Para que un disco se convierta en uno de los más buscados por los coleccionistas debe cumplir ciertas condiciones, y el vinilo homónimo de Kaleidoscope (1969) las tiene todas: para empezar, un mito impreciso en el que varias preguntas tienen más de una respuesta, como el origen de sus integrantes, ya que durante mucho tiempo no se supo si eran de República Dominicana o de Nicaragua.

Tampoco existe certeza sobre cuántas copias de este disco salieron al mercado, se dice que eran 800 y quedaron 200, ya que los 600 ejemplares restantes fueron retirados de las tiendas de discos debido a sus bajas ventas y para evitar el pago de impuestos sobre el producto.

Algunos escuchan en el elepé la influencia del popular trío Cream y otros aseguran que hay más: freakbeat, subestilo acelerado de la música garage, o la influencia de los teclados de Question Mark and the Mysterians, que fueron el primer grupo con un cantante chicano en lograr un éxito en los charts gringos.

En su canción Crazy se nota también la influencia del autor de Fire, de Arthur Brown y su tocayo Arthur Lee, del grupo Love. En todo el licuado de 1969 que supone el disco de Kaleidoscope, tampoco se puede obviar a Burt Bacharach, acaso la influencia menos sicodélica, pero parte ineludible del crisol de la época.

Otro elemento es una portada que llame la atención, como la realizada por Bodo Molitor, que de alguna manera insinuó la cantidad de efecto de guitarra fuzz presente en el vinilo.

Dar con una copia de la edición original de este disco supone para el coleccionista no sólo ese objeto de deseo, sino también un aumento en su estatus como cazador de piezas muy difíciles. En un comentario de YouTube, un oyente definió el estilo de Kaleidoscope como post-paz y el sonido de la explosión de una bomba al final del primer tema, Hang Out, así lo atestigua. Es el resultado de la era sicodélica, pero del final de los años sesenta, cuando la conclusión del idealismo generacional se vio reflejado en unos cuantos elepés.

Sus integrantes originales fueron el bajista y cantante Frank Tirado, de Puerto Rico; el guitarrista Pedro García, de España, y los dominicanos Julio Arturo Fernández y Rafael Cruz, tecladista y baterista, respectivamente, pero seguramente el resultado final no hubiese sido el mismo sin el productor peruano Edgar Zamudio.

Época de los covers

Con experiencia como músico solista, Zamudio supo interpretar la búsqueda sonora de un grupo que se apartó del estándar de la época de los covers. Entre los discos que produjo durante su estadía en México, destacan sus grabaciones hechas con el grupo Libre Expresión, de la colonia Doctores de la capital chilanga, a quienes editó bajo su propia marca: Zave Discos. Sin embargo, el elepé de Kaleidoscope salió por otra firma, Orfeón. Al ver el logo del sello, es inevitable pensar en la gigantesca sala de cine abandonada cerca del barrio chino, una mole impactante que, se dice, funciona como bodega del teatro Metropólitan.

Lo mismo da para el mito de Kaleidoscope, que no existan registros de sus actuaciones en vivo, el disco no se consigue. Estos elementos lo hacen deseable para el coleccionista de este estilo de música a escala mundial; por su originalidad y ejecución es una obra en la que vale la pena sumergirse.

El epé de Los Monjes, Música de las esferas, fue reditado por Discos Quilombo. Ya vendieron 400 copias del simple, no accesible para los coleccionistas en su edición original.

Los Monjes suenan como la evolución y el momento culminante de la música garage en México, aunque en su cover de Steppin Stone de The Monkees, No te burles más, se pierda en la traducción el mensaje sarcástico de la inicial, sobre un conjunto que busca emanciparse de sus representantes. En las composiciones originales de Los Monjes suenan desde la inocencia juvenil hasta reacciones sicóticas, a veces en la misma canción.

Los Monjes fueron Hesiquio Ramos en el órgano, Jorge Julio Bracho en la batería y José Antonio Férnandez de la Mora en el bajo. Hay discos que atestiguan el paso previo de Hesiquio por el jazz. Cuenta la historia que fue líder de un combo que tuvo una residencia en un hotel de Las Vegas.

Editado por discos Cisne, aún pueden verse algunas copias del elepé Jazz Popular dando vueltas por el país, a diferencia de los escasos elepés de Los Monjes. Que les haya alcanzado con discos pequeños de dos canciones por lado, ayuda a ubicar temporalmente a estos Monjes non sanctos: no necesitaron del desarrollo de un disco de larga duración para dejar su huella, aunque el elepé En vivo en el Politécnico muestre esa transición de música neoclásica y jazz, ya que se avientan una versión del Concierto de Varsovia en el mismo lado que Caravana de Duke Ellington.

Si hablamos de Los Monjes, es ineludible nombrar las similitudes con el grupo estadunidense formado en Alemania llamado The Monks, liderados por Gary Burger, no sólo por su nombre, sino porque también tocaban un frenético rocanrol ataviados de vestiduras eclesiásticas. The Monks como Los Monjes estuvieron unos minutos adelantados a su tiempo y sus audiencias a go gó parecían moverse más despacio que ellos, menos frenéticos y unos cuadros atrás. Por último, a The Monks también les alcanzó con unas pocas canciones para ser recordados.

A juzgar por las escasas menciones discográficas de su época, los intentos por difundir la música de Los Monjes fueron pocos. Apenas un compilado del sello CBS que los agrupaba entre Blood, Sweat and Tears y The Byrds, sumada a un disco de 1973, del popular sello Okeh, cuyo arte de tapa prometía algo más parecido a un grupo de rock progresivo. Los Monjes editaron ocho discos simples y los más buscados son los que tienen composiciones originales como Problemas en la mente o Mi mami dijo. El material visual del grupo tocando en vivo no alcanza los 30 segundos, los muestra con sus capuchas negras tocando Selvática, una melodía instrumental a mitad de camino entre Lee Hazlewood y la música exótica de Martin Denny, la letra que la acompañaba era una versión de la canción de la serie de Batman protagonizada por Adam West.

Ya sé que es casi imposible, pero ¿tienes la edición original de ese simple a la venta?, pregunta un coleccionista que ha visitado México buscando discos durante varios años, aunque la respuesta es siempre no. La valoración de la música de Los Monjes puede medirse en los más de mil dólares que piden por una copia de su simple Música de las esferas o también por su incomparable aporte al rock hecho en México.

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