Moscú. De “pura invención, información falsa” calificó el Kremlin este lunes la supuesta conversación que mantuvieron el presidente electo de Estados Unidos, Donald Trump, y el mandatario de Rusia, Vladimir Putin, tras la victoria del primero en los comicios presidenciales del pasado 5 de noviembre.

Este es el mejor ejemplo de la calidad de la información que ahora, en ocasiones, difunden incluso medios que gozan de cierta reputación como serios. Esa noticia nada tiene que ver con la realidad”, afirmó –tajante- el vocero de la presidencia rusa, Dimitri Peskov, en alusión a la “exclusiva” del periódico Washington Post que sostiene, en su edición impresa de este lunes, que Trump llamó a Putin para recomendarle no intensificar la guerra en Ucrania y recordarle que Estados Unidos tiene una gran presencia militar en Europa.

El diario estadunidense sostiene, citando fuentes anónimas, que Trump habría llamado a Putin el 7 de noviembre, horas antes de que el titular del Kremlin interviniera en la sesión plenaria del Club de Debates Valdai, en el balneario de Sochi (costa del mar Negro), donde aprovechó la ocasión para felicitarlo por haber ganado las elecciones en Estados Unidos.

La Oficina de la Presidencia rusa, que diseña la estrategia de comunicación del Kremlin, de acuerdo a lo que se comenta en la capital rusa, suele ajustarse a la regla de que no debe reconocerse –en el hipotético caso de que hubiera habido de modo extraoficial– ningún contacto oficial con Trump hasta que este tome posesión de su cargo, el próximo 20 de enero.

Por ese motivo, para el Kremlin, según consta en su página web, la más reciente conversación telefónica entre Putin y Trump tuvo lugar en julio de 2020, antes de que éste dejara la Casa Blanca, y todo lo que se publique diferente a eso son “noticias falsas”.

Esa aclaración también sirvió para desmentir las presuntas siete llamadas que habrían mantenido ambos líderes –ya Trump en calidad de ex presidente–, durante el periodo en que Joe Biden ejerce como mandatario de EU, una revelación más, citando fuentes anónimas, del afamado periodista Bob Woodward en su libro “War” (Guerra).

La relección de Trump para un segundo mandato en la Casa Blanca genera muchas expectativas acerca del impacto que pudiera tener en la guerra de Ucrania y, en opinión de expertos, va a depender de numerosos factores, más allá de lo que haya podido decir como candidato presidencial (“acabar en un día la guerra”, por ejemplo), del reparto de las posiciones clave de su equipo (Consejero de Seguridad Nacional, Secretario de Estado, Director de la Agencia Central de Inteligencia, etc.), donde entre los aspirantes a cada puesto hay quienes favorecen seguir apoyando a Kiev y quienes se oponen, y de las presiones que ejerzan los fabricantes interesados en seguir armando a Ucrania.

Rusia también se prepara para llegar a una posición más fuerte en el frente de guerra cuando llegue la hora de empezar a hablar con Trump, justo cuando las previsiones climatológicas permitan que a partir de mediados de enero la nieve se solidifique y pueda empezar a cumplirse lo que se dice que el Kremlin considera condición sine qua non para comenzar a negociar con Ucrania: expulsar a las tropas de Kiev de la región de Kursk, reconocida internacionalmente como parte de Rusia.

Para lograr ese propósito, con base en las imágenes satelitales, los grupos de analistas OSINT (siglas en inglés de quienes trabajan con inteligencia de fuentes abiertas), detectan una posible concentración de 50 mil efectivos rusos cerca de las zonas de combate que podrían ser utilizados como parte de una nueva ofensiva tanto en Kursk como en la región de Zaporiyia, sin que nadie –salvo el Estado Mayor del ejército ruso a cargo de la “operación militar especial”– sepa en qué dirección planea golpear cuando el clima lo permita.

El comandante en jefe del ejército ucranio, Oleksandr Syrskyi, aprovechó la aparición de esas señales ominosas en los medios de comunicación occidentales para lanzar el mensaje de que “la situación es extremadamente delicada” y, de paso, recordar que “podrían ser utilizados en los combates los soldados norcoreanos”, como recordatorio a Estados Unidos y sus aliados de lo catastrófico que sería cesar el suministro de armas a Ucrania en vísperas de que Rusia lance otra ofensiva.

Entre tanto, la ofensiva que, al menos desde la primavera pasada, permitió a Moscú “liberar” –“ocupar”, dice Kiev– territorio en el Donbás (Donietsk y Lugansk) puede darse por terminada en virtud de que las lluvias están convirtiendo el terreno en lodazal y cuesta mucho avanzar, sobre todo con tanques, artillería y otro tipo de armamento pesado.

Por eso ahora van a predominar los intercambios de ataques atroces con drones, bombas guiadas, proyectiles de artillería y misiles por ambos lados, sin que a estas alturas pueda decirse quién está respondiendo a un golpe enemigo o, por el contrario, dentro de la lógica del círculo vicioso de la guerra, sólo echa más leña al fuego.

Hasta mediados de enero seguirá habiendo intensos combates en algunas localidades, incluso calle por calle en sitios como estos días en Kurajove, pero hay que tener presente que todo lo que ha conseguido Rusia con esa ofensiva equivale –según cálculos de Yuri Fiodorov y de otros estudiosos de esta guerra– a 10 por ciento del territorio del Donbás que las tropas rusas todavía tienen que “liberar” para cumplir la orden que fijó Putin, en febrero de 2022, de alcanzar los límites administrativos que tenían Donietsk y Lugansk en 2014.

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