Los jefes de Estado que hoy conforman un grupo de aliados de la llamada segunda ola progresista de América Latina tienen un desafío distinto al de la primera época a principios del siglo, sostiene el presidente de Guatemala, Bernardo Arévalo de León.

No es lo que vamos a hacer nosotros, los líderes de hoy, sino lo que nosotros, ahora, podemos abonar a la sostenibilidad de un proyecto de más largo aliento. La idea es que, al final, luchar por la democracia y contra la corrupción está muy bien, pero para la gente eso se tiene que traducir en una mejora tangible y sustantiva de las condiciones de vida. Consolidar la justicia social y el bienestar, consustancial a la democracia, es a largo plazo.

–¿Es diferente a lo que procuraron hacer los gobiernos de la primera ola: Chávez, Evo, Lula en su primer periodo, Correa, los Kirchner…?

–Sí. Ellos en su momento pensaron: resolvamos todo ahora. Y tensionaron, tensionaron. No, la apuesta es a tener horizontes de largo plazo. Los problemas de nuestros países los vamos a resolver en 50 años mínimo. Pensemos en esos términos.

A poco más de un año de ganar las elecciones y llegar a la presidencia de su país luego de una intensa batalla con el Poder Judicial, que se empeñaba en no reconocer su triunfo, Arévalo de León acudió esta semana a México a la ceremonia de investidura de la nueva jefa de Estado, Claudia Sheinbaum. Un día antes almorzó en Palacio Nacional con ella y Andrés Manuel López Obrador, el mandatario saliente. Una mesa íntima, con Lula da Silva, de Brasil; Gustavo Petro, de Colombia; Gabriel Boric, de Chile; Xiomara Castro, de Honduras; Miguel Díaz-Canel, de Cuba, y Johnny Briceño, de Belice. Luis Arce, de Bolivia, no pudo asistir. No ha trascendido lo que ahí se conversó.

Al día siguiente, después de la toma de posesión formal en el Congreso, al único mandatario a quien se vio de pie en el Zócalo pletórico y festivo, escuchando atentamente los 100 compromisos de la nueva Presidenta, fue a Arévalo de León.

Es fantástico lo que ustedes están viviendo en México, comenta en entrevista con La Jornada sin perder la compostura del académico y diplomático que siempre fue, antes de lanzarse sorpresivamente a la política, hace pocos años.

Situación envidiable

Frente a la correlación de fuerzas que existe en Guatemala, donde su partido, Semilla, apenas cuenta con 23 diputados entre 160 legisladores que se le oponen, de 16 partidos políticos, la mayoría fragmentados, que bloquean la mayoría de sus iniciativas y la liberación de recursos, al guatemalteco la situación de México se le antoja envidiable.

En campo minado, algo inédito

Como mandatario, Arévalo de León avanza en lo que podría llamarse un campo minado. Tiene 16 demandas de desafuero presentadas en su contra por la poderosa fiscal general, Consuelo Porras. Y aun así insiste en lograr desde el Ejecutivo la meta que se propuso desde la campaña: limpiar la corrupción rampante en Guatemala.

Soy presidente en una república en la que parte de las instituciones republicanas están en manos de élites político-criminales, lo que limita mucho la capacidad de acción que tenemos. Enfrentamos un mecanismo que tiene tentáculos en el Congreso y en las cortes. Y tentáculos quiere decir no que los controla, pero tienen injerencia.

–En ese contexto, ¿qué tan difícil ha sido consolidar su proyecto?

–Los primeros seis meses de gobierno fueron terribles en nuestra relación con el Congreso. No nos aprobaban ni siquiera solicitudes de dinero por situaciones de emergencia como incendios o inundaciones. Eso creaba penuria entre la gente afectada y generaba críticas contra nosotros.

“Pero finalmente logramos una convergencia con dos terceras partes de los diputados para aprobar la ampliación presupuestaria. Ahora enfrentamos la aprobación de nuestro primer presupuesto. Vienen decisiones complicadas, pero esto no nos ha detenido para que sigamos avanzando en la entrega de resultados como la edificación de centros de salud y hospitales, remozamiento de escuelas. En construcción de carreteras, el reto es mucho más difícil, porque ahí es donde está el corazón de esa corrupción.

“Y algo inédito en Guatemala: con los pueblos originarios hemos mantenido el diálogo directo. Cada tercer jueves del mes, el Presidente se reúne con líderes de pueblos originarios. Son ellos, no nosotros, quienes definen quién asiste. No ponemos reglas, sólo pedimos que vengan con la legitimidad de sus comunidades, apoyados por sus asambleas comunitarias.

“Estamos haciendo un esfuerzo en dos frentes. Por un lado, hacer una lucha política y defendernos frente al acoso de la élite corrupta, rescatar las instituciones, consolidar la democracia. Pero por el otro lado, tenemos que dar resultados: que haya medicinas en los hospitales, que se vayan levantando más escuelas, que podamos construir carreteras. Porque sin esta segunda parte, el proyecto no va a ser sostenible.

–Su bandera principal en la campaña electoral fue el combate anticorrupción.

–Hemos puesto en marcha una política de control en la transferencia de recursos en el organismo ejecutivo. Eso implica la creación de una comisión anticorrupción ciudadana con representantes de distintos sectores: comunidades indígenas, academia y sector privado para diseñar políticas y medidas que puedan ser puestas en marcha por el Ejecutivo.

“Y apoyamos a los ministerios en la presentación de denuncias de casos de corrupción. Ya hay más de 100 denuncias presentadas ante el Ministerio Público. Un ejemplo es la denuncia del Ministerio de la Salud contra quienes participaron en la compra fraudulenta de vacunas contra el covid durante la pandemia. O un caso gigante de evasión fiscal por medio de una red de empresas ficticias de 5 mil millones de quetzales.

“Eso, en lo que corresponde al Ejecutivo. Pero en el ámbito del Ministerio Público, no tenemos muchas esperanzas, porque la red político criminal sigue enquistada ahí.

La fiscalía no va a cesar en sus intentos de tratar de contener el resultado electoral, pero sí vemos que el grupo del pacto corrupto ha venido perdiendo fuerza en los dos meses recientes.

Frontera común: los refugiados mexicanos

En cuanto a la frontera común, donde se expresó la crisis de seguridad y humanitaria que se vive en Chiapas con el cruce de mexicanos hacia su país en busca de refugio, Arévalo de León ve con optimismo que en los planes de la Presidenta “está la recuperación del control en Chiapas como una de sus prioridades. “De nuestra parte vamos a mantener la coordinación con estas fuerzas para evitar situaciones de ‘efecto globo’: que si se aprieta de un lado, el problema se va para el otro”.

–En su valoración, ¿cuál es el problema de fondo, la razón por la que eso está ocurriendo?

–Entendemos que hay una disputa entre dos cárteles, el Jalisco Nueva Generación y el de Sinaloa por los territorios. Estamos claros de que nosotros tenemos que impedir que esa disputa se traslade a Guatemala.

(A la fecha hay del lado guatemalteco, municipio de Cuilco, Huehuetenango, cerca de 130 personas de las 600 que llegaron inicialmente).

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