continuidad, desarrollo, fortalecimiento y hasta innovación de ese saber, en muchos casos ancestral, que hay detrás del trabajo artesanal.

Más en ciertos pueblos y comunidades originarios, donde los modos y modas comerciales comienzan a desplazar a las prácticas y vestimentas tradicionales, como afirma la artesana Lucía Vázquez Pérez que ocurre en su natal Zinacantán, Chiapas.

Aunque algunas niñas sí están aprendiendo el telar de cintura, el bordado, a trabajar la lana, en fin, todo el proceso, hoy en día se están rezagando estas prácticas. Incluso, ya hay muchos niños y jóvenes a los que no les gusta nuestra indumentaria y prefieren la ropa casual, como pantalón de mezclilla, playeras y tenis, agrega la maestra tejedora y bordadora.

“En esa parte sí hay riesgo de que, no pronto, pero si no hacemos algo ahora, algún día sí se pierda esta valiosa práctica artesanal, que es una de las más importantes tradiciones de Zinacantán y también un medio de vida, porque es a lo que se dedica la mayoría de las mujeres del pueblo, porque los hombres trabajan la floricultura.

Es triste, pero los niños y niñas ya no están tan interesados en este tipo de trabajo. En mi caso, toda mi familia ha hecho telar de cintura, desde mi bisabuela. Cuando yo era chica, veía a mi mamá hacer sus telares y de hecho me arrullaba la forma de ver cómo iba tramando y me quedaba dormida. De allí nació mi curiosidad de querer hacer lo mismo.

De sus 29 años, Lucía Vázquez Pérez ha dedicado más de 20 a la actividad artesanal, la cual ha enriquecido con clases de corte y confección, con la idea, dice, de hacer algo diferente que una lo tradicional con lo nuevo.

Es algo que se está haciendo común en el pueblo, porque he visto a algunas compañeras artesanas que también lo hacen. Quizá sí pone en riesgo la tradición, pero mientras como pueblo la conservemos y le demos el valor que merece, no podrá perderse. También es muy importante la influencia de los padres, que enseñen a los niños que es importante preservar nuestras tradiciones, que son nuestra identidad.

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