Ciudad de México. Cuando niño, Alfredo Harp Helú sólo tuvo un juguete. Una pelota. Nada más que eso porque la situación económica de su familia no permitía más. Pero esa esfera le permitía jugar todo lo que la imaginación le sugería junto a amigos y hermanas. Y ahí quizás nació una conexión temprana con una de sus pasiones más fuertes en la vida: el beisbol. Esto lo contó la noche del jueves en el Centro Libanés en la alcaldía Benito Juárez, donde presentó su autobiografía Vivir y morir jugando beisbol. En busca de más campeonatos.

Si tuviera que elegir entre el beisbol o la vida, Harp Helú no enfrentaría un dilema decisivo. Para este empresario mexicano que nació hace ochenta años se trata de imágenes que se corresponden con la fidelidad de un espejo, son una cosa y lo mismo. No hay que escoger entre una y otro, como revela su biografía, tejida como un textil en el que se entrecruzan los hilos hasta ofrecer un tapiz que se aprecia mejor en perspectiva, tal como escribe en su libro.

Foto Marco Peláez

Para Harp Helú el diamante y su lógica de juego es una metáfora de la vida. O si se prefiere, la vida es una metáfora del beisbol. Un planteamiento con sus pausas y sus momentos de reflexión, sus instantes para actuar y para buscar el objetivo, siempre con la conciencia clara de que se trata de un acto colectivo y que cada una de las acciones individuales afectan o benefician al conjunto. O qué otra cosa es un out de sacrificio, sino la muestra más honesta de ofrendarse para que otro, u otros, consigan sus metas, en la pelota llegar a una base o al home, pero como dice el propio Harp en su libro. La vida o la sociedad misma como un parque de pelota.

Porque la otra gran pasión del empresario mexicano es la filantropía, ese compromiso para que la riqueza sirva para impulsar a los que menos tienen para mejorar sus condiciones de vida. En su presentación, con ojo de contador público, la profesión que estudió en la Universidad Nacional Autónoma de México, hizo un recuento sobre la inmensidad del universo, planetas, constelaciones y años que se requieren para moverse en el espacio.

“Comparado con lo que ocurre en el universo, las cosas que yo hago en beneficio de Oaxaca, donde vivo, y México, mi país, no es nada. Pero hay que seguir haciéndolo y es el único encargo que les hice a mis hijos, mis nietos y bisnietos”, contó en la presentación.

Foto Marco Peláez

“Para mí, la mayor felicidad radica en ayudar a los demás, por eso mi maniobra clave es capitalizar mis fundaciones y hacer más obras para la colectividad”, escribe Harp Helú, quien a través de sus fundaciones impulsa proyectos de educación, cultura, artes, rescates arqueológicos y de acervos históricos, y deportes, con el beisbol como inisgnia.

“Mi entrega a los demás viene de mi corazón y que mi deseo más importante es que las personas logren un mejor nivel de vida o que se conviertan en profesionistas y así puedan modificar su realidad para bien, y con ello, la realidad de muchos otros”, agrega en un capítulo.

Y para empezar el origen, con un recuento de sus raíces libanesas, motivo de orgullo de las que habla con la misma pasión que lo hace al mencionar Oaxaca, México o el beisbol.

“Mi abuelo eligió México para vivir porque le recordaba Líbano. Era abonero, no me da pena decirlo, o sea que vendía en los pueblos que recorría en burro y pasaba después a cobrar sin que le firmaran nada. Sólo la palabra. Años después cuando operaba en la Bolsa de Valores yo movía millones de pesos que tenía que pagar de un día para otro, sin firmar nada tampoco, sólo mi palabra y siempre cumplimos”, relató.

Foto Marco Peláez

Durante la presentación del libro, por ejemplo, se hizo un momento de reflexión por el sufrimiento de las poblaciones civiles en Medio Oriente. Las raíces libanesas y mexicanas son piezas significativas en la identidad de Harp Helú, quien aporta un peso por cada peso recaudado para un fondo de emergencia para la gente que sufre en este momento en Líbano por la devastación emprendida por Israel.

Y el beisbol, ese juego que se parece tanto a la vida o que para Harp Helú es la vida misma. Dueño de los Diablos Rojos del México, flamante campeón de la Liga Mexicana, cuyo estadio es una joya de arquitectura, también representó una síntesis de pasión y generosidad, pues gracias a eso la pelota en este circuito no desapareció en la Ciudad de México.

“He decidido tener a mis fundaciones bien capitalizadas. Para principios de 2024 contaron con un patrimonio, en números redondos, de diecinueve mil seiscientos millones de pesos, y hemos otorgado más de diez mil novecientos millones de pesos a más de seis mil proyectos concretos”.

Foto Marco Peláez

El empresario detalló gran parte de la actividad filantrópica en materia de educación y artes, desastres naturales, entre otros. Por ejemplo, otorga anualmente cien mil becas en la UNAM. Y hace otro tanto en el Politécnico y La Salle.

“Yo iba al planetario Luis Enrique Erro y ahora lo modernizamos. Vamos a construir un planetario en Oaxaca, allá tenemos bibliotecas, muchas móviles, donde pueden pedir libros y nosotros vamos por ellos. Muchos niños les leen a sus abuelos que no saben leer”, contó el empresario, que además ha restaurado monumentos históricos en la zona mixteca.

Compartir