Nueva York y Washington. En la primera contienda estatal del proceso electoral presidencial el lunes en Iowa no hubo nada sorprendente ni novedoso, más allá del posible fin de la democracia estadunidense.

Pero eso también ya se sabía. Lo que ofreció el proceso de asambleas (caucus) fue la confirmación local de lo que ya se ha anunciado en múltiples sondeos a escala nacional: un amplio segmento de los votantes republicanos opina que el sistema político estadunidense ya no funciona, que el presidente Joe Biden ganó por fraude y que el único que puede salvar al país de las garras de una izquierda radical es Donald Trump.

También confirmó que el tema de la migración estará al centro de esta contienda electoral a lo largo del año. En Iowa ese fue el tema prioritario de los participantes en el ejercicio electoral el lunes, junto con la economía. La abrumadora mayoría favorece construir el muro fronterizo y considera que los migrantes hacen más daño que bien al país, según encuesta de la agencia noticiosa Ap, todo lo cual beneficia a Trump, pero eso no es nuevo.

Lo que sí sigue sorprendiendo es que el primer ex presidente que ha sido acusado de crímenes graves –91 cargos en cuatro acusaciones penales separadas– y quien ha sido también declarado culpable de violación sexual, de fraude empresarial y que tendrá que dividir su tiempo este año entre hacer campaña y asistir a múltiples tribunales para defenderse en juicios y otros procesos judiciales en su contra (como fue el caso ayer, al presentarse en una causa civil en Nueva York), quien está formalmente acusado de instigar lo que en cualquier otro país sería calificado de golpe de Estado, es el favorito, y por mucho, para ganar la nominación presidencial del Partido Republicano y que está empatado e incluso va ganando a su contrincante demócrata, el presidente Joe Biden.

Por cierto, en Iowa, 71 por ciento de los republicanos expresaron que votarán a favor de Trump, aun si es condenado por un delito mayor, y sólo 9 por ciento de los republicanos que participaron en los caucus de Iowa creen que Biden ganó la presidencia en 2020. Votaron a favor de Trump porque creen que tanto el sistema electoral como el judicial ya no funcionan, y su candidato dice que sólo él puede reparar eso.

De aquí a marzo habrá múltiples elecciones primarias –la siguiente, la próxima semana, es la de Nueva Hampshire– y se espera que para mediados de ese mes, mucho antes de que concluya el ciclo de primarias estatales, Trump consolidará el apoyo necesario para obtener la corona republicana en la convención nacional, en el verano, y en el caso demócrata, por ahora la corona le pertenece a Biden y eso sólo cambiará si decide abdicar (https://www.jornada.com.mx/2024/01/10/mundo/023n1mun).

Por ello, el intento de los medios, los comentaristas y la clase política de prestarle un tinte dramático aderezado este proceso democrático con infinitos adjetivos (histórico, crucial, sin precedente fueron algunos de los empleados en los reportajes del lunes), y pretendiendo que hay un concurso, o como dicen los que cubren esto, una carrera de caballos real, acaba distorsionando una realidad en la cual –si todo sigue igual con los mismos candidatos y no hay algún desastre natural o humano– ya se sabe el final de esta primera parte del proceso electoral.

Pero ambos lados insisten en que en esta contienda se definirá el destino de Estados Unidos. Bueno, los políticos siempre dicen eso, pero esta vez sí hay algo diferente: el sistema político y legal del país ahora está en tela de juicio.

Sería el fin de la democracia, de la democracia funcional, si Trump es electo presidente, afirma el senador Bernie Sanders en entrevista reciente con The Guardian. Ha instado a que la Casa Blanca adopte posiciones más progresistas sobre desigualdad económica, salud, vivienda y otras preocupaciones de las familias trabajadoras. “El pueblo estadunidense está profundamente descontento con el statu quo económico y político. Quieren cambio, pero cambio real”, advierte en sus mensajes a sus seguidores. Afirma que si se hace un compromiso de un cambio real para las mayorías, y se muestra que una sociedad democrática puede abordar las necesidades de esas mayorías, se podrá derrotar a Trump. Si no hacemos eso, entonces estaremos en la República de Weimar de los principios de los años 30, afirma.

Biden y la cúpula demócrata aún no están comprometidos con un gran cambio económico y político, pero sí han decidido centrar su mensaje electoral en cómo Trump representa un peligro existencial para la democracia. En anuncios publicitarios de la campaña, el ex presidente Barack Obama se presenta junto a Biden diciendo que en esta elección la democracia está en juego, con el jefe de la Casa Blanca agregando: eso no es broma.

Esta fase de coronar a los candidatos de ambos partidos nacionales, por ahora, no tiene gran suspenso, a pesar del gran esfuerzo de los medios, los comentaristas y otros profesionales del juego político de intentar inyectar adjetivos como histórico, sin precedente, crucial a este ejercicio democrático, o presentarlo como un evento deportivo.

Pero quién ganaría los premios Emmy para televisión tuvo más drama y suspenso, y seguramente más público, que el concurso en el estado de Iowa con que arrancó el proceso electoral formal de 2024. Ahí también había algunas preocupaciones por el futuro del país. La serie Succession ganó el premio principal de la noche como mejor drama, y su creador Jessy Armstrong, al aceptar el galardón, declaró, con unas notas sarcásticas, que “este es un show sobre familia, pero también se trata de cuando la política partidista y la cobertura noticiosa se entrelaza con políticas divisivas derechistas. Después de cuatro temporadas de sátira, ese es un problema que, según entiendo, ya hemos solucionado”. Todos saben a qué se refería.

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