Asheville. Las autoridades estadunidenses elevaron este miércoles a 191 la cifra de fallecidos como consecuencia del paso del huracán Helene a través de seis estados, que se convirtió en el segundo más mortífero de los últimos 50 años en territorio norteamericano y dejó a más de 1.3 millones de personas sin energía.

Aislados y sin electricidad ni teléfono desde que Helene devastó el sureste de Estados Unidos hace casi una semana, los habitantes de las montañas del oeste de Carolina del Norte recurren a métodos anticuados de comunicación y supervivencia.

En la plaza del pueblo de Black Mountain, líderes locales permanecían de pie sobre una mesa de picnic, gritando actualizaciones sobre cuándo podría restablecerse el suministro eléctrico. Una mujer tomaba apuntes para pasárselos a sus vecinos. Junto a una valla, un tablero de anuncios improvisado enumeraba los nombres de las personas que seguían desaparecidas. En otras zonas, mulas llevaban insumos médicos a las casas situadas en la cima de las montañas. Los residentes recogían agua de los arroyos y cocinaban en estufas para acampar. Y en toda la región la gente se cuidaba entre sí.

Tras inspeccionar la zona en helicóptero el miércoles, el presidente Joe Biden elogió al gobernador demócrata de Carolina del Norte y al gobernador republicano de Carolina del Sur por su respuesta a la tormenta, diciendo que tras las catástrofes “dejamos la política a un lado”.

Mientras los aviones del gobierno llevaban alimentos y agua a las zonas más afectadas, y los equipos de rescate vadeaban arroyos en busca de sobrevivientes, quienes conservaron la vida tras el paso de la tormenta se apoyaban unos en otros, no en la tecnología.

“No sabía a dónde iba, no sabía qué iba a pasar después. Pero salí y estoy viva”, expresó Robin Wynn, que se quedó sin electricidad en su casa de Asheville a primera hora del viernes y pudo agarrar una bolsa de alimentos enlatados y agua antes de llegar a un refugio a pesar de que el agua le llegaba a las rodillas.

Ahora que volvió a casa, dice que sus vecinos se han estado cuidando unos a otros. Mucha gente se acercó para asegurarse de que todos tuvieran comida caliente y agua.

En zonas montañosas remotas, helicópteros izaron a los varados a un lugar seguro mientras los equipos de rescate movían los árboles derribados para poder buscar sobrevivientes puerta por puerta. En algunos lugares las casas se tambaleaban en las laderas de las colinas y en las riberas de los ríos.

Casi una semana después de la tormenta, más de 1.1 millones de clientes seguían sin energía eléctrica en los estados de Carolina del Norte, Carolina del Sur y Georgia, donde Helene azotó la costa de Florida en el Golfo de México como un huracán de categoría 4. Se han reportado muertes en los estados de Florida, Georgia, Tennessee y Virginia, además de las Carolinas.

Sarah Vekasi es una alfarera y propietaria de una tienda en Black Mountain llamada Sarah Sunshine Pottery, que debe su nombre a su alegre personalidad. Pero en estos días pasa apuros por el trauma de Helene y la incertidumbre sobre el futuro de su negocio.

“Todo lo que puedo decir es que estoy viva. No me va muy bien. No me va bien. Pero estoy muy agradecida de estar viva, sobre todo cuando tantos no lo están”, afirmó Vekasi.

Algo que la hace sentirse un poco mejor es el compañerismo que siente cuando el pueblo se reúne diariamente en la plaza.

“Es increíble poder reunirse en persona”, comentó Vekasi tras la sesión del miércoles, en la que se congregaron más de 150 personas.

Martha Sullivan tomaba notas cuidadosamente en la reunión para poder compartir la información —reapertura de carreteras, avances en el restablecimiento del suministro eléctrico, trabajos para intentar que el agua vuelva a fluir— con los demás.

Sullivan, quien lleva 43 años viviendo en Black Mountain, dijo que sus hijos la invitaron a venir a Charlotte tras la tormenta, pero que ella quiere quedarse en su comunidad y cuidar de sus vecinos.

“Me quedaré mientras sienta que soy útil”, comentó Sullivan.

Eric Williamson, quien trabaja en la Primera Iglesia Bautista de Hendersonville, normalmente hace visitas a domicilio a los feligreses que no pueden acudir al templo. Esta semana él ha sido su salvavidas, entregando alimentos que cumplen con restricciones dietéticas y deshaciéndose de comida que se había echado a perder.

Además de comprobar lo esencial, dice que es importante socializar con la gente en un momento como éste para que sepan que no están solos.

Tiene una lista manuscrita de todas las personas a las que tiene que visitar. “No tienen servicio telefónico, incluso si tienen un teléfono fijo, muchos de ellos no funcionan”, dijo Williamson. “Así que les llevamos comida y agua, pero también simplemente les llevamos una sonrisa y una oración para darles consuelo”.

Los voluntarios de Asheville se reunieron el miércoles antes de salir para ayudar a encontrar a las personas que han estado ilocalizables debido a los cortes de teléfono e internet. Llevaron consigo cajas de agua potable e instrucciones para volver en persona con sus resultados.

Incluso notificar a los familiares de las personas que murieron en la tormenta ha sido difícil.

“Sinceramente, ese ha sido nuestro reto: no hay servicio de telefonía celular ni forma de contactar a los familiares”, dijo Avril Pinder, funcionaria del condado de Buncombe, donde han muerto al menos 61 personas. “Tenemos un recuento confirmado de cadáveres, pero no tenemos los documentos de identidad de todos ni cómo notificar a los familiares”.

Biden sobrevoló la devastación en Carolina del Norte y del Sur para ver de primera mano el desastre que dejó a su paso una tormenta que ha cobrado no menos de 187 vidas, lo que hace de Helene el huracán más letal que ha azotado el territorio continental de Estados Unidos desde el huracán Katrina, según estadísticas del Centro Nacional de Huracanes (NHC, por sus siglas en inglés).

En un discurso pronunciado en Raleigh, Carolina del Norte, Biden afirmó: “Nuestro trabajo es ayudar al mayor número de personas posible, tan rápido como podamos y tan a fondo como podamos”.

Esto incluye un compromiso del gobierno federal de sufragar el costo de retirar los escombros y las medidas de protección de emergencia durante seis meses. Los fondos servirán para enfrentar el impacto de los deslizamientos de tierra y las inundaciones y cubrirán el costo de los socorristas, los equipos de búsqueda y rescate, los refugios y alimentos para los damnificados.

“No nos iremos hasta que ustedes se hayan recuperado por completo”, aseguró Biden.

La vicepresidenta Kamala Harris viajó al vecino estado de Georgia, donde dijo que el gobierno federal había accedido a sufragar el costo de un operativo de ayuda de emergencia similar durante tres meses.

Biden tiene previsto viajar el jueves a las zonas afectadas en Florida y Georgia.

Los trabajadores de una fábrica de plásticos en una zona rural de Tenesi que continuaron sus labores la semana pasada hasta que el agua inundó el estacionamiento y se cortó la electricidad en la planta se encontraban entre los muertos. Las aguas arrastraron a 11 trabajadores, y sólo cinco fueron rescatados. Se confirmó la muerte de dos de ellos.

Las autoridades del estado de Tennessee dijeron que están investigando a la empresa propietaria de la fábrica luego de que algunos empleados dijeran que no se les permitió salir a tiempo para evitar el impacto de la tormenta.

Los hospitales y las organizaciones sanitarias del sureste permanecieron abiertos en su mayoría a pesar de los apagones, los daños causados por el viento, los problemas de suministro y las inundaciones. Muchos hospitales suspendieron la realización de procedimientos que no fueran de emergencia, mientras que sólo unos cuantos cerraron por completo.

En Florida, autoridades recurrieron a presos estatales de “bajo riesgo” para ayudar a retirar los escombros de las montañas.

“El Departamento de Prisiones de todos modos pone a los reos a trabajar. Así que los están trayendo para retirar escombros”, dijo el gobernador Ron DeSantis a periodistas el miércoles.

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